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—No jodás, ¿Entonces yo vine y vos te vas?—Charly hizo un puchero, aunque la rubia no podía verlo.

—Sí, rey. Los papás de Diego vinieron de Inglaterra con mi mamá y quieren que todos pasemos año nuevo juntos en la finca, como cuando Diegui, Jack y yo éramos chiquitos. Bueno, Jack y yo, Diego toda mi vida ha sido un viejo, ¿No?—explicó Camille tras la línea, frunciendo el ceño—Sí, definitivamente. Tener diez u once cuando yo nací, es estar viejo.—concluyó, haciendo reír a Charly.

—Ah, ya. ¿Entonces vas a estar con Diego el treinta y uno?—tensó la mandíbula.

—Sí. Con él, sus papás y mi familia. Ah, y creo que también van a ir unos primos de Diegui. Si querés venir no hay problema, mis primos son de tu edad y son igual de locos a vos, se la llevarían bien.—ofreció la chica, haciendo su maleta.

—No, princesa, gracias pero yo paso esta vez. Es año nuevo, quiero estar con la familia, y pasar un poquito de tiempo con los niños, que me da embarrada verlos una vez cada siete meses.—el mayor hizo una mueca.

—Está bien, muy entendible, Charly.—la rubia rió—Pero lo dejamos para otra ocasión, quiero ir con vos un día de estos.

—¡De una, eso va! Cuando vuelva de la gira sacamos un huequito y nos pegamos la escapada... ¿En dónde es que era la finca?

—En el eje cafetero. Es una finca cafetera, allá se cultiva y se hace el café de la empresa. ¿Querés aprender a recoger café? Yo recogía con Jack y Diego hace años, te puedo enseñar.

—Buenísimo, hacéle.—el pelinegro rió por la nariz—Si vos sos la profe, enseñáme lo que querás.

—¿Es uno de tus chistes con doble sentido y tengo que escandalizarme?—cuestionó dudosa.

—No, para nada... te lo juro que no iba con esa intención.—sonrió lobunamente.

—Bueno... ¿Qué les dieron de traído a los niños?—cambió el tema.

—A Michelle un poco de muñecas con la casita y todo eso, y a Mauricio que le gusta jugar fútbol, le traje de varios países las equipaciones de unos clubes que le gustan y un balón del París, eso les dimos.

—Ah, buenísimo. ¿A Mauro no le gustan los juguetes?—preguntó con curiosidad, los niños siempre querían juguetes para navidad.

—¡Ay, princesa!—Charly largó una carcajada—Mau tiene doce, los juguetes le dejaron de gustar hace años.

—¿Tiene doce? Pensé que tenía la edad de Michelle, como no lo conozco. Creí que eran gemelos, o algo.

—Mich tiene seis apenas, esa es la bebé.—ambos rieron con ternura—Ni siquiera se parecen, Mau se parece a Caro, y la niña se parece a mí cuando era joven.

—Cómo vas a comparar a esa monita preciosa con vos, Charly, respetá a tu hija. Es más, ¿Seguro de que es tuya? Es demasiado bonita para que haya salido de vos.—lo molestó.

—Estúpida, ubicáte, obviamente es mía. Si es mi estampa, no jodás.—Camille habría pagado por ver la cara que hizo Charly al oír eso.

—Ya, te estaba vacilando. No seás delicadito.—escuchó a su amigo bufar tras el teléfono, y se rió—Oíme, ¿Mucho guayabo? Me contó un pajarito que anoche te tomaste hasta el agua de los floreros.

—Qué pajarito tan bien informado pero tan chismoso. Estoy que me muero, no vuelvo a beber.—se quejó—¿Quién te contó?

—Sí, claro. Todos decimos eso, no prometás cosas que no vas a cumplir.—dijo con obviedad—Erik puso en twitter que te metiste una emborrachada tremenda.

Texting Charly FlowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora