#O9

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Camille dió un par de toques a la puerta antes de entrar a la oficina, recibiendo un "adelante" de parte de una voz que identificó como la de Charly. Al pasar, encontró al ojiazul acostado en el piso, con los ojos cerrados y con las piernas encima del sofá.

—¿Char?—lo llamó con el ceño fruncido, viendo la posición en la que se encontraba.

El hombre abrió los ojos de golpe, reconociendo aquella voz.

—¿Princesa?—giró el cuello, levantándose de un brinco con la boca abierta y corriendo a abrazar fuertemente a la chica.

La envolvió entre sus brazos con fuerza, cuidando no hacerle daño y apoyó su mentón en la cabeza de Camille, quien al ser más baja que él, tenía la cabeza recostada en el pecho de Charly mientras rodeaba la espalda del de cabello azabache con sus brazos.

Sin duda, ambos llevaban bastante tiempo deseando aquél abrazo, aunque él más que ella.

Cuando finalmente se separaron, Charly besó con delicadeza la frente de la rubia, cosa que la había tomado por sorpresa, ya que no pensó que fuera a portarse tan cariñoso con ella.

—¿Cómo estás?—le preguntó a Camille con una sonrisa después de flexionar sus rodillas para quedar a la altura de ella, acariciando su mejilla con el pulgar de su mano, y con la otra acomodando un mechón de cabello tras la oreja de la muchacha.

Camille no había cerrado la puerta de la oficina de su amigo, así que parte de las personas que se encontraban afuera, podían verlos. Casi todos pensaron que Charly estaba enamorado, pues nunca lo habían visto tratar así a cualquier persona que no fuera Yeimy cuando aún estaban casados, aunque ni siquiera con su exesposa se había portado así, incluso un par de personas creyeron que eran novios.

—Bien, feliz de por fin conocer al gran Charly Flow.—la menor rió, contagiándole la risa a su contrario—¿Y vos cómo estás?—levantó sus cejas.

—Todo bien. Estoy muy feliz, tenía muchas ganas de verte.—sonrió de una manera que lo hacía ver muy tierno.

—Sos una ternura, Charly.—Camille apretó juguetonamente una de las mejillas del más alto.

—Me lo dicen todo el tiempo.—comentó con aires de grandeza.

—Te habías demorado.—la muchacha rodó los ojos, y Charly chasqueó la lengua, estallando en risa—¿Qué hacías en el piso teniendo un sofá ahí?—señaló al mueble.

—Ah, descansando la espalda.—se encogió de hombros.—Ey, no jodás. Vos qué hacés con eso puesto, ome.—reprochó en broma, notando que la camiseta de la chica era una de la selección de fútbol de Inglaterra.

—Nací en Londres, lo siento. Inglaterra va a golear a Colombia hoy, no tiene caso que me ponga la camiseta de los perdedores.—afirmó, segura de lo que decía y apuntando a la camiseta que Charly usaba, una de la selección de fútbol de Colombia.

—Obvio no, nosotros los vamos a golear a ustedes.—el pelinegro frunció el ceño.

—Claro, seguí soñando.—Camille rió sarcásticamente.

—¿Querés apostar a que nosotros ganamos?—cuestionó de manera retadora.

—¿Apostar qué? ¿Plata?—la ojiazul se cruzó de brazos.

—Sí, plata. ¿O no? ¿Qué decís vos?—Charly imitó la acción de la menor.

—Hacéle. ¿Cuánto?

—Poné vos la suma.

—¿Doscientos mil?

—Perfecto. El que pierda le da doscientos al que gane. Preparáte para perder tu plata.—comentó él con diversión.

Texting Charly FlowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora