Capítulo 11

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—Lindo cabello —rompe el cómodo silencio. Alzo mis cejas con sorpresa y reprimo una sonrisa.

—Gracias —me sonrojo. Nadie lo había notado desde que llegué esa noche, y que él lo note produce una emoción extraña en mí.

Nos volvemos a quedar en silencio. Y quiero decir que nunca antes hubo un silencio tan cómodo, ni siquiera con Jake.

Unos golpes en la puerta interrumpen nuestra tranquilidad. Frunzo el ceño y Aspen me dice que es la pizza, se pone de pie y la va a buscar, luego vuelve a sentarse donde antes. Tenemos la pizza entre nosotros y comenzamos a comer.

—¿Por qué eres así de cercana con Jake? —me sorprendo con la pregunta.

—Eso no te incumbe, Niño Bonito —muerdo mi porción de pizza.

—Oh, vamos, Diana —sonríe— .Dime.

Entrecierro los ojos y asiento —Confío en él, y me gusta su compañía.

—¿Y no disfrutas de la mía? —arruga las cejas y termina de comer su porción para buscar otra.

—Lo hago, Niño Bonito —admito— .Pero a veces eres demasiado insoportable.

—Casi siempre —su sonrisa se agranda.

—Casi siempre —concuerdo.

Volvemos al silencio, comiendo la pizza tamaño familiar y bebiendo una gaseosa.

—¿Y dónde estuviste está tarde?

—Con una terapeuta —le confieso. No luce sorprendido, pero sí algo preocupado.

—¿Cómo te fue? —sonrío y me sonrojo cuando no oigo preguntar el porqué voy.

—Me preguntó cuando comencé la escuela —arqueo una ceja— .No creo que tuviera mucho que ver con el por qué voy.

Traga su pedazo de pizza y asiente —Tal vez te lo pregunta para ir ganando tu confianza, crear un ambiente cómodo para ti. No funcionará que saqué el tema de la nada, tienes que querer contárselo.

—Yo quiero decirle, pero las palabras no me salen —hago una mueca— .Es como si se atoraran en mi boca y en cualquier momento saldrá como vómito verbal, pero nada sale.

—Entonces aún no quieres —sacude sus manos y bebe un trago de su gaseosa— .Inconscientemente te estás reteniendo.

—¿Por qué lo haría?

Me mira fugazmente y que, sinceramente, hace temblar todo mi ser. Sus ojos verdes se concentran en los míos con una intensidad indescifrable.

—Por el miedo —bajo la vista hacía la caja vacía de pizza y muerdo mi labio inferior— .Aunque no tendrías que tenerlo, el miedo te impide de todo lo que involucra vivir. Te limita y te impide hacer lo que en verdad quieres.

—¿Cómo sabes que tengo miedo?

—Tus ojos lo dicen todo, Diana —vuelvo a mirarlo a los ojos ante sus palabras— .Eres alguien transmite todo lo que sientes por una simple mirada o gesto. Tienes un poder especial sobre las personas, no cualquiera lo tiene.

—No puedo ser especial, no de la manera que dices —refuto, avergonzada— .Una persona rota no puede serlo.

—No digas eso —me toma del mentón y me hace mirarlo— .Estamos hechos de los que nos han construido y luego nos han roto. Los que estamos rotos tenemos que juntar nuestros propios pedazos y juntarlos.

—Pues yo perdí varias piezas, solo estoy sobreviviendo.

—Sobrevivir no es vivir.

Me fijo en sus ojos —Lo es cuando no sabes vivir, sentirse viva.

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