Mi amigo Aleman 2

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Con los frentes estabilizándose, Europa quedó surcada por un sinfín de trincheras y alambradas. Las grandes potencias se habían enzarzado en una guerra de desgaste. De hecho, colosales batallas como Verdún (1916) y el Somme (1916) se convirtieron en un sangriento ejemplo de lo que significaba la Primera Guerra Mundial. Cientos de miles de hombres perecían entre el alambre de espino, incapaces de lograr ganancias territoriales significativas.

En el frente turco también se luchaba con fiereza, donde las tropas francesas, británicas, australianas y neozelandesas sufrieron una dolorosa derrota a manos de los otomanos en Gallipoli, en los Dardanelos.

Mientras todo esto sucedía, la industria producía nuevas y cada vez más mortíferas armas con las que hacer la guerra. Así, se introdujeron innovaciones bélicas como la aviación de combate, los tanques y los submarinos. Incluso se utilizó por primera vez armamento químico en forma de gas venenoso.

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Los gases venenosos en la Primera Guerra
Mundial fueron el conjunto de fluidos tóxicos empleados en dicho conflicto bélico. Su uso fue una importante innovación militar. Los gases utilizados iban desde el gas lacrimógeno a agentes incapacitantes como el gas mostaza y agentes letales como el fosgeno. Esta guerra química fue uno de los principales elementos de la primera guerra global y también de la primera guerra total del siglo XX.

La capacidad letal del gas era limitada -solo el 3% de las muertes en combate fueron debidas al gas-, pero la proporción de bajas no letales fue alta, llegando el gas a ser uno de los factores más temidos entre los soldados. Al contrario que la mayoría de las armas de la época, fue posible desarrollar contramedidas efectivas para el gas. De ahí que en las fases finales de la guerra, aunque el uso del gas aumentó, en muchos casos su efectividad disminuyó. Debido al uso generalizado de la guerra química, además de los importantes avances en la fabricación de explosivos de alto poder, a veces se ha calificado a la Primera Guerra Mundial como "la guerra de los químicos".

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Una vez ya reunido todo el grupo de nuevo, nos llevaron a otra área del campamento. Caminamos cerca de dos kilómetros hasta otra gran construcción. Esa a diferencia de la anterior, no tenía ventanas, salvo unos pequeños agujeros en lo alto y solo una puerta de ingreso. Muchos estaban nerviosos de lo que podría ocurrir, ya que no lucía un lugar tan agradable. Yo estaba un poco más tranquilo, no creía que nos matarían tan rápido luego de colocarnos un número de identificación. Ingresamos por la angosta puerta, dejando ver una gran pila de químicos amontonados como una montaña antes de que nos encerraran con llave. Nuestro labor del día sería medir y separarlos en frascos posiblemente, de los que ya estaban apilados en la esquina opuesta.
Habían otras actividades más para nosotros, algunas más crudas que otras, lo que la de los químicos sonaba una opción mejor.

Me deshice de esa idea apenas me acerqué
Me sentí asqueado, todo emanaba un terrible olor, al parecer llevaban un buen tiempo en ese lugar acumulando polvo y lo que parecía ser moho y restos de orina. Con el estómago revuelto, empecé a coger de uno en uno los frascos y los lleve para lavarlos a una zona cercana a la puerta. El jabón que se usaba era demasiado fuerte para mi piel que mis manos sufrieron muchísimo. Cuando terminamos de lavar y llenar todo aquel montón, mis manos estaban rojas e hinchadas. Nunca las había visto de ese modo.

Cuando regresamos a la celda, ya estaba oscureciendo y Alistair y su grupo, también había regresado. Ellos tomaron un camino distinto una vez terminada la primera parada. Esa vez aparecieron con una chica menos. Miré a los ojos de Alistair en búsqueda de una respuesta. El tenía los ojos demasiado hinchados y llorosos, la respuesta era obvia, así que preferí darle su espacio.

Me llamaron, tenia que ir de nuevo, a pesar de que no estaba en las mejores condiciones. Además, el sol estaba en su punto máximo que empezaba a quemar la piel y ni qué decir de las corrientes de viento con polvo y arena. De todos modos, no tuve más remedio que obedecer. Era eso o algo peor impuesto por ellos.

