[04]

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Como cada sábado, Jimin hizo su recorrido usual en el Hangang. A diferencia de la mayoría que prefería pegarse a las sábanas con la llegada del fin de semana, Park tenía lo que parecía ser una alergia severa al descanso y, sobre todo, a las camas. Fue así como, desde sus 14 años, su rutina de los días libres se volvió en trotar por dos horas alrededor del parque. Y no había nada mejor que eso después de una tediosa primera semana de trabajo. Jimin amaba a sus estudiantes casi tanto como amaba bailar, pero aún le intimidaban las estudiantes de nuevo ingreso que solían pasearse fuera de su oficina sin sutileza dando brinquitos cuando conseguían al menos un vistazo de su parte. Y sí, eso hubiera sido halagador a sus 20, pero ¿a sus 26 años? Él solo quería lanzarse por la ventana cada vez que corazones salían de los ojos de sus estudiantes de 18 años.

¡18 años, por el amor de Dios!

¿Quizás estaba sintiéndose viejo demasiado pronto? Sí, pero ningún profesor deseaba ser el sueño de su estudiante.

Jimin secó el sudor de su frente, reemplazando su trote suave por una caminata relajada. Los rayos de sol estaban molestando sus ojos, encandilándolo, y se arrepintió de no llevar gafas. Sin embargo, era grato sentir los rayos de sol; casi podía olfatear la llegada de la primavera. Lo que no era grato era ver borroso a causa de la luz y tener un lapsus de letargia al escuchar los gritos de una desconocida que, aparentemente, venían en su dirección.

―¡Beethoven, alto!

Jimin giró desorientado, sin tener tiempo de reaccionar cuando una difusa y gigante bola de pelos se abalanzó sobre él al meterse en su camino. Afortunadamente, alcanzó a apoyarse en sus manos antes de que su cabeza se estrellara contra el cemento, pero su corazón se detuvo a causa del gran perro que, sin razón alguna, comenzó a babearle la cara.

―¡Oh, Dios, Beethoven! ―la chica le puso el collar al perro, tirando de él para obligarlo a quitarse de encima. Jimin frotó sus ojos y miró aturdido al san bernardo que se había atrevido a derribarlo―. ¡Lo siento mucho, señor!

¿Señor? Auch, justo donde dolía. ¿Acaso lucía realmente como un viejo?

―Beethoven es un buen perro, no sé por qué hizo eso. ¡Por favor, perdónelo!

―No creo que él esté enojado. Más bien, diría que Beethoven le dio una gran sorpresa ―se escuchó una tercera voz. Jimin giró instantáneamente para encontrarse con un agradable joven montado en bicicleta―. Pero ¿puedo darte un consejo? ―miró a la chica―. Aunque Beethoven es obviamente un cachorro, los San Bernardo crecen rápido y son demasiado fuertes. Creo que incluso para mí sería difícil arreglármelas con uno. Por lo tanto, sería bueno conseguir ayuda para su próximo paseo.

―Sí, yo... tiene razón ―musitó la chica, haciendo una reverencia para ellos―. Siento las molestias

―No te preocupes, me haré cargo desde aquí. Solo cuida bien de Beethoven ―el joven alzó su mano, sonriéndole al cachorro―. Adiós, amigo, no seas tan duro con tu dueña.

La chica agradeció, retirándose con el perro. Jimin parpadeó aturdido, viendo a Jungkook bajar de su bicicleta para luego hincarse junto a él. Sus dulces ojos bien podrían haberse confundido con el cielo solo si hubiera sido de noche.

―Hey ―dijo el menor.

―Hey ―respondió Jimin de regreso―. Tú... no me llamaste.

¿Era normal sentirse estúpido después de decir eso? Porque Jimin quería golpearse a sí mismo.

―Lo siento, fue una semana larga ―se disculpó Jungkook, sacando un pañuelo de su bolsillo―. Pensé que dar una vuelta por el río Han sería desestresante, pero la imagen de ti siendo abordado por un San Bernardo fue incluso más renovadora ―rio entredientes, limpiando los restos de saliva de perro de su rostro.

Espero que seas feliz [JiKook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora