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Charly se encontraba en su cama, la televisión estaba prendida, aunque él no le estaba prestando mucha atención ya que estaba sumido en sus pensamientos.

La voz de Camille diciéndole: "El traidor sos vos. ¿No que mi mejor amigo? ¿Dónde está mi mejor amigo, que no lo veo? Cuando vos estuviste mal, yo estuve para vos, y cuando yo te necesito, vos no estás." resonó por toda su mente.

Tenía razón.

Ella siempre estuvo cuando él la necesitó, y ahora que ella la estaba pasando mal, él lo único que hacía era rechazarla, evitarla y tratarla mal.

Vió la hora en el reloj de la mesita junto a su cama, el cual marcaba la media noche.

—No, ya está muy tarde.—hizo una mueca y se rascó la cabeza, para luego agarrar su celular de la mesita de noche.

Abrió el chat con Camille y se dió cuenta de que el último mensaje que él le había enviado era un "Te adoro un montón, princesa. Nunca lo olvidés". Sonrió al leer que ella le respondió con un "Pero no me adorás más que yo a vos", y sintió que se le había aparecido la virgen cuando vió que la rubia estaba conectada.

Sin siquiera saludar, le envío un mensaje preguntándole si estaba en su casa, al que ella le respondió casi de inmediato con un simple "sí".

Más se había demorado Camille en responderle, que Charly en salirse de la cama y cambiarse la pijama por ropa. Se metió el celular y los documentos al bolsillo y agarró las llaves de su carro. En menos de cinco minutos, se encontraba camino a la casa de la británica.

Como ya estaba un poco tarde, las calles estaban casi vacías, por lo que pudo llegar muy rápido.

Dejó el carro un par de calles antes de la casa de Camille y caminó lo que le faltaba para llegar.

A lo lejos pudo ver a su amada rubia besándose con un hombre, el cual por supuesto, era el mánager de ambos.

—Esta es mucha estúpida, ome.—Charly paró en seco y apretó los puños, negando con la cabeza ante tal imagen.

En un dos por tres, la sangre le había empezado a hervir.

¿Cómo es que ella podía ser tan tonta para besarse con un tipo que la estaba haciendo sufrir? Definitivamente no lo entendía.

Se acercó silenciosamente a ellos, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, comenzó a aplaudir.

—¡Bravo! Qué lindos.—habló sarcástico, aplaudiendo y silbando, haciendo separar de golpe a los ex novios—No me digan que se reconciliaron, que de pronto me matan de la felicidad.—su voz contenía falsa alegría, y su sonrisa era bastante irónica.

—Charly, yo—la ojiazul no supo qué decir, tan sólo alternó la mirada un par de veces entre los dos hombres.

—Mirá, princesa, con todo respeto: como sos de bruta, Camille Beckham.—el pelinegro hizo algunos ademanes con las manos mientras le dejaba en claro a la rubia lo que pensaba.

—No le digás así.—intervino Diego, arrastrando las palabras.

—Ay, mijo, ¿Y vos? Miráte la borrachera que traés. ¿Entonces qué? ¿Vas, le ponés los cachos, te manda pa' la "m" y te vas a acabar con el bar de tu casa como si fueras la víctima? No jodás, Diego.—el ojiazul lo miró despectivamente.

El ojiverde rió sin gracia y se acercó a Charly, posando su mano izquierda a un costado del cuello del menor, con el pulgar tocándole la mejilla.

—Bueno, vos no tenés el derecho moral de decirme algo, porque es lo mismo que le hacías a Yeimy. Vos y yo somos de la misma calaña. Infieles, traidores. Por algo fuimos mejores amigos, ¿O se te olvidó cómo te fascinaba contarme todo lo que le hacías a las viejas con las que le ponías los cachos a Yeimy? Después llegabas a tu casa todo amanecido, con tufo y oliendo a puta y le decías: "Ey, amor, ¿Qué más? Me voy a dormir un ratico porque estuve toda la noche en el estudio haciéndote canciones, te amo un montón". ¿Viste? Es lo mismo que hacía yo: engañar y poner cualquier excusa, pero yo la tenía más fácil porque estaba lejos. Estamos hechos de lo mismo.—finalizó, con una pequeñísima sonrisa descarada.

Texting Charly FlowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora