El hijo del Káiser

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El sol estaba ocultándose en el horizonte.

Con cierta nostalgia, el duque de Grandchester miraba a la lejanía.

Desde la cima de la colina donde se encontraba podía apreciarse gran parte de la creciente ciudad de Quedlinburg, a pesar de haber estado allí en múltiples ocasiones, nunca había reparado en la belleza del paisaje, pero hoy se sentía diferente, y es que en ese momento se encontraría con la única persona que podría cambiar su vida...

Con algo de molestia y pesar, se reprochó su impulsividad.

¿En que demonios estaba pensando cuando le creí a Terius que si quería ser un duque?

Por mucho que se esforzara, nunca podría darle como actor ni de lejos una vida como la que ella acostumbraba a llevar.

Candy no era una chica interesada, y en cientos de ocasiones le había dejado bien claro lo poco que le importaban los bienes materiales.

Aún así, Terius no deseaba condenarla a una vida como la que él llevaba.

Quizá lo mejor hubiera sido retractarse de su propuesta...

Pero si lo hacía, tendría que alejarse para siempre sabiendo que algún día ella se convertiría en la esposa de alguien más y eso era algo que Terius no podría soportar...

-Murio en sus brazos... y Terius envenenado... ¡por culpa del bombardeo Alemán!

Los sombríos pensamientos del duque se vieron bruscamente interrumpidos cuando de pronto escuchó el ruido de la hierba al moverse, puso la mano sobre su cinturón, listo para desenfundar su arma en cualquier momento, sin embargo, se relajó de inmediato cuando reconoció las delicadas pisadas sobre el césped... esas que reconocería en cualquier parte.

-Simons... ¿ubicaste al hijo del Káiser?

-Si su excelencia.

-¡Es hora!

...

Caminaron juntos en la penumbra, siempre cuidando no ser vistos.
Se detuvieron frente a lo que parecía ser una enorme y antigua casa.

- Espera aquí. - le dijo.

Albert miró hacia todos lados para cerciorarse de que nadie los había seguido.
Sólo entonces condujo a su acompañante al interior del edificio.

Allí los recibió un joven muy educado, que los saludó.

-¿dónde estamos? Creí que iríamos a buscar los boletos. - dijo ella.

Albert tomó el rostro de Candy entre sus manos.

-Escucha Candy... Yo... no puedo hacer ésto... al menos no de ésta manera. - dijo.

Él rostro de Candy se llenó de dolor por las palabras que Albert acababa de decir, pero entonces vio cómo el ponía una rodilla en el piso.

-Sé que no es lo más romántico, ni mucho menos lo que tú te mereces pero es la forma como debí hacerlo desde el principio...

Candice White Müller ¿te casarías conmigo?

Candy sintió que su pecho estaba a punto de explotar de felicidad.

-Por supuesto que sí...

Albert se puso de pie y la besó colocando en su dedo el anillo de compromiso.

En ese momento apareció un chiquillo que los miró con curiosidad, pero que se limitó a decir.

- El padre los recibirá en un momento. - dijo, dejándolos en una pequeña sala para luego volver con una bandeja con bocadillos y té.

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