Capítulo 50

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PASAN MUCHAS COSAS, PERO POR AZARES DEL DESTINO EL TÍTULO ES: «RACHEL HACE UN MAL NEGOCIO»

 
 

Chele

Me sentía medio atontada por la pérdida de sangre, aunque eso lastimosamente no quitaba el dolor. Había recibido varios cortes e incluso algunos tajazos profundos durante las prácticas y los captura la bandera; pero nunca antes me habían atravesado como una brocheta. Dolía con cojones.

Estuve todo el rato con los ojos cerrados mientras le rezaba a Apolo para que el dolor desapareciera y terminara mi miseria; aunque no servía para nada más que causarme jaqueca (¡Apolo, puto!). Así que no me di cuenta de que mi pegaso había aterrizado en una terraza o azotea hasta que escuché voces. Abrí mis ojitos a duras penas. Todo lo veía borroso; pero pude reconocer a Silena, así que me relajé un poco y caí dormida.

En mis sueños recordé por qué había acabado así. Percy y yo estábamos luchando contra el ejército de Cronos, espalda con espalda. Hacíamos un buen trabajo en equipo. Pero entonces una hoja de bronce celestial se movió dirigida a la espalda de sesos de alga.

En ese momento tuve un rápido flashback del sueño mestizo que tuve cuando estaba en el laberinto de Dédalo. No pensaba dejar que se repitiera esa escena en la que Percy moría. Mi débil corazoncito no aguantaría volver a verlo tendido en medio de la calle mientras se desangraba hasta la muerte. Así que me moví para protegerlo como acto reflejo.
 

«... Eres una heroína muy poderosa, pero ten cuidado. Todo ese poder no te vuelve invencible...»
 

Las palabras del dios Pan resonaron en mi cabeza. Parecía que el viejo sátiro divino sabía exactamente lo que iba a pasar. Gracias por la sutil advertencia, señor, me aseguraré de quemar mi pan como ofrenda los días de muerto.

Después de eso, soñé con la propuesta de Nico. No era un recuerdo muy agradable. Fue cuando habíamos salido del laberinto de Dédalo con las alitas de pollo.

Yo necesitaba ir urgentemente a un baño, así que corrí como Army que ve a su bias. Cuando le “cambié el agua a los peces”, vi que Nico me esperaba en la entrada de los aseos de chicos y chicas. Caminamos hacia un lugar menos concurrido donde pudiéramos esperar a la rubia y nos detuvimos allí.

Fue entonces que me contó acerca de cómo invocó las almas de los muertos (no, no hubo ouija de por medio) y de cómo se encontró con los fantasmas de mi abuela Eulalia y de mi madre. Inconscientemente empecé a llorar y me abracé de Nico porque, sinceramente, lo más probable fuera que rompiera alguna pared de un piñazo si no hubiera alguien consolándome. Él tensó todo su cuerpo como una vara, pero no me apartó.

—Si te sirve de algo... Ella me pidió que te dijera que te quiere mucho y que no te preocupes, que estará bien—Dijo al cabo de un rato mientras me daba ligeras palmaditas en la espalda.

—Gracias. Muchas gracias, Nico—Le dije cuando me separé de él y lo miré a los ojos.

—Si quieres, podría...

 

De repente sentí que un paño mojado en agua fría me caía justamente en los ojos. Como acto reflejo, me revolví tensando el cuerpo y solté una palabrota en español. De inmediato me quitaron el trapo de la cara mientras una voz familiar se disculpaba. Traté de forzarme a abrir mis párpados.

Ahora podía ver con mayor nitidez. Me encontraba acostada en una tumbona y a mi lado se encontraba Silena Beauregard. Ella sostenía a mi despertador (tú y yo tenemos unas cuentas pendientes, gamberro), posiblemente porque lo estaba usando para limpiarme el sudor de la cara.

Chele y los dioses del Olimpo (Percy Jackson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora