Capítulo 30

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Kayla Diana Smith

—Mamá... —susurro al oír su voz. Unas manos me tocan el rostro y una luz me ciega unos segundos.

—Signos vitales estables —dice una voz que no reconozco. Cuando por fin mi vista se vuelve más clara, veo que es un doctor— .¿Cómo estás? ¿Me oyes?

—Sí —mi voz suena áspera y carraspeo.

—Excelente —me incorporo con algo de dificultad, hago una mueca de dolor al querer apoyar mi brazo izquierdo— .Con cuidado, tienes roto ese brazo. Acabas de despertar de un coma de casi dos semanas —dice aturdiéndome— .Podría tener secuelas motoras, como parálisis en partes del cuerpo...

Mi cerebro no puede captar nada de lo que está diciendo. Veo cómo mueve su boca, sin embargo, soy incapaz de entender una palabra. Mi brazo me duele, mi cara igual y mi cabeza me está matando.

—Ya basta —volteo la cabeza para ver a Brenda, mi terapeuta— .Acaba de despertar, no puede decirle las cosas de está manera.

—Señorita Brown, es nuestro deber...

—Larguense —interrumpe y de mala gana el doctor se va. Brenda se sienta a mi lado y la miro sin saber que decir.

—¿Qué ha pasado?

—El avión donde iban se estrelló —sus ojos se llenan de lágrimas y me da la mano, dándole un suave apretón— .Sí Nicholas Smith no hubiera tomado el mando seguramente hubieran muerto.

Entonces mi cabeza recuerda que estaba con Aspen. Enseguida trato de ponerme de pie para ir a verlo, pero Brenda me toma de los hombros y me hace volver a recostarme en la camilla.

—Debo ir a ver a Aspen.

—Está en coma —alejo mi rostro como si me hubieran dado una bofetada— .Y Nicholas igual.

—Tengo que ir a verlo...

—Bien, déjame traer una silla de ruedas —sale de la habitación y rápidamente vuelve con la dichosa rueda.

Me ayuda a bajarme de la camilla y me sienta en la silla. Mi cuerpo duele como nunca antes me dolió y me siento demasiado débil. No tardamos en llegar a la habitación de Aspen ya que está a cinco puertas de la mía, la habitación está vacía y mis ojos se llenan de lágrimas al verlo acostado allí.

—Te dejaré sola —se va sin siquiera ver el cuerpo del rubio. Me quedo viendo el lugar por donde se fue y me pregunto por qué está aquí, entiendo que sea mi terapeuta pero no tiene ninguna otra razón para venir.

No puedo evitar sollozar al ver a Aspen y su estado. Su pierna completa está enyesada, su brazo igual y tiene una venda alrededor de su cabeza. Dios mío, y su rostro... está completamente destrozado y yo estoy como si me hubiera caído de las escaleras.

Es mi culpa que esté así, si hubiera fingido mejor en la videollamada él no hubiera ido a Italia, y entonces no hubiera sufrido esté accidente.

Con dificultad me pongo de pie y me acuesto a su lado, acurrucándome en su pecho con cuidado de no lastimarlo. Mis lágrimas mojan su bata y hasta me siento culpable de eso.

—Lo siento tanto... —sollozo— .Tu no mereces esto... —recuerdo que sus últimas palabras fueron "Te adoro", y lloro con más fuerza— .Te adoro, Niño Bonito.

Y siento que ese te adoro, no no es suficiente para expresar todo lo que siento por él.

En la noche me obligan a volver a mi habitación. No tengo noción de la hora, solo sé que no me despegado de Aspen en horas. Mientras una enfermera me mueve a mi habitación, Katy se cruza en mí camino.

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