Tan cerca... de ti.

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Comenzó a sacarle filo a la navaja con el trozo de cuero que siempre llevaba en su equipaje y después recortó algo de su barba, dejándola un poco crecida como una barba del día siguiente, Cuando hubo terminado, limpió la navaja, guardó los utensilios y los colocó en un botecito que tenía al frente, se quitó la ropa y al darse vuelta exclamó sorprendido por el susto que aquella persona le hubo dado.

- ¡Rayos Candy, me has dado un susto! - gritó Albert al verse sorprendido, viendo salir a su amigo rápidamente del agua y vistiéndose aún más deprisa.

-Jajajaja... déjate de chistes, yo se que soy guapo pero no como para que me confundas con una mujer... creo que el viaje te ha afectado -dijo saliendo del baño y riendo a carcajadas por el susto que le había dado.

- Candy, Candy, Candy ¿por qué no podré olvidarte? - se preguntó mientras se introducía a la tina. Poupee, ¿por qué no estás aquí?- no cabía duda, cuánto extrañaba a la mofeta.

-¿Habéis tenido dificultades en el suministro de las piezas? -preguntó casi gritando desde la habitación.

-No, signar teniente.

-¿Dónde está el depósito de gasolina?

-En el mismo lugar.

-Bien.

Al salir del baño tomé otra taza de café... El café tenia un color gris pálido y la leche condensada le daba un sabor dulzón. Fuera, la mañana de primavera lucia con todo esplendor. Notaba una sequedad en la nariz indicadora de un dia caluroso. Recorri los puestos de socorro de las montañas, en plan de inspección, y no regresé hasta ya muy entrada la tarde.

Desde que yo faltaba, todo parecia ir mejor.
Me enteré de que, nuevamente, la ofensiva iba a empezar. La división a la cual pertenecia debía atacar la parte alta del río y el comandante me encargó que organizase los puestos para el ataque. Era necesario cruzar el río por encima de la estrecha garganta y desplegarse, luego, por la ladera de la colina, Los coches tenian la orden de estacionarse lo más cerca posible del rio, en las posiciones que estaban protegidas. Naturalmente, la elección pertenecia a la infanteria, mientras que nosotros debiamos encargamos de la ejecución. Era uno de esos casos en que se tiene la falsa convicción de tomar una parte activa en lo que se está preparando.

Quedé sucio y cubierto de polvo y subi una vez más a mi habitación para lavarme. Hans estaba sentado en su cama con un ejemplar de la Gramática inglesa de Hugo. Se había puesto las botas negras y sus cabellos brillaban.

-Magnifico -dijo al verme-. Vendrás conmigo a ver a miss Süssigkeit

-No.

-Si. debes hacerlo y causarle buena impresión. -De acuerdo. Espera un momento, que me cambiaré.

-Lávate y ven tal como estás.

Me lavé, peiné y salimos.

-Un momento -dijo Hans-, ¿beberemos una copa? Abrió su baúl y sacó una botella.

-Strega, no-dije.

-Es grappa.

-Muy bien.

Llenó dos vasos y brindamos con el indice levantado. La bebida era fuerte.

-¿Otra?

-Bueno.

Bebimos un segundo vaso. Hans guardó la botella y nos marchamos. Daba calor caminar
por la ciudad, pero el sol empezaba a bajar y la temperatura era más agradable. El hospital británico estaba instalado en una gran villa construida por los alemanes antes de la guerra. Miss Süssigkeit estaba con otra enfermera en el jardin. A través de los árboles vimos sus uniformes y nos dirigimos hacia ellas. Hans las saludo y yo también lo hice, pero con menos efusión.

Reencuentro en el vértice Donde viven las historias. Descúbrelo ahora