Hospital de Quedlingburg

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Cuando decidí servir en el frente Alemán, vi todo completamente blanco, no era la usual vista del sucio techo de un hospital en guerra. Por unos segundos me pregunté si había muerto, pero al sentir el frío en mi espalda y los latidos de mi corazón, me di cuenta de que aún seguía con vida, por suerte. Miré a mi alrededor, era un nuevo lugar cubierto de pintura blanca y pisos del mismo color que de algún modo provocaba miedo. Solo se veían esas clases de habitaciones en los quirófanos o en centros que experimentaban con cualquier tipo de ser vivo.

Al llegar me acompañaban Nora y algunas enfermeras, reconocí a una del grupo de Greta, una de sus hermanas menores. A simple vista, faltaban más enfermeras de la instalación. Preferí no imaginarme qué pasó con el resto, con la idea de que pensar que estaban bien me conformaba.

- ¿No creen que han sido muy amables la forma de traernos aquí? -Preguntó Nora. Esperaba que nos arrastraran a la fuerza o nos llamaran por lista como siempre hacen

- Al final, no importa cómo lo veas... nos quieren muertas -Contestó la hermana menor de Greta. Era la primera vez que escuchaba su voz. Era una joven delgada con facciones similares a la de Greta, aunque con el cabello más oscuro. Siempre la veía detrás de su hermana, callada. No esperaba que hablara con tanta convicción.- Si esta es mi última comida, al menos tendré la certeza de que será un banquete.

-???

La puerta de metal de pronto se abrió, emitiendo un estruendoso ruido al rozar el suelo. Todas nos levantamos en ese mismo instante, alzando la mirada hacia el doctor que acababa de ingresar a la habitación.
Él nos miró de reojo, luego revisó una pequeña libreta en su mano derecha. Nos pidió que remangemos nuestras solapas para ver nuestro número de identificación. El doctor asintió a cada una luego de cerciorarse de los números y nos ordenó a todas que hiciéramos una fila.
Era momento de la acción.

Al salir de aquella habitación blanca, pude notar que nos hallábamos dentro de unos de los pabellones prohibidos del "campo".

Que podía decir de ese lugar, era tétrico, frió y, sobretodo, escalofriantemente limpio. Ningún rastro de sangre, ni siquiera evidencias de que ahí ocurría algo malo.

Lo que no concordaba del todo con las salas que habían. Sin embargo, a pesar de todo ello, era más cálido que las habituales instalaciones.

Mientras caminábamos, trataba de investigar un poco sobre lo que ocurría en ese pabellón. Habían muchas salas, y la mayoría de ellas estaban siendo ocupadas, pero no había ningún ruido que delatara la presencia de personas.

Esperando un poco más, una mujer apareció con una fuente con poco de comida. Comparándola con la que nos daban a nosotras, era muchísimo mejor, con mejor aspecto. No pude ver a la persona, pero era obvio que se trataba de alguna persona de rango.

Al seguir avanzando, la voz empezó a escucharse con más fuerza. Recién en ese momento, me di cuenta de quién se trataba. Reconocía esa voz a la perfección, pero era poco probable que me fuera a encontrar con esa persona.

O eso creía inocentemente.

Mi corazón se detuvo y mi piel se erizó al escuchar su voz de nuevo.

La voz de mi suegro era grave y melodiosa de alguna extraña manera cuando hablaba con alguien cercano.

Mi cuerpo se tensó y sentí la necesidad de huir, de alejarme de él. Claro que era imposible. Más avanzaba y más clara se volvía su voz,el encuentro era inminente.
El doctor y un soldado saludaron a mi suegro
y luego sentí su mirada sobre mí. Solo por unos segundos alcé mi mirada, era lo menos que podía hacer. En ese corto lapso de tiempo, note que él quería decirme algo.
Claro, que al final nunca dijo nada. No esperaba nada de él, pero de algún modo lograba decepcionarme más. Sin esperar más, seguí mi camino.

Reencuentro en el vértice Donde viven las historias. Descúbrelo ahora