Capítulo 4 - Es un trato.

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Poco después de empezar las clases en Hogwarts ya corría entre los alumnos el rumor de que los gemelos y yo estábamos en una lucha por ver quien era el mejor bromista de Hogwarts.

A mitad de curso el colegio ya había sucumbido en un caos en el que tanto los alumnos como el personal, incluyendo los profesores, tenían que andar con cuidado cada vez que entraban, salían o caminaban por cualquier zona del castillo.

El principal objetivo de los tres, el suyo y el de los gemelos, era gastarse bromas entre ellos, pero tenían un objetivo en común, Filch.

El pobre hombre había sufrido incontables bromas, cada una más cruel que la anterior.

Pero iba a ganar yo, vendrían a mí, estaba segura de ello.

— Eris, estáis llegando demasiado lejos, la semana pasada vuestro enfrentamiento cruzado afectó a tres chicos que casualmente pasaban por ese pasillo — Dijo Alicia sin mirarme, sentada en su cama leyendo un libro sobre quidditch.

— Primero tienen que parar ellos — Respondí encogiéndome de hombros.

— Alicia, ya sabes lo cabezota que es Eris, no vas a hacer que entre en razón, además no se si es mejor que se enfrenten entre ellos o que se unan contra los demás — Dijo Angelina a la que pareció darle un escalofrío.

— En algún momento se unirán a mí, ya lo veréis — Dije con convicción.

— Si tú lo dices — Dijo Alicia sonriendo, mirándome con cara de no estar tan segura como yo.

Esa mañana me levanté inspirada, acababa de acordarme de algo de lo que mamá me había hablado muchas veces. Me acababa de acordar del mapa que siempre nombraba cuando hablaba de papá en los tiempos en los que aún estaba en Hogwarts, el mapa del merodeador.

¿Dónde habría terminado ese mapa?

Estaba segura de que algo así solo lo podrían tener dos personas, Dumbledore o Filch, siendo más probable este último que parecía como la señora de los gatos, pero en vez de acumular gatos acumulaba objetos confiscados de los alumnos.

El problema era que sola no podía entrar y buscar el mapa si no había otros que le hicieran salir del despacho.

Me vestí y bajé a desayunar, tenía el humor dividido entre la felicidad por haber recordado un objeto que estaba segura de que me ayudaría en la lucha contra los gemelos y cabreada por tener que tragarme el orgullo ante semejantes trogloditas.

Vi sus dos cabelleras a lo lejos, aún en el banco de gryffindor que estaba casi vacío por completo.

Me acerqué con rapidez, sentándome frente a ellos, cosa que les hizo dar un bote por la sorpresa. Ambos me miraron mal para luego volver a ignorarme por completo.

Carraspeé, llamando su atención.

— Necesito una reunión de negociación, un consenso de paz o como queráis llamarle, será breve — dije desayunando, mostrándome desinteresada.

— No tenemos nada que negociar contigo — dijo Fred dejando de mirarme.

— Oh, yo creo que sí — Dije sonriendo con misterio.

Ambos me miraron por un momento y luego se miraron entre ellos.

— ¿Qué es eso que tenemos que negociar? — Dijo George antes de que su gemelo pudiera negarse otra vez.

— No puedo decirlo aquí, es alto secreto familiar — Dije encogiéndome de hombros — Si os interesa nos vemos en el corredor del séptimo piso en media hora.

Dicho esto, me levanté y me fuí tan tranquilamente.

— ¡¿Por qué le has respondido eso?! ¡Deberías decirle que no! ¡No vamos a rebajarnos, terminará suplicando por unirse a nosotros! — Exclamó Fred.

— Si es tan atascada como tú, e intuyo que sí, dudo que eso pase en algún momento querido hermano — Respondió George que siguió desayunando — Lo que no entiendo es porque en el séptimo piso, ahí no hay nada.

— ¡Seguro que quiere asesinarnos o algo así! — Exclamó Fred con horror.

— No seas exagerado — Dijo George riéndose.

Seguro que ambos se seguían preguntando porque les había dicho de vernos en el séptimo piso, y pensaba sorprenderles con la respuesta a dicha pregunta.

Llegué diez minutos antes de la hora dicha y entre a la sala de menesteres desde donde, pegando la oreja a la puerta, me quedé escuchando para ver cuando llegaban.

Poco después empecé a escuchar sus voces, cada vez más fuerte hasta que creí que estaban frente a donde me encontraba cotilleando el pasillo.

— Nos ha dejado tirados ¡Está jugando con noso...! — Empezó a exclamar Fred, que se calló cuando vio aparecer la puerta de la sala de los menesteres.

Los ojos de los dos se abrieron de par en par cuando abrí la puerta y les sonreí con alterania.

— ¿Vais a pasar a mi despacho o vais a seguir ahí plantados como árboles? — Les pregunté entrando a la sala de los menesteres que se había transformado en un despacho.

Me senté en el asiento que había detrás de la gran mesa de despacho, frente a la que se encontraban dos sillas iguales para los "clientes".

Los gemelos entraron, observando la sala con asombro.

La puerta se cerró tras ellos, lo que hizo que ambos se giraran a mirar como la puerta desaparecía.

— Sentaros, tenemos que negociar — dije haciendo un ademán con la mano indicándoles que se sentaran frente a mí.

George se sentó sin más mientras que Fred me miraba con recelo mientras se sentaba.

— ¿Qué es eso tan secreto que no podías decir en ningún lado salvo en este sitio que no sé cómo narices has encontrado? — Preguntó Fred mirándome.

— Esta mañana he recordado una cosa de la que mi madre me hablaba desde que recuerdo, de cuando mis padres estaban en Hogwarts, digamos que es una "Reliquia familiar" — Dije haciendo comillas en las últimas palabras con los dedos.

— ¿Y esa reliquia nos interesa porque...? — preguntó Fred.

— Porque sería una adquisición que nos ayudaría a saber dónde está cada persona, en cada momento y en cada lugar de Hogwarts, y a conocer lugares ocultos como este — Respondí señalando a nuestro alrededor.

Ambos me miraron con asombro para luego hacerse los desinteresados.

— Eso no puede existir, es imposible — Dijo Fred, cruzándose de brazos.

— Bueno, entonces le propondré a otra persona que me ayudé a recuperarlo — dije levantándome y dirigiéndome a la puerta, que empezó a formarse.

— ¿Y qué ganaría la otra persona ayudándote a recuperar el mapa de tus padres? — Exclamó Fred sobresaltado.

— Compartiría el mapa con él — dije, sonriendo con malicia — Una pena que hayas vuelto a desaprovechar una oportunidad tan buena, una pena...

Salí de la sala y conté hasta 5 mientras caminaba por el corredor con tranquilidad.

— ¡Espera! ¡Aceptamos! — Gritaron a mis espaldas.

Sonreí.

— ¡Pues que empiece el plan de recuperación del objeto X! — dije dándome la vuelta y volviendo a entrar en la sala de los menesteres.


Legado de dos rebeldes: Eris [Con Charlie Weasley]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora