Meses atrás...
Me repetí esa frase en mi mente por mucho tiempo. Jamás pensé terminar en una situación como esa por culpa de mi intento de proteger a alguien. Sin embargo, no tuve tiempo para dejar crecer algún deseo egoísta. Lo que vi, hizo que me diera cuenta de todo el sufrimiento y daño que le causaban a las personas por ser "diferentes". Sin importar si eran mujeres, niños o ancianos, todos era la misma plaga que exterminar para ellos.
¿Por qué tanto odio? Me preguntaba constantemente dentro de mí, pero eso no quedó ahí. Lo que más me destrozo de todo fue que la persona más importante en mi vida era parte de ellos. Nunca imaginé a mi padre formando parte de ese grupo, pero me equivoqué como siempre.
Una semana después de un aviso, algunos soldados llegaron a nuestro vecindario en búsqueda de personas, que en su mayoría ya habían huído. El resto que no lo logró, se mantenía oculta, aunque rápidamente fue hallaba y forzada a subir a unos autos grandes que habían traído consigo. Se escuchaban los gritos y llanto de niños que no entendían que sucedía afuera, mientras que yo esperaba mi
turno.Uno de los soldados se acercó al frente de mi puerta y empezó a llamar con fuerza, como si tuviera la intención de romperla si esperaba un segundo más, así que me apresuré en abrirle. No fue un alegre recibimiento ni la más emotiva conversación, solo preguntó mi nombre. Al poco tiempo, ya estaba dentro del camión junto a otros más.
No hubo charlas, salvo un intercambio de miradas que comprendí con perfección. En ese momento me pregunté si había valido la pena haber mentido sobre mi identidad. Sabía de los rumores que comentaban en las noches sobre lo que ocurría al norte del país. Nunca les presté tanta atención, pero en ese momento lo lamentaba de verdad. No estaba consciente del problema en que me estaba metiendo por tonto. No tenía razones para ser aceptado, no era judío, ni siquiera italiano. Era un cirujano alemán que había viajado lejos para resguardarse de la guerra, pero regresaba a otra inclusive peor, solo por asentir a una pregunta.
Después de un largo recorrido encerrados en ese camión, llegamos a un lugar que desconocía por completo; pero se referían a él como un campamento de trabajo. No éramos lo únicos en llegar, ni siquiera los primeros. Había un gran número de personas siendo organizada de acuerdo a sus condiciones, por lo que se veían escenas tristes de despedidas. Observando alrededor, vi a muchas personas lejos de sus hogares, rogando por sus vidas. Ni que decir de los soldados, un gran número de ellos atentos ante cualquier extraño movimiento, calculando todo en su mente sin algún tipo de expresión en sus rostros. ¿A caso era maquinas sin sentimientos? No claro que no, expresaron con mucha naturalidad el asco y odio, así como el orgullo a su nación.
Una vez afuera del transporte, la pesadilla comenzaba a ser más realista. Intenté buscar un lugar seguro para lograr contactarme con alguien, pero fui empujado por un gran grupo de personas hacia otra dirección, justo la que más trataba de evitar. Volví a intentar otra vez, pero fue el mismo resultado, no había escapatoria para mí. Entonces, comencé a recordar a las personas con las que había
viajado y las que posiblemente pudieran estar ahí.Por lo que había oído, habían llegado personas de distintas partes de Italia y Alemania, aunque no especificaban la ubicación del lugar. Tenía un ligero presentimiento. Sin embargo, a la vista de tal multitud, no encontré nadie.
Al final fui obligado a ingresar al campamento a la fuerza con un gran número de hombres y mujeres hasta una instalación. Ahí nos repartieron uniformes a rayas a cada una de nosotros sin importar si era de nuestra talla. Estaba hecho de un material de mala calidad que provocaba que mi piel se irritara y me diera mucha picazón por lo que no me lo quería poner, pero era una norma, y no quería saber qué podría sucederme si me negaba a obedecer.
ESTÁS LEYENDO
Reencuentro en el vértice
FanfictionAlistair quien se había vuelto piloto de combate, muere en la guerra. O eso es lo que parece... No amaba a Candy ni se le ocurría que pudiera amarla. Aquello era casi como el bridge, un juego donde te vas sin decir nada en vez de manejar las cartas...