LUCCA ANDREOTTI
Habían pasado cinco días desde que vi a Alexandra por última vez y estaba desesperado; desde el preciso momento en que se marchó para hablar con su padre, la preocupación se manifestó y poco a poco empecé a perder el control; no podía comunicarme con ella y la presión de los reporteros no ayudaba, pero antes de cometer una locura, conseguí comunicarme con su amigo, aunque eso tampoco me tranquilizó.
Había llamado a Noah Bogani al menos diez veces al día y lo único que sabía con certeza era que Alexa no se encontraba nada bien; al parecer había tenido un enfrentamiento muy fuerte con su padre y estaba encerrada en su habitación, acostada en la cama sin querer probar alimento y por más que Noah intentó animarla, obligarla y persuadirla, nada daba resultado.
Necesitaba verla, estar a su lado y apoyarla, necesitaba escuchar su voz y saber como estaba, pero era casi imposible llegar hasta ella y Noah había dejado bastante claro que era una locura; pero no podía seguir esperando que las cosas mejoraran, no podía seguir lejos de ella y aunque fuera una locura, estaba dispuesto a correr cualquier riesgo.
- ¡Estás loco! – gritó Noah y rodé los ojos con cansancio
- Sí, eso ya lo dijiste como cincuenta veces
- Pues parece que no lo entiendes
- Tengo que verla
- ¡¿Tienes una idea de lo que pasará si alguien te descubre?!
- Acabas de decir que ella no reacciona y que nada está ayudando
- Sí... pero...
- No – declaré con seriedad – No seguiré esperando, necesito verla
- Es una locura – repitió y bufé molesto
- Locura o no, voy a hacerlo
- Si su padre te encuentra ahí...
- Su padre es el culpable de que ella esté así
- Bueno... las cosas no son tan simples...
Claro que las cosas eran así de simples; ella estaba asustada de la reacción de su padre y lo que sea que él le haya dicho ese día, ocasionó esto, así que al único que podía culpar era a él.
- No entiendo cómo puedes defenderlo – dije molesto
- No lo estoy defendiendo, pero no podemos sacar conclusiones a la ligera
- Él le hizo esto
- Eso no lo sabes
- ¡Reacciona! ¡Es su culpa!
- ¡Es su padre!
- ¡¿Y eso que importa?! – grité perdiendo la paciencia – ¡Aunque sea su padre, no tiene derecho a tratarla mal o decirle Dios sabe que!
- ¡Tienes razón! ¡Pero ya está hecho! ¿De qué sirve buscar culpables?
Era cierto, de nada servía buscar un culpable en este momento, pero, aun así, no podía contener la rabia; ¿Porqué los padres siempre se creen con derecho a tratar a sus hijos tan mal? ¿Cómo pueden decir que es por su bien? ¿Cómo pueden llamarlo enseñar, cuando solo es amedrentar y herir? ¿En qué momento se volvió tan normal tener ese trato hacia un hijo?
- Si en verdad quieres ir... necesitamos un buen plan – declaró Noah y asentí
- Uno muy bueno

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LEGADO
Teen FictionDos familias llenas de poder y riqueza Dos familias que siempre estuvieron en contra Y dos herederos que no saben perder Alexandra Pemberton nunca ha recibido un No por respuesta y no existe nada ni nadie a quien ella no pueda doblegar Lucca Andre...