EPÍLOGO

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ALEXANDRA PEMBERTON

Pasó un día, luego otro y otro, pero el dolor no se desvanecía; cada noche el insomnio me atacaba y las lágrimas volvían a empañar mis ojos, no me sentía mejor y era incapaz de sonreír; Noah se quedó a mi lado todo el tiempo, consolándome e intentando que sonriera, pero nada funcionaba, porque no solo tenía el corazón roto, era como si todo mi cuerpo me doliera.

Después de una semana, decidí regresar al trabajo en un intento de mantener mi mente ocupada, pero me sentía vacía y todos podían notarlo; casi no comía y lo que llegaba a comer me producía tanto asco que terminaba vomitándolo; estaba agotada tanto física como emocionalmente y ya no podía resistir más, pero cuando me desmayé frente a Noah, eso lo alarmó tanto que inclusive yo comencé a preocuparme.

-        No puedes seguir así – dijo exaltado – Iremos al médico de inmediato – decretó y negué

-        Solo no he comido bien

-        Exacto, no comes y cuando lo haces, lo vomitas, además tus mareos y este desmayo...

Cuando Noah empezó a enumerar mis síntomas, mi cabeza hizo click en una posibilidad que no había considerado e inmediatamente busqué mi celular para revisar la fecha de mi último periodo, pero en cuanto lo vi, se me fue el aliento.

-        Alexa – me llamó Noah al ver que estaba paralizada – Alexa, ¿Qué sucede? ¿Te sientes mal? ¿Alexa? – repitió

-        Yo...yo... podría...

-        ¿Podrías qué? – preguntó

-        Podría estar embarazada – respondí y mi respiración comenzó a acelerarse

No podía ser, no ahora, no cuando todo era un desastre

-        Alexa... - repitió Noah y me movió con suavidad obligándome a reaccionar

-        Necesito que compres pruebas de embarazo, ¡Ahora! – pedí al ver que no se movía y al escucharme, prácticamente salió corriendo de la habitación

Estaba al borde de un ataque de ansiedad; ¿Cómo no lo había pensado antes? Yo siempre me cuidaba y llevaba un registro de todo, pero no podía recordar exactamente cuando había tomado la última pastilla anticonceptiva y no tenía nada anotado, ¿Cómo pude ser tan descuidada?

Cuando Noah regresó, yo estaba en pánico, le arrebaté la bolsa de la farmacia de la mano y de inmediato me adentré en el baño; seguí las instrucciones con cada prueba que Noah había traído y una vez que terminé, las dejé a un lado, me lavé las manos y esperé a que estuviera listo el resultado. 

Mi ansiedad no hacia más que aumentar y cada segundo me parecía una eternidad; estos eran los cinco minutos más largos de mi existencia y cuando el tiempo por fin terminó, me acerqué a ver el resultado y dejé de respirar.

Dos rayas... dos... eso significaba

POSITIVO

-        ¿Alexa? ¿Alexa? – comenzó a llamarme Noah, pero era incapaz de hablar – Alexa, voy a entrar – declaró y la puerta se abrió

Noah se acercó hasta donde estaba y por sobre mi hombro vio el resultado de las pruebas de embarazo.

-        Todo estará bien

-        Estoy embarazada – dije y el pánico se apoderó de mí

-        Alexa, tienes que calmarte – pidió Noah sujetándome para que me tranquilizara

-        Yo no puedo... yo... - empecé a tartamudear mientras el miedo me consumía

Estaba embarazada y Lucca se había ido

Estaba embarazada y estaba sola

-        No estás sola – dijo Noah como si leyera mis pensamientos – Me tienes a mí y tienes a tu padre, nunca estarás sola; tú y tu bebé jamás estarán solos, te lo juro

-        ¿Cómo se lo diré a mi padre? – murmuré

-        Lo haremos juntos y pase lo que pase, estaré ahí para ti

-        Ahora si necesito ir al médico

-        Definitivamente – respondió Noah y una pequeña sonrisa apareció en mis labios

Saqué una cita para el día siguiente con mi ginecóloga y llamé a mi padre para pedirle que viniera cuanto antes a casa, cosa que hizo de inmediato y una vez que estuvo frente a mí, me armé de valor y le conté la verdad.

Tenía miedo de su reacción, pero después de escucharme, solo me abrazó y me reconfortó; él iba a apoyarme, no me dejaría sola y eso era lo único que yo necesitaba.

-        ¿Se lo dirás? – preguntó mi padre y Noah me dirigió una mirada cargada de preocupación

-        Él decidió irse, dijo que fuimos un error... – respondí con la voz algo rota, pero no me permití volver a llorar – Tendré a este bebé y lo amaré con todo mi ser, es mi bebé, no dejaré que nadie lo lastime, no es un error...

-        Bien – respondió mi padre y me sonrío con dulzura mientras que Noah tomaba mi mano y la estrechaba

Se acabaron las lágrimas, se acabó el dejarme vencer por el dolor; era cierto, Lucca me abandonó y eso dejó mi corazón en pedazos, pero encontraría la forma de sanar, no solo por mí, si no también por mi bebé, porque el merecía todo el amor que yo pudiera darle.

Quizá nunca podría reparar lo que él rompió, tal vez nunca sería capaz de volver a bajar mis defensas, quizá nunca volvería a sentir lo que sentía por él; teníamos tantos planes, tantos sueños y todo se derrumbó, pero era momento de levantarme, era momento de ser fuerte, por mí, por las personas que amaba y por este bebé que era producto del amor más sincero y fuerte que pude sentir.

Así que mantuve la cabeza en alto y sonreí, porque ningún dolor iba a destruirme, después de todo, era Alexandra Charlotte Pemberton, la heredera más hermosa, inteligente y poderosa de Europa.

Se acabó la inocencia, la dulzura y la debilidad, ahora sería la única en tener el control, honraría mi apellido y enaltecería mi nombre; no volvería a permitir que me lastimaran, no volvería a caer, las cosas habían cambiado para siempre.

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