LUCCA ANDREOTTI
Han pasado varios días desde nuestra fiesta y cada momento libre que tenía lo pasaba con Alexandra ya fuera yendo a comer, paseando por la ciudad o simplemente pasando el tiempo en la antigua casa de su madre que se había convertido en nuestro pequeño refugio libre de todos los problemas.
Cuando estaba junto a Alexandra, me sentía en casa y cada segundo a su lado era maravilloso en muchos aspectos, pero no todo era color de rosa ya que cada vez faltaba menos para que la decisión con respecto al negocio de los hoteles Golden fuera tomaba y cualquiera que fuera el resultado, habría problemas.
Había insistido a mi padre para que regresara Roma e intenté de todas las maneras posibles hacerle entender que yo podía ocupar de este negocio, pero era un hombre demasiado testarudo y controlador, así que, a pesar de mis esfuerzos, él seguí aquí, haciendo lo que hacía mejor; torturarme.
Su odio por los Pemberton lo consumía e intentaba traspasarme ese mismo odio, pero al no lograrlo, solo me atacaba; mi madre hacia el intento de aligerar las cosas entre nosotros y discutía con mi padre por la actitud que estaba tomando conmigo, pero francamente yo sabía que él no iba a cambiar; quizá en otro tiempo fue joven e idealista, con una moral clara y un deseo honesto de cambiar las cosas, quizá en otro tiempo él también lucho contra este odio sin sentido y trató de ser mejor que su padre, pero lamentablemente de alguna forma que tal vez nunca podré entender, el resentimiento, el desprecio y el odio terminó consumiéndolo dejando solo a un hombre capaz de hacer lo que sea con tal de conseguir ganarle a sus enemigos.
Todos los días era el mismo discurso, "Ellos son el enemigo, Lucca... deja de dudar... ella te está manipulando... pon en orden tus prioridades... piensa en la familia..."
Todos los días escuchando una y otra vez sus razones para detestar a los Pemberton y como estaba decepcionado de mí por casi cualquier cosa, todos los días era lo mismo con él y francamente no veía la hora de que volviera a Italia, aunque sin duda extrañaría mucho a mi madre.
- No te muevas – escuché decir a Alexa y volví a la realidad
- ¿Qué? – pregunté confundido
- Te estás moviendo y así no puedo dibujarte – dijo y sonreí
Llevábamos casi dos horas en la casa de su madre y hace al menos cuarenta minutos Alexa decidió que quería dibujarme, petición a la que claramente no pude negarme, aunque la verdad, me encantaba ver ese brillo en sus ojos y como fruncia el ceño cuando algo no le quedaba como quería.
- ¿Puedo ver? – pregunté y ella negó mientras sonreía
- Aun no está listo
- ¿No puedo ver ni un poco?
- No – dijo haciendo un puchero que la hacia ver adorable
- Pero...
- No acepto objeciones
- Ya te dije que te ves hermosa hoy – solté y su sonrisa se hizo más grande
- Sí, pero me encanta escucharlo
Alexa se acercó sentándose en mi regazo lo que me sacó una sonrisa y mientras que con una de mis manos rodeaba su cintura, con la otra acerqué su rostro al mío para besarla.
Sus labios eran tan suaves y tan delicados que tocarlos me hacia sentir afortunado, la calidez de su cuerpo me embriagaba y la sensación que producía en mi pecho el tenerla en mis brazos hacia latir mi corazón con más fuerza; era como si su sola presencia despertara todos los sentimientos que no creía poder sentir.

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LEGADO
Teen FictionDos familias llenas de poder y riqueza Dos familias que siempre estuvieron en contra Y dos herederos que no saben perder Alexandra Pemberton nunca ha recibido un No por respuesta y no existe nada ni nadie a quien ella no pueda doblegar Lucca Andre...