Capítulo 50.- Atados de manos.

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Kara:

Increíblemente estaba calma, con una especie de sentimiento que hacía entrar a tu corazón en una especie de recesión que apenas le permitía latir. Había tomado mis propias manos para sentir que calidez de mi piel y amainar un poco el frío que sentí en el momento de salir de casa, también había recargado mi frente contra el cristal, esperando que de ese modo dejase de sentir que era una adulta a punto de enfrentar una gran responsabilidad. Intenté imaginar que volvía a ser una niña en la parte de atrás del carro, con la cabeza recargada en la ventanilla, expectante a saber si en realidad la luna seguía el carro o el carro le iba ganando en una carrera sideral.

-Señorita Zor-El, comprendemos que tiene una falencia cardiaca.- El oficial de mi lado habló suavemente, como si tuviera miedo a alzar la voz más de lo necesario.- Sabemos que esta situación puede suponer un estrés tremendo, y dadas las situaciones, le solicito encarecidamente que nos informe si siente que algo está fuera de lo normal.

-Señora.- Corregí con la cabeza recargada en el cristal.- Señora.-Repetí.

-¿Disculpe?

Le miré con esos mismos ojos gélidos que ponía cada vez que había algún tipo de negligencia en los papeles de mis hoteles, incluso cuando algún pequeño número se movía de su lugar. Sabía que tenía una mirada poderosa y un tanto prepotente que movía a las personas a hacer todo lo que yo quería, ya fuese por miedo o por respeto.

-Soy casada, oficial.- Espeté con frialdad.- Mi esposa se llama Lena Kieran Luthor. Por ende, ya no soy señorita, soy señora.

-Disculpe, señora Zor-El.

La mirada baja del oficial me hizo sentir con poder una vez más, era como si en realidad, volviese a estar por escasos segundos en mi silla de escritorio, a la espera de que algún empleado viniese implorando a mi para que no hiciera de sus oportunidades laborales, una bazofia esparcida por el suelo.

¿Cuándo había dejado de sentir ese poder?

¿Por qué había dejado de sentir esa sensación indescriptible que me daba el poder?

¿Cuándo había bajado de ese pedestal de poderío que me alzaba como una especie de deidad frente a los chicos que comenzaban su vida laboral?

Y no, no era quien me definía así, eran mis mismos empleados. Recordando como prueba, la forma que tenían de guardar silencio cada vez que salía de la oficina principal y cruzaba el vestíbulo que tenía lleno de delegados que me apoyaban con las diligencias de cada uno de los hoteles.

¿Cómo es que había dejado de saborear ese poder extremo que llevaba experimentado desde los mismos 16 años? En esa época en que mi padre me había llevado a la primera junta con los inversionistas para que me empapara de cada uno de los procesos de llevar a cuestas un hotel.

Esas preguntas se me repetían una y otra vez, me llegaban con fuerza y casi me mareaban. Pero de pronto, la sonrisa torpe de Lex, la manera en que Lori metía su manito dentro de su boca y ladeaba para cabeza, la forma en que Lena, cada mañana despertaba con las manos metidas bajo la camisa de mi pijama y su pierna sobre mis caderas.

Eso era por lo que había dejado de disfrutar el poder, porque ahora, tenía muchas más cosas que disfrutar. En este momento tenía a mi familia, mi propia familia; tenía una esposa que me adoraba y me lo demostraba cada día con besos mañosos que me llenaban de esperanza, con caricias maliciosas que jugaban con mi conciencia y con esas tiernas palabras que me hacían dormir cada noche en paz.

Tenía a esos bebés hermosos que me habían cautivado con esos ojitos tan brillantes como canicas, con sus proezas que me hacían creer que eran los bebés más inteligentes del mundo. Me encantaba ver cómo es que sus manitas se alzaban para buscar un abrazo, o su manera mansa de protestar cada vez que la atención de Lena estaba solo puesta en mi o viceversa.

La Bella y La Bestia. (G!P) - [Supercorp] (Supergirl) [Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora