Capítulo 4

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ENVIAMOS NUESTROS MEJORES DESEOS A LOS OLÍMPICOS Y PERCY PRACTICA CLAVADOS


Chele

-¡¡Wakala-juska!! ¡¡No veo ni pinche mierda, mi hermana; pero siento cómo la sangre se escurre entre mis manos!! ¡¡Wakala!! ¡¡Apresúrate, porfa, rubia!! Qué asco...-Lloriqueé con la mirada fija en una constelación de estrellas que apostaba dos dracmas a que de trataba de Orión, el cazador, la única que sabía identificar-¿Por qué no se ha desintegrado la jodía cabeza?

-En cuanto la cercenas se convierte en trofeo de guerra-Me explicó Annabeth cuando terminó de envolver la cabeza-Es como vuestro cuerno de minotauro. Pero no la desenvuelvan. Aún puede petrificar.

-Ni loca pensaba hacerlo-Me puse de pie y me limpié la sangre con un paño.

Grover se quejó mientras bajaba de la estatua del oso. Tenía un buen moratón en la frente. La gorra rasta verde le colgaba de uno de sus cuernecitos de cabra y los pies falsos se le habían salido de las pezuñas. Las zapatillas mágicas volaban sin rumbo alrededor de su cabeza como en un dibujo animado de los "Looney Tunes" o de "Tom&Jerry".

-Pareces el Barón Rojo. Buen trabajo-Percy le sonrió a su amigo y este le devolvió la sonrisa con timidez.

-No me ha molado nada. Bueno, darle con la rama en la cabeza sí ha molado, pero estrellarme contra ese oso no.

Cazó las zapatillas al vuelo, Percy volvió a tapar su espada/bolígrafo y yo me sacudí el polvo y algunas piedritas de las estatuas que destruí, arrojándoselas a Medusa. Luego regresamos al almacén. Encontramos unas bolsas de plástico detrás del mostrador y envolvimos varias veces la cabeza por precaución doble. La colocamos encima de la mesa en que habíamos cenado y nos sentamos alrededor, demasiado cansados para hablar.





































-¿Así que tenemos que darle las gracias a Atenea por este monstruo?-Preguntó Percy haciendo gala de su capacidad de fastidiar e irritar a las personas de su alrededor, más específicamente a la rubia.

-A tu padre, de hecho-Respondió Annabeth mordaz-¿No te acuerdas? Medusa era la novia de Poseidón. Decidieron verse en el templo de mi madre. Por eso Atenea la convirtió en monstruo. Ella y sus dos hermanas, que la habían ayudado a meterse en el templo, se convirtieron en las tres gorgonas. Por eso Medusa quería hacerme picadillo, pero también pretendía conservarte a ti como bonita estatua. Aún le gusta tu padre. Probablemente le recordabas a él.

-Vaya, así que ha sido culpa mía que nos encontráramos con Medusa-Percy se removió incómodo mientras se sonrojaba.

-«Tan sólo es una foto, Annabeth. ¿Qué daño puede hacernos?»-Annabeth se irguió y usó una voz de falsete para hacer una copia barata de la de Percy.

-Vale, vale. Eres imposible.

-Y tú insufrible.

-Y tú...

-¡Eh!-Los interrumpió Grover antes de que yo tuviera la chance de callarlos con un buen zape a cada uno-Me estáis dando migraña, y los sátiros no tienen migraña. ¿Qué vamos a hacer con la cabeza?

-Concuerdo con Grov. Ustedes son la peor combinación de la historia. Dudo que regresemos de esta misión con uno de los dos vivo-Añadí cruzándome de brazos.

Percy miró fijamente el bulto envuelto con el ceño fruncido y casi podía oír los engranajes de su cerebro en funcionamiento. Sonreí de lado teniendo una idea de lo que pensaba hacer. Él se puso de pie y fue a lo que parecía el despacho de Medusa, al fondo del almacén. Me apresuré a seguirlo dando saltitos.

Chele y los dioses del Olimpo (Percy Jackson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora