ALEXANDRA PEMBERTON
Me levanté muy temprano por la mañana y me preparé para salir a desayunar con Lucca, ya habían pasado un par de días desde que se enviaron las propuestas para el negocio de los hoteles Golden, así que mis preocupaciones habían disminuido, así como mi carga de trabajo por lo que justo ahora me sentía más relajada y feliz.
Lucca y yo pasaríamos el día entero juntos, desayunaríamos en un hermoso restaurante, iríamos a una galería de arte que tenía una exposición que nos interesaba ver y por la noche, asistiríamos a la ópera del Royal Ballet para ver una de las obras más emblemáticas de la historia, "El lago de los cisnes".
Estaba emocionada, incluso más que eso; no podía esperar para ver a Lucca y desde que mis ojos se abrieron, una sonrisa había iluminado mi rostro; ¿Cómo alguien podía ser capaz de provocar una reacción así en otra persona? ¿Cómo el solo pensar en él provocaba que mi corazón latiera sin control? ¿Cómo podía hacerme sentir que el cielo estaba a mi alcance? Sin duda los sentimientos no eran algo que se pudiera comprender, pero ya no me importaba descubrir porque sentía lo que sentía, justo ahora solo quería sentir el amor de Lucca y demostrarle lo mucho que yo lo amaba.
- Buenos días principessa – dijo y me acerqué rodeando su cuello mientras él me tomaba por la cintura
- Buenos días – respondí y dejé un beso en sus labios
Habíamos planeado con cuidado nuestro día para asegurarnos de no llamar mucho la atención y evitarnos de cierta forma que los rumores volvieran a surgir, aunque el riesgo seguía existiendo y por más cuidado que tuviéramos, no había certeza absoluta de que todo saliera bien, pero bueno, estar juntos valía el riesgo.
Una vez que llegamos al restaurante, me sorprendí al notar lo bonito que era, ciertamente era pequeño y nunca había venido antes, pero tenía una belleza muy particular; las paredes estaban decoradas con un tapiz celeste que se veía antiguo y colgadas se encontraban varias pinturas que de inmediato llamaron mi atención.
Los lienzos se veían desgastados y los colores envejecidos, pero cada pintura conservaba ese detalle que la hacia única; ese pequeño detalle que no se puede expresar con palabras, pero que está ahí y que te provoca una sensación extraña en la piel.
- Son preciosos – murmuré acercándome a uno de los cuadros
- Descubrí este lugar por casualidad y pensé que te gustaría
- Me encanta – admití con una sonrisa
El lugar era sencillamente perfecto, todo el arte, la suave música de fondo y las personas que sonreían con sinceridad, todo era muy diferente a lo que normalmente se veía en la caótica ciudad; pero francamente, me encantaba.
Tomamos asiento en una de las mesas y ordenamos unos panqueques con frutas junto a un poco de café, además de unos pastelillos que nos habían recomendado y comenzamos a conversar con tranquilidad.
Lucca me hacía reír y también conseguía que me sonrojara con la misma facilidad, cuando estábamos juntos las cosas fluían con naturalidad y todo se sentía bien, como si así debiera ser, como si estuviera destinado a pasar.
Nosotros no teníamos conversaciones cortas, podíamos hablar de átomos, de magia, de la razón de la existencia, podíamos hablar de la inmensidad de la galaxia, de poesía, arte, ciencia y todos los temas de los cuales ya casi nadie habla; con él podía hablar de mis miedos y al mismo tiempo reconfortarlo por los suyos; con él todo era profundidad y eso se sentía realmente especial.
Cuando Lucca me sonreía no solo lo hacía con sus labios si no que todo su rostro sonreía, desde sus ojos, hasta sus mejillas y eso siempre conseguía hacerme sonreír, pero cuando él me miraba, la sensación era diferente, mi piel se erizaba y el aire desaparecía de mis pulmones, era como si una corriente me recorriera y cada centímetro de mi cuerpo reaccionara, era como si todo se sintiera con mucha más intensidad.

ESTÁS LEYENDO
LEGADO
Dla nastolatkówDos familias llenas de poder y riqueza Dos familias que siempre estuvieron en contra Y dos herederos que no saben perder Alexandra Pemberton nunca ha recibido un No por respuesta y no existe nada ni nadie a quien ella no pueda doblegar Lucca Andre...