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Diciembre veinticuatro

—¡Princesa, abrínos!—gritó Charly por vigésima vez, parado junto a Diego afuera de la casa de Camille.

—¿Ustedes? ¡Son las seis de la mañana, dejen dormir!—exclamó con molestia una somnolienta rubia, saliendo al balcón mientras bostezaba.

—Ey, que no te alegre tanto vernos después de tres meses.—dijo el pelinegro sarcásticamente—Abrínos, porfa.

—Cam, abrínos, porfa.—pidió Diego, haciendo que la expresión facial de Camille se suavizara.

—Ya voy.—se alejó del balcón, y un par de minutos después abrió la puerta—Entren.—pidió, haciéndose a un lado.

Charly agarró una maleta que tenía al lado y dejó a Diego entrar primero. El ojiverde saludó a Camille con un beso en la mejilla y fue a tirarse en el sofá de la rubia.

—¿Y este pato qué? Entra como Pedro por su casa.—musitó el hombre menor para él mismo.

—Mientras Charly mata las ganas de verte, yo voy a dormir.—comentó el mayor, acurrucándose en el sofá mientras se ponía la capucha del buzo y cerraba los ojos.

Camille lo miró con ternura, y volvió su vista al pelinegro.

—La princesa.—Charly se acercó a Camille con una sonrisa ladina y la abrazó con fuerza—Me hiciste mucha falta.—susurró, depositando un beso en la frente de la menor.

—Vos a mí, Char.—la ojiazul rió, y revolcó el pelo de su amigo.

—Bueno, tengo algo para vos.—cambió el tema, alzando del piso la maleta verde.

—¿Mis camisetas?—el cantante asintió, y la británica dió un saltito, empezando a depositar pequeños besos por la cara de su contrario, pero sin llegar a su boca, dejando a Charly con el corazón en la mano.

—Y yo que pensé que la alegría era por mí.—el pelinegro elevó sus cejas, recuperando la compostura, y conteniéndose para no lanzarse a besar a su amada.

—Sí, también.—bromeó Camille, fingiendo poca emoción—Vení, subamos y me las entregás. De paso te las pago.—la rubia cerró la puerta, y jaló a Charly hasta su habitación.

—No conocía tu cuarto, princesa. Qué bonito.—espetó, mirando todo a su alrededor—¿Puedo dejar esto en la cama?—señaló la maleta.

—Sí, dejála ahí.

El mayor puso la gran maleta sobre la cama de su amiga y la abrió, dejando a la vista un montón de bolsas con el logo del París Saint-Germain, y bajo ellas, muchas prendas y objetos del club. Agarró unas bolsas y metió algunas cosas, dejando las otras en la maleta.

—Mirá, esto es lo tuyo. Son todas las que encontré.—le entregó varias bolsas en la mano derecha—Y esto lo de tu hermano.—esta vez, sólo le dió una bolsa en la mano izquierda, las cuales ella dejó sobre la cama—El resto es lo de los demás y unas maricaditas que le traje a Vane y a los niños.

—Gracias, Char.—agradeció la muchacha, dando un ligero apretón al hombro de su mejor amigo.

—Gracias las del mico, princesa. Business are business, vos me dijiste que me las ibas a pagar. Pagáme.—extendió su mano hacia la chica, esperando a que dejara dinero en ella—El papelito con el precio está en una bolsa de esas, ya no sé cuánto era.

Texting Charly FlowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora