CAPÍTULO 23

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LUCCA ANDREOTTI

Habían pasado cinco días desde que vi a Alexandra por última vez y estaba desesperado; desde el preciso momento en que se marchó para hablar con su padre, la preocupación se manifestó y poco a poco empecé a perder el control; no podía comunicarme con ella y la presión de los reporteros no ayudaba, pero antes de cometer una locura, conseguí comunicarme con su amigo, aunque eso tampoco me tranquilizó.

Había llamado a Noah Bogani al menos diez veces al día y lo único que sabía con certeza era que Alexa no se encontraba nada bien; al parecer había tenido un enfrentamiento muy fuerte con su padre y estaba encerrada en su habitación, acostada en la cama sin querer probar alimento y por más que Noah intentó animarla, obligarla y persuadirla, nada daba resultado.

Necesitaba verla, estar a su lado y apoyarla, necesitaba escuchar su voz y saber como estaba, pero era casi imposible llegar hasta ella y Noah había dejado bastante claro que era una locura; pero no podía seguir esperando que las cosas mejoraran, no podía seguir lejos de ella y aunque fuera una locura, estaba dispuesto a correr cualquier riesgo.

-        ¡Estás loco! – gritó Noah y rodé los ojos con cansancio

-        Sí, eso ya lo dijiste como cincuenta veces

-        Pues parece que no lo entiendes

-        Tengo que verla

-        ¡¿Tienes una idea de lo que pasará si alguien te descubre?!

-        Acabas de decir que ella no reacciona y que nada está ayudando

-        Sí... pero...

-        No – declaré con seriedad – No seguiré esperando, necesito verla

-        Es una locura – repitió y bufé molesto

-        Locura o no, voy a hacerlo

-        Si su padre te encuentra ahí...

-        Su padre es el culpable de que ella esté así

-        Bueno... las cosas no son tan simples...

Claro que las cosas eran así de simples; ella estaba asustada de la reacción de su padre y lo que sea que él le haya dicho ese día, ocasionó esto, así que al único que podía culpar era a él.

-        No entiendo cómo puedes defenderlo – dije molesto

-        No lo estoy defendiendo, pero no podemos sacar conclusiones a la ligera

-        Él le hizo esto

-        Eso no lo sabes

-        ¡Reacciona! ¡Es su culpa!

-        ¡Es su padre!

-        ¡¿Y eso que importa?! – grité perdiendo la paciencia – ¡Aunque sea su padre, no tiene derecho a tratarla mal o decirle Dios sabe que!

-        ¡Tienes razón! ¡Pero ya está hecho! ¿De qué sirve buscar culpables?

Era cierto, de nada servía buscar un culpable en este momento, pero, aun así, no podía contener la rabia; ¿Porqué los padres siempre se creen con derecho a tratar a sus hijos tan mal? ¿Cómo pueden decir que es por su bien? ¿Cómo pueden llamarlo enseñar, cuando solo es amedrentar y herir? ¿En qué momento se volvió tan normal tener ese trato hacia un hijo?

-        Si en verdad quieres ir... necesitamos un buen plan – declaró Noah y asentí

-        Uno muy bueno

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