Capítulo 37

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Aspen viene hacía mí con un tarro de mermelada en una mano y pan en la otra —Bueno, hay solo pan y mermelada... o mermelada y pan.

—Mhm, la segunda opción se oye deliciosa —me sonríe divertido y se viene a mi lado, en el suelo enfrente de la chimenea. El clima se ha vuelto más frío y a decir verdad, esta cabaña no se congela por pura suerte.

Comienza a poner la mermelada sobre un trozo de pan y me lo extiende, luego hace lo mismo para él. Comemos nuestro pan con mermelada en silencio hasta que se acaba la comida, tampoco había mucha.

—¿Cómo la pasaste en Italia? —habla y fijo mi vista en las llamas del fuego— .Aparte del accidente, claro.

—No fue un accidente, fue ocasionado —tenso la mandíbula.

—No fue lo que pregunté —lo miro de reojo y sonríe, inocente— .Dime lo bueno de ese viaje, debió valer algo.

Tiempo de mi vida, pienso pero no lo digo.

—¿Qué puedo decirte? —bufo y pienso— .Haber... Katy me llevó de compras.

—Por eso ocupas mi parte del armario —ahora soy yo la que sonríe inocente— .¿Qué más?

—Y... —trago grueso y me animo a mirarlo— ,me dijo quien es mi papá.

Aspen se atraganta con su propia saliva y me apresuro a darle palmadas en su espalda. Deja de toser a los segundos y me ve incredulamente.

—Perdona, creo que he oído mal —niego con la cabeza y resisto la sonrisa que quiere salir— .Joder, ¿Y quien es?

—Eres muy preguntón —me pongo de pie y voy a la cocina a buscar agua, y como supuse, Aspen me sigue.

—No puedo creer que no me digas, Diana —finge estar ofendido y le doy una mirada que lo hace colocarse serio— .¿Quieres decirme?

—Harrison —arruga las cejas— .Thomas Harrison es mi papá.

—Pero —alza las cejas con sorpresa y luego las arruga— .¿Tú madre lo conocía?

—Estoy aquí, ¿No? —rueda los ojos y volvemos a la chimenea— Por lo que sé, ellos dos tuvieron una gran historia de amor.

—¿Tú madre te lo ha contado?

—No —niego— .Y no sé si quiero saber.

—¿Ya has hablado con él? —vuelvo a negar— ¿Por qué?

—Quiero esperar a que todo acabe, un problema a la vez...

—Mientes —frunzo el ceño y me besa la frente— .Tienes miedo de su reacción y de ser rechazada.

¿Cómo lo supo? Supongo que dones que le heredó la mamá.

—¿Por qué no estás en la carrera de psicología? —bromeo y reímos— .Admite que se te da bien.

—Puede ser —se encoge de hombros— .Pero mi amor siempre estuvo con la literatura. Es una de las cosas que me ha mantenido vivo cuando mi hermano murió y cuando Scarlett me dejó.

—Hace mucho no te veo leer —digo recordando que él leía en las noches antes de dormir o durante el día, en sus ratos libres.

—Es que ya no quiero escapar de la realidad —me sonríe de lado y yo lo tomo de la nuca para juntar nuestros labios.

Aspen busca unas cobijas en su bolso -el que parece ser muy grande- y nos movemos al sofá, donde nos acostamos y dejo que él nos cubra con ellas.

Me abraza por la espalda y siento el calor de su cuerpo fusionarse con el mío. La chimenea sigue encendida proporcionando más calor, cierro mis ojos poco a poco y lo único en lo que puedo pensar es en que este ha sido uno de los mejores días de mi vida.

Solo ÉlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora