Capítulo 64

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EL SEÑOR CUERNUDO DE ALLÁ ABAJO SE SUMA A LOS DIOSES PARA ATORMENTARNOS
AMÉN

 

 
 

Chele

Mientras se desataba el apocalipsis romano a su alrededor, Celeste solo pensó en una cosa: correr. Se abalanzó colina abajo como un rayo. Despedía descargas eléctricas que hacía que los semidioses le abrieran el paso mientras intentaban atacarla arrojándole cualquier cosa. Sin embargo, ella no les estaba prestando la más mínima atención. Fulminaba el Argo II con sus brillantes ojos celestes.

Corría tan rápido que dejaba una estela eléctrica a su paso. Entonces vio a Jason y Piper tratando de esquivar los objetos que les estaban arrojando. Se abalanzó hacia ellos.

—¡¡JASON!!—Llamó la atención del rubiales quien la miró pasmado—¡¡SÚBEME!!

Igual y no hubiera tenido ninguna otra opción, ya que ella corría hacia ellos como un auto de carreras a punto de atropellarlos. Sin embargo, a tan solo medio metro, dio un buen salto resquebrajando el piso. Se elevó unos buenos ocho metros sobre el aire por su cuenta. Cuando sintió que había perdido la ingravidez de su cuerpo, entonces una ráfaga de aire la impulsó aún más lejos. Jason la había ayudado a subir con sus poderes.

Logró aterrizar con éxito dentro del Argo II (aterrizar estampándose la cara contra el mástil, pero con éxito). Inmediatamente buscó al cabrón suicida que se le había ocurrido hacer tal atrocidad delante de ella. Grande fue su sorpresa cuando descubrió a un Leo desternillándose de la risa como villano de película barata mientras disparaba hacia Nueva Roma. Parecía poseído.

De inmediato lo noqueó. Él parecía tan ensimismado con su risa de foca epilépsica que ni siquiera había notado su presencia. El Argo II dejó de disparar sus fuegos artificiales, pero el caos seguía allá abajo.

—Ay... Santa Cachucha Lola—Gimió preocupada al ver cómo acorralaban a sus amigos.

Tiró de la soga con peldaños improvisada para tener función de escalera y condujo el barco hacia sus compas. Se sorprendió muchísimo al ver un jodido dragón surgir de la nada. Entonces el animal los subió a la cubierta y Celeste corrió a manejar el trirreme a toda máquina lejos de los romanos.

—¡¡Maldito seas, Valdez, por hacer esta consola peor que el pinche Intensamente!!—Se quejó mientras maniobraba con los mandos junto a Annabeth, quien corrió a ayudarle ya que sabía pilotar naves por su padre.

El barco crujió. La proa se inclinó hacia arriba y adoptó un ángulo espeluznante. Las amarras se partieron, y el Argo II salió disparado hacia las nubes.

—¡¡Aaaaaaaaaaaaaaaah!! ¡¡Santo cuerpazo de Tyler Hoechlin!!

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
  
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Y esas fueron sus últimas palabras.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
  
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Chele y los dioses del Olimpo (Percy Jackson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora