Me casare con ella

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Una semana después, Neil había conocido todos los músculos de su cuerpo. él podría jurar que era así, ya que todo el cuerpo le dolía.

El campo militar al que llegó, en realidad era un campo en construcción. La fecha calculada, para inaugurar Fort Buenaventura, en Utah, estaba programada para dentro de dos años. Sin embargo, la premisa de la guerra y la amenaza latente, de que los Estados Unidos de Norteamérica podía entrar en el conflicto bélico, obligaron a que las fuerzas armadas, aceleraran la construcción de la base militar.

Y que mejor mano de obra, que la de jóvenes reclutas, dispuestos a aprender todos los oficios, para servir a su país.

Cuando Neil se registró, desató todo un alboroto, ya que no quería cortarse el cabello. su conducta no mejoró mucho, la mayoría de las veces contestaba con temor, otras con enojo, y otras ni siquiera contestaba, ganándose el peor de los castigos.

– ¡Y ESTO ES LO QUE SE GANAN, CUANDO ALGUNO DE USTEDES, NIÑAS, ¡NO CONTESTAN COMO SE DEBE! – Gritaba el sargento Jackson a los demás soldados, apoyando con fuerza su bota militar sobre la espalda de Neil, mientras este hace lagartijas en el lodo.

– ¡SÍ SEÑOR! –Respondieron todos los soldados, incluyendo Neil – ¡S-sí Señor!

Simplemente, Neil no era de los que seguía órdenes, o de los que sabía algún oficio, o de los que toleraba la frustración.

Durante su primera semana, el joven Leagan tuvo que aprender a despertarse temprano, a hacer ejercicio físico intenso, a cortar madera, a usar el martillo, a instalar tubería, a arar la tierra, a sembrar, a alimentar a animales de granja, a lavar platos, a lavar ropa, a cocinar (incluyendo no quemar la comida, o cortarse con el cuchillo), a tender su cama, lavar baños, barrer, trapear, planchar su uniforme, pulir sus zapatos, a no cortarse mientras se afeitara , etc.

Incluso, cortarse las uñas, era algo nuevo para él. Siempre había una sirvienta a su disposición, que le ayudaba con su arreglo personal, por lo cual se vio severamente afectado en esas primeras semanas.

Además, Neil conoció nuevas sensaciones, que antes ignoraba. Aprendió a tener mucha hambre, a tener mucho frío, a sentir mucho sueño en las noches y a dormir agotado, hasta que el toque de la trompeta, les indicaba el amanecer de un nuevo día, a las 04:30 de la mañana, era el amanecer.

No obstante, la esencia de Neil se mantenía. A pesar de que muchos soldados, a estas alturas, ya tenían amigos, Neil mantenía su distancia, evitando relacionarse con cualquiera, a quien no consideraba de su clase – Hola Leagan, ¿cómo estás? – Llegó un joven de cabellos castaños claros, ojos verdes y lentes, cargando una charola con comida, sentándose junto a él.

Neil no respondió, solo asintió con la cabeza y continúo comiendo. La única razón por la que Neil no protestaba, era porque el joven que lo acompañaba, era sobrino del expresidente Theodore Roosevelt, y aunque su nombre era Oswald Brown Roosevelt, le apodaban "Teddy", como su tío.

– ¡Oye Teddy! – Desde otra mesa, le gritan un grupo de soldados – ¡No deberías de sentarte solo con las niñas, ven y come con nosotros!

Momentáneamente, Leagan dejo de comer y apretó el tenedor, sin voltear a verlos – ¡No estoy solo, estoy con mi buen amigo Leagan! – Les responde Teddy – No les hagas caso Neil, pero creo que ya deberías de intentar relacionarte por aquí.

– No estaré aquí por mucho tiempo– respondió Neil – Pronto mi familia...

– Vendrá por ti – Teddy finalizó por él – Vamos Leagan, llevas diciendo eso desde hace tres semanas, y tu familia ni siquiera te ha escrito – Teddy empieza a comer – Creo que deberías de olvidarte de eso.

Reencuentro en el vértice Donde viven las historias. Descúbrelo ahora