Una melodía
Alguien tarareaba y luego cantaba, muy cerca de ella.
Abrió los ojos, pero una tela se lo impedía. Todo lo que vio fue oscuridad. Sus manos y piernas estaban amarradas cada una al extremo de una cama. Su corazón empezó a latir desenfrenado en su pecho y sus ojos se llenaron de lágrimas empañando la tela que los cubría al recordar los sucesos que la habían llevado a terminar así.
Los movimientos que realizó para comprobar que estaba inmovilizada fueron lentos, casi impredecibles. Sin embargo, el desconocido junto a ella no había hecho más que observarla sin despegar la mirada un solo segundo y al percibir que Pame se movía, una sonrisa se dibujó en su rostro.
No le esperaba nada bueno, bastaba con prestar atención a la letra de la canción que la persona junto a ella cantaba una y otra vez.
Cuando menos te lo esperes
Te voy a asesinar
Pero no te desesperes
No te quiero asustar
Lento será
Y lo voy a disfrutar
¿No piensas despertar?
Lo vas a recordar
En tus sueños te atormentará
Y jamás terminará
Era una voz que había escuchado antes, tan familiar, pero nunca había escuchado esa letra, ni nada parecido. Tenía un ritmo lento, casi como una canción de cuna. Pero nadie le cantaría eso a sus hijos, eso era seguro.
Pame escuchó pasos alejarse y la puerta cerrándose, se había ido, o al menos eso parecía. Pensó en gritar, pero se dio cuenta de
lo tonto que sonaba eso. Por alguna razón no tenía la boca vendada.
Nadie la escucharía
Tiró de los amarres de sus manos y ahogó un grito de dolor, pues estos no hicieron más que ajustarse. Sus movimientos seguían siendo muy lentos, aún así movió sus brazos un par de veces más, con toda su fuerza, para ver si podía soltarse o aflojar el amarre sin éxito alguno. No podía quedarse allí. Tenía que soltarse, tenía que...
-¡JAJAJAJA!
Una carcajada resonó en todo el lugar. Al instante, la chica se quedó completamente inmóvil y el miedo se apoderó de ella. El desconocido no se había ido. Había observado todo apoyado en la puerta, sin borrar su sonrisa en ningún momento.
-Pame Pame -escuchó la voz con una nota de diversión y pasos acercandose lentamente. El colchón se hundió unos segundos después, indicándole que se había sentado a su lado Sabía que no te harías la dormida por siempre.
El desconocido no se cansaba de observarla. Por fin lo había hecho. Por fin la tenía.
"Por fin te convertiste en un secuestrador, felicidades."
Ignoró la molesta voz en su cabeza. Nada podía malograr este momento.
-Cariño, te ves tan hermosa así -dijo mientras pasaba un pulgar por su mejilla y luego sobre la tela que cubría sus ojos-. Tal vez debí amarrarte a la silla.
Pame reprimió un sollozo y la desesperación se apoderó de ella al escuchar esas palabras. Intentó soltar alguna de las extremidades de su cuerpo nuevamente sin importarle que la presión de los amarres se incrementara. Estaba con un maldito enfermo.
-Tranquila, cariño. No queremos verte lastimada -dijo a la vez que sostuvo sus muñecas y las acarició- Al menos aún no.
Sintió al instante que la presión del amarre en sus muñecas disminuyó, pero no se soltó por completo.
-Te verías preciosa con una cinta en la boca -la tomó de la barbilla y acarició sus labios-, pero no podría hacer esto.
Unos labios se presionaron contra los suyos e intentó hacerse para atrás pero estaba completamente inmovilizada.
No podía zafarse,
No podía gritar,
No podía hacer nada.
-¡¡No, por favor no!! - tan típico, vaya manera de desperdiciar unas últimas palabras. ¿Qué pensaban las personas? ¿que serviría suplicar en los últimos momentos? ¿Creían que iba a arrepentirse? Qué patético era suplicar por vivir ¿No era mucho mejor morir con honor? Se rascó la nuca y miró al cielo, pero solo terminó resoplando y sonriendo con suficiencia. Allí no había respuestas para nadie.
-Quiero sangre ¿No crees? - le habló a su víctima, mientras picaba su dedo con la punta de un cuchillo. -Afilado - Se dijo así mismo
-¿Qué? - Le respondió con la voz temblorosa - S- Si lo es, es lo que dices - Era obvio que no sabía de qué estaba hablando, ya que sus ojos solo estaban fijos en el cuchillo que tenía en su mano izquierda.
Levantó los hombros de manera que dejó el asunto de lado, ya no importaba, había llegado el momento de terminar todo y volver a casa.Se relamió los labios, para luego morderlos y observar por última vez a quien tenía enfrente. Ensanchó su sonrisa, y Pame,
- ¿O era Pamy? -
Su nombre ya no importaba, comenzó a gritar como un cerdo en el matadero.
Él lo supo, supo que estos eran sus últimos respiros. Lo tuvo que haber visto en su rostro, estaba excitado, sediento de poder. Necesitaba esto con todas sus fuerzas, la sumisión de sus presas, los vanos intentos de jugar con su mente para hacerlo desistir, todo eso lo llenaba. Lo hacía sentir de una manera única, la sensación se extendía por todo su cuerpo, podía sentir la adrenalina correr en sus venas, podía sentirlo todo. Por unos segundos, mientras hundía el cuchillo en el cuerpo de sus víctimas.Todo era... era perfecto.
Todo se sentía por fin en su lugar.Y luego, cuando la vida por fin se iba de sus ojos, el vacío volvía a él, y de nuevo estaba solo en su retorcido mundo.
Las voces dentro de él le hablaban... ¡Querían más sangre! ...así que tomó su corazón, y lo mordió.
Caminó hasta el incinerador y finalmente terminó por encenderlo.
Luego, salió de la vieja fábrica, para llegar al auto, donde sacó del baúl una especie de camilla que él mismo había creado. Resistente, pero creada para consumirse en su totalidad luego de tocar las llamas. La última cosa en la que el cuerpo de Pame reposaría, la cosa con la que terminaría fusionándose.Terminó sus tareas, sin apuro alguno, cubriendo todos los detalles, limpiando hasta la última gota de sangre visible.
Quemó su uniforme, y su cuaderno en su escondite secreto, y luego apagó las luces, dejando atrás de sí, el lugar en penumbras.
Caminó descalzo y desnudo hasta el río que pasaba detrás de la fábrica y se internó en el, llevando en sus brazos el frasco con las cenizas de su crimen. Y luego de un rato de estar flotando, los rastros de lo que había pasado hacía unas horas, habían desaparecido.
Sonrió dichoso mirando el cielo, el cuál ahora estaba cubierto de una densa bruma.La noche había caído, era momento de regresar a casa, de hacerle el amor a Flamy y tal vez, comer un poco de guisado.
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Reencuentro en el vértice
FanficAlistair quien se había vuelto piloto de combate, muere en la guerra. O eso es lo que parece... No amaba a Candy ni se le ocurría que pudiera amarla. Aquello era casi como el bridge, un juego donde te vas sin decir nada en vez de manejar las cartas...