Me dieron dos envases de metal que debían ser llevados a la zona sur del "campo", la cual no habíamos ido hasta el momento. Un soldado se aseguró de darme las indicaciones y enumerar lo que no debía hacer. Solo Asentí, y salí a caminar hasta mi destino junto a otro soldado que iba a esa zona. No esperaba una charla amena, pero la presión era más de la esperada. El soldado mantenía su mano derecha sobre su arma ante la espera de algún error mío, en incluso, parecía tener la intención de aprovecharse de mi mal estado para tener una razón para dispararme. Al final, cuando llegamos a la zona. Él me miró de mala gana, quitándome los envases bruscamente hasta casi tumbarme al piso. Me gritó unas cuantas palabras, y me obligó a irme por el mismo camino. Al menos, no tendría una mirada sobre mí.

A mitad del camino, comencé a sentirme mal. Los rayos del sol quemaban mi cabeza, provocando fuertes dolores de cabezas. Mi visión empezó a disminuir e irritarse por tanto polvo, y ni qué decir del cansancio. Esa ruta era más larga que la anterior, mis piernas ya no daban más por lo que me desplomé. Al momento de caer me apoyé con ambas manos en el arenoso piso, creando nuevas heridas en mis manos, el dolor era lo de menos. De algún modo mis piernas no respondieron en ese momento, por lo que entré en pánico. Ningún soldado debía verme, al menos en esa posición. Así que comencé a arrastrarme hasta un lugar relativamente seguro y con sombra.

Intenté levantarme con la ayuda de un muro, pero mis brazos tampoco fueron de mucha ayuda por lo que me senté en el piso, enterrando mi rostro entre mis piernas. Solo me quedaba esperar, en unos minutos tal vez todo volverían a la normalidad. Sin embargo, escuché pasos acercándose, así que alcé mi cabeza, notando la presencia de un soldado. No podía ver con claridad al recién llegado individuo por el polvo en mis ojos, pero sabía que tenía que salir de ahí. Mientras más se acercaba, más clara era su imagen. El vestía con el mismo uniforme que los demás soldados llevaban puesto y al parecer, tenía rasgos de una persona aria. Al ver que estaba acelerando su pasos hacia mí, intenté en vano moverme. No pude hacer nada, tampoco podía armar un escándalo teniendo en cuenta la posición en la que estaba.

— ¿Qué haces aquí? -Preguntó el soldado una vez estaba cerca.- - ¿Quién eres?

-Como si importara, solo disparé de una vez a mi cabeza -Respondí a secas, mientras miraba el suelo. No entendí que pasó por mi mente en ese momento para responder de esa manera, estaba asustado. Solo tenía que evitar en darle motivos para matarme.-¿Qué espera? -Sin embargo, mi cerebro actuaba a su propia manera. El soldado cambió de posición.

-No pensé que fueras testarudo -Dijo, mientras dejó escapar una leve risa. Yo alcé la mirada hacia él, sin saber qué sucedía. Nuestros ojos se encontraron, los de él era de un tono azul muy claro. Él bajó la mirada por unos segundos, como si tratara de evitar mi mirada- Estás herido , necesitas un poco de ayuda

Fue entonces cuando comprendí que mi padre me había dejado ir...

-¿Como te llamas?

Hans, Hans Von Müller, tenga, estos son mis documentos- el soldado los tomó y se los guardó en su mochila.

-¿El cirujano? -se giró e inmediatamente llamó a otros soldados- Te hemos estado buscando. Tranquilo, desde ahora todo estará bien. Soy Albert...

-Albrecht...Me desmayé.

...

Cuando al fin estuve recuperado, pude darle todas las indicaciones que ellos necesitaban para poder atacar el campo de concentración, la operación fue un éxito y sacaron a muchos prisioneros de guerra que tenían en ese lugar.

Fui llevado como cirujano especialista a Malta, Mientras revisaba todos los prisioneros de guerra encontré a aquel muchacho, Alistair, su estado de salud era bastante estable pero lamentablemente estaba en coma, así que decidí cuidarlo personalmente, él fue el único que hizo mi estadía en ese sitio un poco más llevadera.

Hasta aquella mañana en que vi llegar un ángel al hospital vestida de enfermera.

Reencuentro en el vértice Donde viven las historias. Descúbrelo ahora