La mañana en que volvíamos a Hogwarts fue ajetreada. Nos levantamos con el canto del gallo y algunos chocábamos por las escaleras, medio vestidos, sosteniendo en la mano un trozo de tostada.
El señor Weasley casi se rompe el cuello al tropezar con las gallinas al llevar el baúl de Ginny al coche que el señor Weasley había amplificado por dentro.
Cuando estuvimos todos en el coche, la señora Weasley echó una mirada al asiento trasero, en el que Harry, Ron, Fred, George, Percy, Selene y yo estábamos sentados cómodamente.
— Los muggles saben más de lo que parece ¿Verdad? — dijo la señora Weasley, que estaban sentadas en el asiento delantero — Quiero decir que desde fuera uno nunca diría que el coche es tan espacioso ¿verdad?
Nada más marcharnos tuvimos que volver para que George cogiera las bengalas del doctor Filibuster. Cinco minutos después volvimos a parar para que Fred cogiera su escoba del corral y cuando estábamos en la autopista tuvimos que volver porque Ginny había olvidado su diario.
En resumen, llegábamos tarde.
El señor Weasley miró primero su reloj y luego a su mujer.
— Molly, querida... — Comenzó el señor Weasley.
— No, Arthur — dejó claro la señora Weasley con los labios apretados.
— Nadie nos vería. Este botón de aquí es un accionador de invisibilidad que he instalado. Ascenderíamos en el aire, luego volaríamos por encima de las nubes y llegaríamos en diez minutos. Nadie se daría cuenta... — dijo el señor Weasley.
— He dicho que no, Arthur, no a plena luz del día — le insistió la señora Weasley.
Llegaron a Kings Cross a las once menos cuarto. El señor Weasley cruzó la calle a toda pastilla para hacerse con unos carritos para cargar los baúles, y entraron todos corriendo en la estación. Tras cargarlo todo nos detuvimos frente a los andenes 9 y 10.
— Percy, tú primero — dijo la señora Weasley, mirando con inquietud el reloj que había en lo alto, que indicaba que sólo tenían cinco minutos para desaparecer disimuladamente a través de la barrera.
A continuación de Percy pasó el señor Weasley, al que seguimos George, Fred, Selene y yo.
Cuando pasamos corrimos a meter nuestras cosas en un vagón Selene se fue a otro, buscando a Hermione.
Nos dejamos caer en los sillones del compartimento, soltando todo el aire que habíamos contenido en la carrera hacía el tren.
— Por los pelos — dije respirando profundamente.
— Por los pelos me dejo las bengalas... — dijo George que besó las bengalas como si fueran su bien más preciado.
Selene apareció por la puerta del comportamiento un rato después de que este hubiera salido de la estación, mirándonos a los tres, como buscando a alguien más.
— ¿Habéis visto a Ron y a Harry? — preguntó preocupada — No los he visto en ningún compartimento... ¿Y si no han llegado a coger el tren?
— Pues se ahorran el estudiar, pueden ser ladrones — dijo Fred.
— O contrabandistas — agregó George riéndose.
— Muy gracioso, Weasley — dijo mi hermana con el ceño fruncido — pero estoy hablando en serio.
— Y yo también — dijo Fred — Ya aparecerán.
Selene le echó una última mirada y salió del compartimento.
— ¿Y si de verdad Selene tiene razón y no han cruzado al andén 9 y ¾? — pregunté mirando la puerta del compartimento.
— Entonces alguien los llevará a Hogwarts, ya sea por red flu o por aparición — dijo George.
— Puede ser, no creo que los dejen en tierra — contesté.
— ¿Fred? ¿Qué te pasa en la piel? — le preguntó George, viendo como le aparecían unos granitos por la cara a Fred.
— Es verdad, te están saliendo como granos — dije, acercando mi cara a la suya con los ojos entrecerrados, mirando los granos que seguían saliendo con una rapidez pasmosa.
— ¡Black! ¡Serás...! — gritó Fred acordándose de los polvos que se le habían derramado por todos lados esta mañana a Selene — ¡Tú le has enseñado esto! ¡Es tú culpa! — dijo mirándome furioso.
— A mí no me mires, te avisé de que no te metieras con Selene — dije riéndome abiertamente.
Fred se levantó de un salto y salió por la puerta mascullando todo lo que se le ocurría.
— ¡Aquí huele a amor! — Canturreó George con las manos en el corazón.
— Si, pero primero viene la guerra — dije riéndome a carcajadas — Me pregunto quién ganará ¡Apuesto por Selene!
— Yo debería apostar por Fred, pero esa pequeñaja... Yo también apuesto por la pequeña señorita Black — dijo George sin una pizca de remordimientos por apostar en contra de su hermano — Y a todo esto... ¿Qué nos apostamos exactamente?
— ¿Qué vamos a apostar? Si uno gana el otro también ¡Hemos apostado por el mismo caballo! — exclamé, haciendo que se me saliera el zumo por la nariz a causa de la risa.
— Pues también es verdad — dijo George riéndose mientras me pasaba un pañuelo con el que limpiarme los chorretones de zumo que me salían por la nariz.
Capítulo25 - El Señor Ombligo Del
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Legado de dos rebeldes: Eris [Con Charlie Weasley]
FanfictionEris era aun pequeña cuando su padre fue encarcelado en Azkaban, y aunque su madre nunca había dejado de intentar demostrar su inocencia no tenía más pruebas que su palabra contra la de todos los demás. Lo único que a Eris le había quedado de su pad...