#18

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Camille estaba revisando algunas cosas del trabajo, cuando recibió una llamada al teléfono de la empresa.

—¿Aló?

—Señorita, disculpe, soy el vigilante. Aquí afuera hay un hombre que pregunta por usted, dice que la necesita.—dijo el señor tras la línea.

La rubia pudo escuchar como una persona le decía al vigilante que lo dejara pasar, la voz se le hizo algo conocida.

—¿Quién es, Ramos?—Camille frunció el ceño, sospechando de alguien, mientras seguía tecleando en el computador.

—¡Princesa, decíle a este man que me deje entrar, por favor! Mirá que estoy enfermo y esto acá afuera parece una nevera.—habló Charly con la voz ronca, arrebatándole el teléfono al celador, y tosiendo un par de veces.

—¿Charly? ¿Vos qué hacés aquí? ¿Cómo así que estás enfermo?—la británica paró lo que estaba haciendo.

—Decíle que me deje entrar y te explico, tengo frío. La gente me está mirando, dejáme pasar antes de que llegue un periodista de mierda a joder. Por favor.—el pelinegro sorbió su nariz y empezó a toser.

—Charly, entrá y esperáme. Ya bajo.—Camille suspiró.

—¿Viste que no era tan difícil dejarme entrar, mijo?—escuchó Camille al fondo, y rió por lo bajo, negando con la cabeza.

"Lo quiero mucho, pero me va a terminar enloqueciendo" pensó Camille.

Colgó y se levantó, poniéndose en marcha hasta la entrada del edificio. Su oficina estaba bastante lejos de la puerta, por lo que tardó unos cuantos minutos en llegar.

—Ey, princesa, ¿Qué más?—Charly le regaló una media sonrisa a la ojiazul cuando la vió llegar.

—Todo bien. ¿Y vos? Tenés una cara de culo que no te la quita nada.—espetó, observando la cara decaída del ojiazul.

—Gracias, vos tan linda como siem—fue interrumpido por uno de sus tiernos estornudos—No se te vaya a ocurrir decirme otra vez que estornudo como un gato.—el mayor frunció levemente el ceño, haciendo reír a Camille.

Charly miró para atrás cuando escuchó unos gritos, y abrió los ojos más de la cuenta al ver un tumulto de gente que gritaba su nombre efusivamente tras la puerta de cristal.

—Ay, no.—soltó el más alto, acompañado de un quejido.

Amaba a sus fans, pero ese día no estaba con la disposición y el ánimo de compartir con ellos.

—Vení.—la chica lo tomó de la mano y lo jaló hasta su oficina—Pasá, sentáte.—le dijo, una vez ya estaban en la habitación, soltándole la mano.

—Está chimba tu oficina, me gusta.—comentó el cantante, mientras observaba todo a su alrededor, pasandose a sentar en una silla que estaba frente al escritorio.

—Gracias.—la menor le sonrió a su contrario, y fue a sentarse frente a él—Ahora sí, decíme, ¿Qué hacés aquí, y qué tenés? Esta mañana te vi bien.

—No sé, alguna gripa. Seguramente se me bajaron las defensas y me dió algún virus en ese hospital.—se encogió de hombros, restándole importancia—Vine a traerte esto, lo dejaste en mi casa esta mañana.—levantó un abrigo que tenía tirado en las piernas.

—Ay, Charly, ¿Vos todo enfermo y te viniste hasta acá a traerme una chaqueta?—Camille rió con ternura ante el gesto de su amigo.

—Después se me olvidaba devolvértelo. Ah, y vine a traerte algo que te debo, se me había olvidado dártelo.—sacó la billetera del bolsillo de su pantalón y agarró de ella cuatro billetes de cincuenta mil pesos—Una apuesta es una apuesta, Inglaterra goleó a Colombia.—rió, siendo atacado por la tos.

Texting Charly FlowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora