Capítulo 35

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ME TOMO UNAS VACACIONES ETERNAS Y CHELE ODIA EL TRES POR MUY BUENOS MOTIVOS


Percy

Desperté con la sensación de estar aún en llamas. Me escocía la piel y tenía la garganta como papel de lija.

Vi árboles y un cielo azul. Oí el gorgoteo de una fuente y percibí un olor a cedro y enebro, además de a muchas otras plantas de dulce fragancia. Me llegó también un rumor de olas lamiendo una costa rocosa. Me pregunté si habría muerto, pero sabía que no era así. Ya había estado en la Tierra de los Muertos y en ese lugar no se veía ningún cielo azul claro.

Azul claro...

Celeste...

Chele...

-¡¡¡CHELE!!!-Traté de incorporarme, pero los músculos no me obedecían.

Tenía que saber si Chele había sobrevivido a esa explosión. Me había excedido con mis poderes, seme fueron de las manos. Y, lo peor de todo, la puse en peligro. Con aquella explosión lo más probable sería que ella... Ella estaría...

Por todos los dioses... Por favor, que ella esté bien... Mándenme alguna confirmación de que está viva al menos: sus frases recurrentes, sus malos chistes, su risa floja, sus comentarios en español, cualquier cosa...

-No te muevas-Oí la voz de una chica, pero no era la que quería oír-Estás demasiado débil para levantarte a por lo que sea que es un "Chele".

Me aplicó un paño húmedo en la frente. Vi una cuchara de bronce y noté en la boca el goteo de un líquido que me alivió la sequedad de la garganta y me dejó un regusto tibio parecido al chocolate. El néctar de los dioses. Entonces el rostro de la chica apareció por encima de mi cabeza.

Tenía los ojos almendrados y el pelo de color caramelo trenzado sobre un hombro. Andaría por los quince o los dieciséis años, aunque no era fácil saberlo, porque la suya era una de esas caras que parecen intemporales. Se puso a cantar y mi dolor se fue desvaneciendo. Era alguna clase de magia. Sentía que su música se me hundía en la piel, que reparaba y curaba mis quemaduras.

-¿Quién...?-Farfullé.

-¡Sssssshhhhh, valiente! Descansa y reponte. Ningún daño te alcanzará aquí. Soy Calipso.



































































































Hefesto se sentó torpemente en la mesa y pidió una Pepsi. El criado invisible la abrió demasiado bruscamente y la derramó sobre la ropa de trabajo del huésped. El dios rugió, soltó unas cuantas maldiciones y aplastó la lata.

-Estúpidos criados. Lo que necesita Calipso son unos buenos autómatas. ¡Ellos nunca fallan!

-Señor, ¿qué ha ocurrido? ¿Chele...?

-Si con Chele, te refieres a Celeste... Ella está perfectamente. Una chica con recursos y una suerte lo suficientemente enorme como para sobrevivir a la erupción de un volcán. Encontró el camino a mi taller y me lo contó todo. Está preocupadísima, ¿sabes?

-¿Usted no le ha dicho que estoy bien?

-Eso no tengo que decírselo yo. Todos creen que has muerto. Tenía que asegurarme de que pensabas volver antes de contarles dónde estabas.

-¿Qué insinúa? ¡Claro que quiero volver!

Hefesto me observó con aire escéptico. Se sacó una cosa del bolsillo: un disco de metal del tamaño de un iPod. Pulsó un botón y el artilugio se expandió para convertirse en una televisión de bronce en miniatura. En la pantalla se veían imágenes filmadas del monte Saint Helens, con una gran columna de fuego y cenizas elevándose hacia el cielo.

Chele y los dioses del Olimpo (Percy Jackson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora