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Lamentablemente para Jimin, después de una maravillosa celebración por el día del niño, había un día que definitivamente no quería ver marcado en su calendario solo 3 días después: El día de los padres. Y no, su relación con sus padres no era mala, muy por el contrario, pero se había vuelto difícil visitarlos luego de su compromiso fallido. ¿La razón? No podía pasar por alto lo mucho que le incomodaba que aquellos que serían sus suegros vivían cruzando la calle. Y esas personas, que solían llamarlo su hijo y presumir de su perfecto yerno, dejaron de dirigirle incluso la mirada tras la huida de Sonyuh.

¿Por qué tenían que hacerlo sentir como si fuera él quien cometió un error?

Jimin estacionó su auto fuera de la casa de su infancia. Inhalando y exhalando, reunió valor antes de bajarse de este, rogando para no encontrarse por casualidad con algún familiar de su ex. En realidad, ni siquiera quería ver a sus vecinos; ellos también habían sido invitados a la boda, siendo sus vecinos de toda la vida, y aún podía sentir las miradas lastimosas que le dieron aquel día en el altar. Él no necesitaba eso: Ni lástima, ni murmullos compasivos. Sin embargo, contrario a todo lo que imaginó ver, se sorprendió al encontrar a solo pasos de distancia a un joven mirando la fachada de la casa vecina, porque ese joven era Jungkook. Y entonces, como si fuera sacudido por los recuerdos de su adolescencia, un pequeño niño con sonrisa adorable y un intelecto superior cruzó por sus recuerdos.

La familia que habitaba en la casa junto a la suya era la de los Jeon. Y el primogénito de la familia se llamaba Jeon Jungkook.

―¿Jungkook...? ―llamó Jimin junto a él, obteniendo una mirada de sorpresa que cambió drásticamente a una nerviosa―. Tú... ¿tú...?

―Mierda ―el menor pasó una mano por sus cabellos sin saber por dónde empezar―. Puedo explicar esto.

―¿Puedes hacerlo? ―Jimin frunció sus labios sin reconocer sus propias emociones. ¿Estaba sorprendido? ¿Enojado? ¿Con Jungkook o consigo mismo? ―. ¿Eres el hijo de Jeon Myeonghee?

―Lo soy ―respondió―. Pero no creo que sea momento para hablar de eso. Vine aquí para saludar a mi madre y estoy seguro de que has venido a saludar a tus padres también ―dedujo viendo el ramillete de claveles rojos que cargaba Park.

―Bien ―Jimin respondió a secas―. Entonces, te enviaré un mensaje cuando me vaya. Esperaré por ti, de ser necesario ―determinó―. Así que, si planeas darme respuestas, espero que no te vayas sin decirme nada.

―Entonces, no me conoces lo suficiente ―Jungkook sonrió, notablemente frustrado―. Porque Jungkook Jones no es de los que huye.

El menor apartó la mirada, encaminándose a la casa Jeon con más confianza, pero la misma tensión inicial que delataban sus hombros. Jimin agitó su cabeza, porque, aun sintiéndose molesto, podía deducir que algo no estaba del todo bien con el menor. ¿Y no era peor si lo dejaba ir sin agregar más?

―Jungkook ―llamó antes de que este fuera capaz de tocar el timbre. Jungkook lo miró por el rabillo del ojo sin saber cómo reaccionar cuando Jimin se acercó, extendiéndole un clavel―. Esto es Corea del Sur ―le recordó.

―¿Y qué?

―Tómalo ―lo obligó, pero el menor siguió mirando el clavel con indiferencia―. En Corea, les regalamos claveles a nuestros padres en honor a este día. Rojo si ambos padres están vivos. Rosa si uno de los dos ha fallecido. Blanco si ambos se han ido ―forzó el clavel contra su mano―. Sé que sabes esto. Si vas a presentarle respetos a tu madre, entonces hazlo como es debido o simplemente no lo hagas.

Jungkook tomó el clavel, apreciándolo en silencio. Alzando la mirada hasta Jimin, sonrió débilmente, sacudiendo el clavel ante sus ojos.

―En el lenguaje de las flores, los claveles rojos representan el amor sincero ―informó―. Pero, hyung, jamás miento sobre mis sentimientos.

Jungkook devolvió el clavel, dándole la espalda de nuevo para tocar el timbre. Y, cuando una niña rápidamente atendió, el joven ni siquiera volteó a verlo por última vez. ¿Cómo se suponía que eso debía hacerlo sentir?

―¡Tío Jimin está aquí! ―anunciaron los mellizos apenas cruzó el umbral de su casa. Sonriéndoles con cansancio, les extendió el ramillete de claveles, hablándoles en voz baja.

―Asegúrense de que sus padres y los abuelos obtengan al menos una de estas, ¿sí?

Los niños asintieron, corriendo en busca de sus padres. Jimin saludó a su hermano y cuñada, asegurándose de abrazar fuertemente a su padre después. Su madre le lanzó una mirada curiosa cuando, tras abrazarla a ella, percibió cierta pena en sus ojos.

―Cariño, ¿aún te molesta venir aquí? ―preguntó, sosteniendo su rostro―. Lo siento, no tenemos el poder de correr a los Cha del vecindario.

―Eso ya no importa, mamá ―Jimin finalmente pudo reír―. No creerás con quién me encontré afuera. ¡Jungkook ha regresado después de todos estos años!

―Oh, sí lo sabía ―la mujer dio un golpecito en su hombro―. Vino a visitarnos el primer día que llegó, ¿no es así, cariño? ―preguntó a su esposo, quien asintió―. Está muy grande y guapo, me emocionó verlo así.

―Espera ―Jimin miró entre sus padres, estupefactos―. ¿Jungkook estuvo aquí y no me lo dijeron?

―El muchacho dijo que quería darte una sorpresa ―contestó su padre con tranquilidad,

―Oh, así que Jungkook está aquí ―su hermano mayor se incorporó a la conversación―. Cuando los mellizos hablaron de él, no estaba seguro de si era el Jungkook que conocía, pero ahora asumo que sí ―rio―. ¡Debería venir un día a casa! ¿Cuántos años tiene ya? Debe estar en sus 20, ¿no?

Jimin no respondió. Permitiendo que su familia se uniera rememorando tiempos de infancia, se hundió en su propio sillón, intentando procesar qué pasaba.

¿Cómo había olvidado el nombre de Jungkook? No importaba que él cambiara su apellido, debió al menos notar el alcance de nombre. Y sí, el chico había crecido muchísimo y se había convertido en un hombre, pero seguía teniendo la misma sonrisa y los mismos ojos. Solo, quizás, un poco más brillantes.

Pero era Jungkook. Jungkook Jones era Jeon Jungkook, su pequeño vecino que cenó innumerables veces con ellos en ese mismo espacio. El niño que solía pelearse con sus compañeros y cuyo rostro se agriaba cada vez que Taehyung venía de visita. El niño que desarrolló en él el deseo de proteger a alguien, porque Jungkook era apenas un niño la primera vez que Jimin sintió la necesidad de cuidarlo y ayudarlo. Pero Jungkook ya no era ese niño; a veces, indiferente; otras veces, sombrío. Jungkook ahora parecía feliz de verdad: Brillante, extravagante, seguro y genial.

No había rastro del pequeño que un día desapareció de sus vidas sin siquiera decir adiós.

No había rastro del pequeño que un día desapareció de sus vidas sin siquiera decir adiós

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Espero que seas feliz [JiKook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora