Hospital de Quedlingburg 2

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Aquel día, me levanté tarde luego de mucho tiempo. Al no tener otro trabajo que hacer, salvo probar la comida del Káiser, nos dieron cierto descanso.

En la noche, reunidas, pensábamos que nos irían a sacar de ahí para el desayuno, aunque al parecer el susodicho prefería ayunar.
Cual fuera la razón, nos daba un poco más de tiempo. Sin embargo, los soldados volvieron a aparecer y entraron para recoger a la hermana de Greta. Al parecer, ese trabajo extra no influenciaba mucho en su caso. Su rostro claramente reflejaba su odio y repulsión por ese lugar. Una vez intentó defenderse, pero Greta se lo impidió para no perder a otra más de su familia. Aun así, era consciente de que en cualquier momento ella diría basta. Era la primera vez que seguía a los soldados sin decirles nada, como si estuviera planeando algo en su mente. Ella agachó la cabeza en modo de despedida, marchandose detrás los soldados.

Esperaba que no cometiera alguna locura.

El resto de nosotras, nos reunimos en la zona
norte de la instalación para recoger el
desayuno.
No se comparaba al majestuoso almuerzo, pero era suficiente para nosotras. No esperamos a llegar a nuestra área de enfermería, comíamos mientras caminábamos, no podíamos desperdiciar el tiempo.
Ya estábamos por llegar cuando se escuchó un disparo afuera del pabellón, seguido de unos gritos. Reconocí de inmediato la voz de Greta, así que apresure mis pasos hacía una de las ventanas. Antes de acercarme, cerré mis ojos por un segundo para prepararme para lo que iba a ver. Lo primero que apareció en mi vista fue una gran mancha oscura en el suelo. Me acerqué un poco más, y pude divisar un cuerpo delgado que había recibido una bala a la altura del corazón. Su cabellera castaña se había tornado escarlata debido a la pérdida de sangre, pero su rostro se veía en paz. La sonrisa de aquella muchacha se quedó en mi memoria, al igual que sentí pena por Greta, acababa de perder a otra de sus hermanas en sus propios ojos.
Ella, aun en shock e histérica, luchaba con uno de los soldados que la sujetaba para acercarse a su hermana. No hubo lágrimas en su rostro, salvo
desesperación y sosiego. El resto de su grupo.
se quedó observando aturdidas sin saber cómo reaccionar a diferencia de Greta.
De pronto, otro soldado que estaba rondando por ahí, irritado por la conducta de mi compañera, le propinó un golpe en la cabeza con la parte trasera de su arma.
El golpe fue tan fuerte, que ella cayó inconsciente. Los dos soldados intercambiaron palabras, y se marcharon con el resto del grupo.
Dejaron el cuerpo ahí, como si se tratara de una simple basura sin importancia. Mientras a Greta, se la arreglaron de algún modo para cargarla.

Me alejé de la ventana de prisa y caminé para quitarme aquella imagen de la cabeza. Era una extraña sensación ver a alguien morir cuando hacía poco tiempo había compartido tiempo juntos.

Incluso recordé las palabras que había dicho el día anterior, lo que me hizo creer que ella ya se estaba preparando para ese momento.

Caminé por los pasadizos hasta no saber dónde estaba y llorar.

Por más fuerte y valiente que quería ser, el miedo me carcomía por dentro, era más fuerte que yo. No sabía exactamente porque lloraba, si era por el horror que veía, o la suerte
que tenía de seguir viva.

Las lágrimas simplemente no dejaban de salir.

Al tratar de calmarme, alguien toco de mi hombro.
Asustada, giré tratando de defenderme, pero solo conseguí quedarme quieta, observando a la persona.

El soldado Hawthorne había vuelto a aparecer por esos pasadizos. Lucía un poco diferente, quizá por su nuevo corte o porque recién noté aquel tono azul de sus ojos.

Eran del color del cielo, claros y serenos, me recordó los ojos de Albert.
El soldado me hablaba sin dejar de mirarme a los ojos, pero no lograba entender lo que decía. Me sentía como si estuviera aislada dentro de una burbuja.

Reencuentro en el vértice Donde viven las historias. Descúbrelo ahora