Una aparición

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Era de noche. Matt y Flamy estaban a las afueras del pueblo, muy cerca del bosque.

Desde hace ya varios minutos no se cruzaban con nadie, así que la chica decidió quitarse el gorro, liberando así su corto cabello, pero por alguna razón conservó los lentes.

-Oye, ¡Creció un poco! -exclamó Matt tomando uno de los no tan cortos mechones Ya no se ve tan mal.

Flamy lo observó con el ceño fruncido. Él se lo había cortado hace un tiempo.

-¡Dijiste que me quedaba bien! -recriminó.

-Puess... -Matt desvió la mirada- ¡Oh, mira! ¡Un perrito!

Antes de que Flamy pudiera decir algo, alguien tocó su hombro, interrumpiendola:

-Hey, eres Flamy la enfermera del hospital de Chicago -dijo una voz a su espalda.

Flamy volteó encontrándose con el hombre que había visto en la mañana y se quedó congelada en su sitio.

Matt estaba tan distraído observando al perro que incluso había empezado a perseguirlo y no se dio cuenta de la situación.

-Oye Flamy. ¿Me convencerías de tener una mascota? -al no recibir respuesta giró la cabeza hacia ambos lados pero no vio a nadie - ¿Flamy?

"Flamy se me perdió"

¡¿Qué?!

Al girarse vio a Flamy hablando con un extraño.

"Ah, ya la encontré"

"Un momento..."

Lo conozco...

-Candy ya tiene varios meses...

-¿Que es todo eso? - señaló Matt.

Levantamos la cabeza todos al unísono y me di cuenta de que no éramos los únicos que miraban al cielo

- ¿Qué pasará?

Las personas en las casas sacaban su cabeza por las ventanas, otras ya habían salido a la calle para apreciar aquellos "Pájaros enormes". Lo que era alguna vez silencio, se convirtió en una vibración que venía desde el cielo. Los motores de los aviones se comenzaron escuchar en un coro que algunos llamarían celestial. Lo que eran puntos ahora eran la clara imagen de una tropa de aviones que surcaban el cielo. Una mujer de enorme peso había corrido despavorida hacia dentro de su casa y comenzado a gritarle a sus hijos que jugaban pelota en el patio.

-¡Entren a la casa! ¡Vamos, entren!

Y estos habían obedecido.

-Simons mira eso. -dije y señalé.

Los ojos de mi viejo amigo se abrieron y entonces, en un instante, el sonido de los motores fue cubierto por un enorme estallido. La luz se incrementó y una enorme corriente de aire azotó nuestras caras. Y vi una columna de humo elevarse por los cielos. Vinieron los gritos en la lejanía, y el crujir de escombros al caer. Comprendí la intención de aquellos enormes pájaros.

-¡Corran todos! ¡Corran! -Escuché a alguien gritar antes que el caos se desatara.

Los gritos de terror se fusionaron con el trotar de las personas al correr. Todos se espantaron como un panal de abejas y la confusión llegó como las gotas de una tormenta.

-¡Rápido Terry! ¡Vayamos adentro! - Escuché a Simons por encima de los gritos.

Corrimos juntos, aunque, yo no sabía lo que estaba haciendo, ni qué lograríamos con aquello. Un segundo estallido sucedió en la lejanía cuando crucé el umbral de la puerta del hospital. La segunda columna de humo se había levantado por el Este, mucho más cerca de nosotros. El niño había dejado de saltar y se echó a llorar, mientras la mujer, en una acción que no comprendí cubría el cuerpo de su hijo con el suyo, acurrucándose uno a otro al otro lado de la calle.

-¡Corran! -grité.-¡Váyanse de ahí!

Pero no estuve seguro que me hubiesen escuchado. La impotencia me llenó el cuerpo más que el miedo. Quería salir a ayudarles, pero la sombra de los aviones estaba justo encima de nosotros y escuché un tercer estallido violento. Pedazos de escombro rodaron por la calle frente la casa, y muy cerca de la mujer con el chico entre sus brazos. que lloraba.

-¡Entra Terry, rápido! -Simons me llamaba hacia una puerta haciéndome sueñas con sus manos y gritando

Mis ojos escocían, quemaban, no podía respirar, mucho menos ver dónde estaba. Las piernas me comenzaban a fallar y notaba mi andar más torpe. Allá donde intentaba mirar, solamente veía esa espesa niebla blanca amarillenta.

Me precipite hacia el suelo sin poder hacer nada más. Ahí acababa todo, sentía los gritos lejanos y ya lo veía todo opaco...

¿Ese era mi fin?

Quise moverme, buscar una salida, pero no tenía ninguna opción.

La oscuridad era tan densa que no me permitía ver más que a una mujer rubia que se acurrucaba con mi cuerpo.

-Candy...

Escuché los pasos de los cuales supuse, eran de Simons.

Luego que estos se detuvieran, pude escuchar más allá de mi respiración. Los aviones se podían escuchar volar por encima de nosotros, pasaban y luego se alejaban con sus motores chillando. Primero eran los motores, luego, un largo silbido como de una olla de vapor y terminaba con un fuerte estallido.

Tuve miedo, tanto que no era capaz siquiera de imaginarme lo que estaba sucediendo allá afuera.

Tras un par de minutos, vi que se acercó una luz a nosotros. Un soldado cargaba un mechero encendido con él, y pude ver su sudoroso rostro. Se movió a sus alrededores y dijo:

-Terry, ¿dónde estás? ¿Puedes acercarte?

La mujer se abrazó más a mi costado

Lo poco que aquel mechero me permitía ver era como un sótano.

-¿Estás seguro que estamos a salvo aquí? - pregunté a quien se movía por el espacio.

-Aquí no lo estamos. Tenemos que movernos.

-¿Hacia dónde? -pregunté, pero no tuve respuesta.

El siguió buscando algo a su alrededor, se detuvo y dijo:

Descubrí un túnel que nos llevó a un subsuelo, vamos Terry casi todo el hospital está ahí... lo tomó del brazo intentando levantarlo del suelo

Cuando el soldado puso el mechero cerca, lo vi y no me lo pude creer.

-¡Alistair!

-Si Terry vamos, ya te contaré mi historia...

-¡Acaso eres una aparición!... Si alguien me lo hubiese contado, probablemente no lo hubiera creído - pero ahí estábamos -¿Quién haría algo así?

-Eso mismo me pregunté la primera vez que lo vi. Pero lo más seguro es que lo hayan construido a propósito. Este hospital fue creado específicamente para la guerra.

-¿Y tú no interveniste? -pregunté.

-No, te lo puedo jurar, fue una mera y sorpresiva casualidad.

-¿Candy estás bien?
No te esfuerces pecosa... por favor... -Suplicó con su voz quebrada
Pero Candy quien ya estaba en sus últimos momentos se esforzó por terminar de decir...

-Quiero que seas feliz Terry...

Justo después de terminar esa oración Candy cayó en un paro respiratorio en brazos de Terry y momentos después falleció ante un hombre de 23 que abrazaba su cuerpo y lloraba desconsolado como un niño su partida mientras a gritos llamaba al doctor a las enfermeras.

-Paciente: Candice White Ardlay. Fecha de muerte: 5 de Septiembre de 1917 22:00 P.M.

-¡¡¡NOOOO!!!

Reencuentro en el vértice Donde viven las historias. Descúbrelo ahora