Capítulo 1

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Odio los aviones. Cada vez que me subo a alguno siento que me voy a morir con cada turbulencia que hay.

Mamá no para de roncar y el niño, detrás de mí, no para de golpear mi asiento. No tengo demasiada paciencia y el niño me está sacando de mis cabales.  Es un niño, pienso y es lo único que hace que me mantenga donde estoy.

—¡Por fin, tierra firme! —digo una vez que nos bajamos del avión.

—No seas exagerada, Kayla. No fue para tanto.

Pongo los ojos en blanco y respondo: —Sabes que les tengo terror a los aviones, siempre que nos mudamos los evitamos, por mí.

—Ya lo sé, no sé porque elegiste Londres —hace una mueca. 

—Yo tampoco lo sé, mamá.

En realidad, sí sé, y es porque Londres está bien lejos de Atlanta. Pero es algo que no quiero contarle. 

Antes de irnos de Atlanta le dije que no quería que me preguntara, sólo le dije que quería mudarme. Ella dudó,no preguntó, pero aceptó y casi nunca nos preguntamos el porqué cuando alguna de las dos se quiere mudar. Generalmente es porque hay un problema, nos sentimos vulnerables o algo así. Supongo que no somos las mejores a la hora de enfrentar las cosas.

—Ve a buscar las maletas, yo voy por un auto —me ordena. 

—Ok.

Una vez que tengo las maletas me dirigo a buscar a Fiona. Al no verla freno mis pasos y me pongo de puntitas de pie para ver mejor, mi metro sesenta y siete no ayuda mucho. Una vez que la tengo visualizada, vuelvo a andar pero choco con algo duro y caigo de culo al piso. Soltando las maletas que se abren cuando caen. 

—Puta madre —maldigo. 

Cuando levanto la cabeza para ver con que choque, mis ojos no pueden creer lo que veo. Creo que es la persona más hermosa que vi en maldita vida. Es hermoso. Es rubio, tiene los ojos verdad más hermosos que vi alguna vez y... Sacudo la cabeza, notando que le quede viendo más de lo debido.

—Ten más cuidado la próxima vez, muñeca —oh, su voz, creo que es la voz más hermosa que oí en mi vida.

¿Pero qué digo? ¿Por qué tan idiotizada? ¿Desde cuándo pienso así?

—No es mi culpa. Yo no iba con el móvil en la mano y sin mirar hacia delante — digo, molesta. Y me dispongo a juntar las cosas de mi maleta. Cuando acabo de juntar mis cosas me pongo de pie y noto que todavía sigue aquí.

Pongo los ojos en blanco —¿Qué quieres?—le pregunto, hastiada. 

—No lo sé, tal vez ¿una disculpa?

Suelto una carcajada amarga —¿Y eso por qué?

—Porque chocaste conmigo —responde incrédulo.

—Pues sigue esperando esa disculpa, porque tú chocaste conmigo.

Baja la mirada y se agacha, cuando se vuelve a levantar siento que mis mejillas se calientan de la vergüenza, al ver lo que tiene en la mano.

—Creo que esto es tuyo —su tono divertido y su sonrisa, empeoran mi humor. Sostiene una braga que uso cuando estoy en mis días, que es básicamente, una braga de abuela. Se la saco y la guardo en mi bolso. Y él, no deja de sonreír, ¿Por qué no deja de sonreír?— .Lindas bragas.

—Cállate, imbécil.

—Que agresiva —arquea una ceja— .¿Esa es tu estrategia para llamar la atención de un guapo muchacho como yo?

¿Qué cosa? ¿He oído bien?  Por Dios, lo que me faltaba.

—No estás tan bueno y yo no quiero llamar tu atención —remarco el tú— .De hecho, estás del asco.

Solo ÉlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora