Italiano, Aleman, Ingles, Frances.

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-Precisamente esto es lo que queria pedirles

-Nos haremos cargo de ellas y las conduciremos a la isla. Pertenece usted al 206, ¿verdad?

-Yo soy americano.

¡No! -Ya lo creo, americano. ¿Creia que era italiano? Hemos tenido italianos en una de muestras unidades.

-Seria una suerte si usted pudiera hacerse cargo de las ambulancias -dije -Las cuidaremos bien.

Se incorporó

-Este muchacho estaba empeñado en que viniera a verle

Golpeó el hombro de Hans. Hans se estremeció, pero sonrió. El inglés se puso a conversar en alemán con gran soltura...

-Todo está arreglado. He hablado con su teniente. Nos llevaremos las dos ambulancias. No se preocupe. -Añadió-: Hemos de intentar sacarlos de aqui. Voy a ver los médicos jefes. Los llevaremos con nosotros.

Se dirigió al puesto de socorro, caminando con cuidado entre los heridos. Vi que se levantaba la cortina. Apareció la luz y él entró

-Se ocupará de usted, teniente -dijo. -¿Cómo se encuentra usted?

-Bien.

Se sento junto a mi. Momentos después la cortina se levantó. Dos camilleros entraron,
seguidos por el inglés alto.

-Este es el teniente americano-les dijo en italiano.

-Prefiero esperar -dije-. Hay otros más graves que yo. Me encuentro muy bien. -Vamos, vamos -dijo. No se haga usted el héroe. -Añadió en italiano:

-¡Levántenle las piernas con cuidado. Están muy sensibles! Es el hijo legitimo del presidente Wilson.

Me levantaron y me condujeron al puesto. Estaban operando encima de las mesas.
El comandante me miró, furioso,

Ca va bien?

-Ca va

-Yo lo he traido -dijo el inglés alto, en italiano-. Es el hijo único del embajador de los Estados Unidos. Esperaré aqui hasta que puedan atenderlo. Luego, me lo llevare en una de

¡mis ambulancias!-. Se inclinó sobre mi.

-Voy a ver al secretario para que ponga sus papeles en regla. Asi irá más aprisa

Tuvo que agacharse para cruzar el umbral y desapareció. El comandante desmontó sus pinzas y las colocó en una cubeta. Mis ojos no perdian ni una de sus movimientos. Ahora estaba haciendo un vendaje. Después, los camilleros sacaron al hombre de encima de la mesa.

-Voy a atender al teniente americano -dijo uno de los capitanes.

Me colocaron sobre la mesa. Era dura y viscosa. Se notaban fuertes olores, olores de
productos quimicos y el olor dulzón de la sangre. Me quitaron el pantalón y el médico

empezó a dictar al sargento mientras trabajaban

-Múltiples heridas superficiales en ambos muslos, en las dos rodillas y en el pie derecho. Heridas profundas en la rodilla y en el pie derecho. Laceración del cuero cabelludo

tocando:

Le duele? ¡si!.

con posibilidad de leve fractura de cráneo. Herida en cumplimiento de su deber. Esto le librará del consejo de guerra por haberse hecho heridas voluntariamente -dijo. ¿Quiere una copa de coñac? ¿Suicidarse? Suero antitetánico, por favor, y marque una cruz en las dos piernas. Gracias Voy a limpiarlo todo un poco y vendarlo. Su sangre está
coagulando admirablemente

El secretario levantó los ojos del papel.

-¿Qué es lo que ha producido las heridas?

-¿Qué le ha herido? Yo, con los ojos cerrados:

-Un obús.

El médico abriendo las heridas y haciendo cosas que me causaban un gran dolor

-¿Está usted seguro?

Yo - tratando de mantenerme quieto y sintiendo que el estómago se me removía cada vez que

cortaban la carne - Creo que si

El médico interesado por algo que acababa de descubrir

-Fragmentos de obús; si quiere, tantearé si encuentro otros, pero no lo creo necesario. Vamos a embadurnar todo esto. ¿Le pica? Bueno, esto no es nada comparado con lo que va a sentir luego. El dolor aún no ha empezado. Tráiganle una copa de aguardiente. Eso duerme el dolor, le irá bien. Irà bien siempre que no haya infección, pero raramente se produce. ¿Qué tal su cabeza? -Santo Cristo -dije.

-Entonces no beba coñac. Si hay fractura, debemos evitar la inflamación. Y aquí, El sudor se deslizaba por todo mi cuerpo.

-Santo Dios! -exclame

¿le duele?

-Creo que no hay fractura. Lo voy a vendar. Me vendó. Sus manos eran ligeras. Hizo un vendaje ajustado y regular.

-Ya está. Buena suerte, y ¡Vive la France!

-Es americano -dijo el otro capitán

-Oh, yo creia que era francés. Habla francés -dijo el médico- Ya lo conocia. Siempre crei que era francés.

Se tragó media copa de coñac.

-Traigan un herido grave y suero antitetánico. El médico hizo una señal con la mano.

Me levantaron, y, al salir, la cortina de la entrada me rozo la cara. Una vez fuera, el sargento se arrodilló junto a mi.

-Apellido? -pregunto suavemente- Segundo apellido? ¿Nombre de pila? ¿Grado? ¿Lugar de nacimiento? ¿Clase? ¿Cuerpo?, etc. Lo siento por su cabeza, teniente. Deseo que mejore. Le envio a la ambulancia inglesa.

-Me encuentro bien, muchas gracias -dije.

El dolor que me había anunciado el comandante empezó bruscamente y no pude prestar atención a lo que pasaba. La ambulancia inglesa llegó inmediatamente. Me colocaron en una camilla, la levantaron al nivel de la ambulancia y me acomodaron en su interior.
A mi lado, en otra camilla, se encontraba un hombre del cual distinguia, entre el vendaje, su amarillenta nariz. Respiraba pesadamente. Colocaron otras camillas encima de nosotros.

El conductor inglés, el alto, vino a vernos. -Conduciré suavemente. Espero que no estén mal del todo.

Oi que el motor se ponia en marcha, oi al hombre subir a su asiento, oi que soltaba los frenos y embragaba, y arrancamos. Estaba tendido, inmóvil, abandonado al dolor.

A causa de los escombros, la ambulancia subia lentamente. A veces se paraba, otras, en una curva, tenia que retroceder. Por fin pudo acelerar.

De repente algo empezó a gotear sobre mi. Al principio lentamente y después, y poco a poco, se convirtió en un chorro. Llamé al conductor. Se detuvo y miró por la ventanilla a sus espaldas.

-¿Qué le ocurre?

-El hombre de la camilla situada sobre la mia tiene una hemorragia

-Estamos llegando. No podria sacar la camilla yo solo.

Continuó la marcha. El chorro seguia. En la oscuridad no podía distinguir de dónde caia por encima de mi cabeza.

Trate de ponerme de lado para evitar que la sangre cayese sobre mi.

Tenia la camisa caliente y pegajosa donde habia caido la sangre.

Tenia frio y la pierna me dolia tanto que temi desvanecerme. Al cabo de un rato el chorro disminuyó, pero volvió a aumentar y vi removerse la tela sobre mi, al intentar el hombre acomodarse en la camilla

¿Cómo está? -preguntó el inglés- Estamos llegando.

Las gotas caían poco a poco, como una estalactita de hielo al anochecer.
Hacia frió en la ambulancia, en la oscuridad, subiendo la carretera.
En la cumbre, al llegar, sacaron la camilla y colocaron otra en su lugar.

Había muerto...

Reencuentro en el vértice Donde viven las historias. Descúbrelo ahora