LUCCA ANDREOTTI
No tenía idea de porque había hecho eso, pero prefería mantener mi distancia y reconsiderar lo que sabía, así que simplemente la dejé marchar y una vez que se alejó, me apoyé sobre el muro respirando con pesadez.
¿Por qué la había besado?
Esa pregunta hacía eco en mi cabeza y no le hallaba una respuesta; simplemente lo hice, no existía una razón y eso era sumamente frustrante; estaba cansado de sus insultos, estaba harto de su actitud orgullosa y altanera, así que quise callarla de alguna forma y eso fue lo que hice, aunque ahora lo veía como un grave error.
No debí besarla, no debí si quiera acercarme; no podía mantener ese tipo de contacto con ella, no era factible ni correcto y no podía volver a repetirse; pero el detalle era que no entendía ni siquiera porque había sucedido en primer lugar y el no saber eso era un problema.
No tenía ganas de regresar al hotel, así que fui por mi auto y comencé a conducir sin rumbo fijo; no conocía mucho la ciudad, pero podía guiarme o al menos eso pensaba los primeros minutos hasta que terminé perdido en medio del tráfico.
Francamente este día estaba siendo cada vez peor y no íbamos ni por la mitad; respiré con cansancio y conduje durante un par de minutos más tratando de ubicarme hasta que finalmente me di por vencido y estacioné frente a una especie de cafetería con aire victoriano.
Entré al lugar y me senté en una de las mesas de la ventana, pedí un café cargado y me quedé observando el lugar; el café me ayudaba a concentrarme, pero no era suficiente para lograr despejar mi mente; unos minutos después mi celular comenzó a sonar y no tardé en responder.
- Hola papá – dije con cansancio
- ¿Cómo fue todo con la reunión? – preguntó sin responder a mi saludo
- El señor Pemberton designó a su hija para que se encargara de todo el asunto
- Nunca deja de sorprenderme – dijo refiriéndose al señor Pemberton – Pero que lo haya hecho es conveniente para nosotros; espero que al menos puedas encargarte de esa niñita
Mi padre siempre se comportaba de ese modo, siempre era despectivo conmigo y me recordaba que no estaba ni cerca de alcanzar sus expectativas, aunque bueno... si lo pensaba con cuidado, mis acciones habían colaborado a que su actitud hacia mí, fuera esa.
Por eso esta vez no podía decepcionarlo, necesitaba demostrarle que podía hacerme responsable y cumplir con lo que me había ordenado, necesitaba probarle a él y a mí que era un digno heredero de nuestro apellido y no podía permitir que nada interfiriera.
- Me haré cargo – respondí
- Eso espero – dijo con dureza – Llámame si ocurre algo
- Por supuesto – acepté – Saluda a mamá de mi parte
Mi padre terminó la llamada y me recargué en el asiento sintiéndome mucho más agobiado que antes; cada vez que hablaba con mi padre, me sentía de ese modo, como si fuera insuficiente y todo lo que yo hiciera, estuviera mal.
Durante mi infancia, tuve siempre dos grandes fuerzas que a veces se contrariaban; por un lado, estaba mi padre; él era estricto, rígido y perfeccionista, sentía un gran valor por la familia, pero eso no quitaba el hecho de que siempre me presionaba y me daba entender que jamás sería suficiente; luego, al otro lado de todo se encontraba mi madre, una mujer amorosa, dulce, con un carácter fuerte e impetuoso, pero con un gran corazón.
Cuando mi padre era duro, mi madre era suave; cada vez que él se enojaba conmigo mi madre estaba ahí para apoyarme e inclusive cada vez que me metía en problemas al crecer o ahora, ella seguía creyendo en mí y protegiéndome.
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LEGADO
Novela JuvenilDos familias llenas de poder y riqueza Dos familias que siempre estuvieron en contra Y dos herederos que no saben perder Alexandra Pemberton nunca ha recibido un No por respuesta y no existe nada ni nadie a quien ella no pueda doblegar Lucca Andre...