Capítulo 37

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LOS HERMANOS DEL SESOS DE ALGA LLUEVEN A MONTONES

AHORA, DENME UNA ESPADA AL MENOS PARA METÉRSELA POR EL-... ¡¡HMPF!!

 
 

Chele

La puerta estaba medio escondida detrás de una cesta de la lavandería del hotel llena de toallas sucias. No tenía nada de particular aparte del horrendo olor. Pero la pelirroja nos señaló dónde debíamos mirar. Distinguí el símbolo azul, apenas visible en la superficie de metal.

—Traté de abrirla una vez por simple curiosidad. Está atrancada por el óxido—Nos explicó la pelirroja.

—Nah. Tranqui, mi hermana. Según lo que he leído, solo puede ser abierta por nosotros. Necesita el toque de un mestizo—Le expliqué adelantándome para presionar el símbolo con mi mano.

La puerta metálica se abrió con un chirrido a una oscura escalera que descendía hacia las profundidades. Se veía bien tétrico el asunto. Me recordó a las películas de terror que le gustan a Sally, mi primo Miller y al sesos de alga.

—¡Uau!—La pelirroja parecía tranquila, aunque yo no sabía si fingía.

Se había puesto una raída camiseta del Museo de Arte Moderno y sus vaqueros de siempre, decorados con rotulador. Del bolsillo le sobresalía el cepillo de plástico azul. Llevaba el pelo recogido en la nuca, todavía con algunas motas doradas. Y en la cara también le brillaban algunos restos de pintura.

Mientras, yo iba con mi outfit deportivo usual completamente negro. Lo único de color que tenía eran la camiseta del campamento, mis accesorios dorados y el collar de cuentas de arcilla. Me ajusté mejor los guantes de cuero sin dedos y activé mi armadura completa. La capa de piel de león había sido unida mágicamente a mi peto para que pudiera llevarla a todos lados sin llamar la atención, gracias a Beckendorf.

—Bueno… ¿pasáis vosotros delante?

—Vos sós nuestro GPS con patas, pelirroja. Vos irás adelante—Hice una pantomima de una reverencia indicándole que pasara.

Las escaleras descendían a un gran túnel de ladrillo. Estaba tan oscuro como el coño de la puta madre de Cronos (¿Ahre? ¿Yo dije eso? Debo controlar más mi odio). Pero afortunadamente nos habíamos aprovisionado con varias linternas y, en cuanto las encendimos, la pelirroja soltó un aullido.

Un esqueleto nos dedicaba una gran sonrisa permanente. Tenía una estatura descomunal, de al menos tres metros. Lo habían sujetado con cadenas por las muñecas y los tobillos de manera que trazaba una «X» gigantesca sobre el túnel. Pero lo que me provocó un escalofrío fue el oscuro agujero que se abría en el centro de la calavera: la cuenca de un solo ojo.

—Un cíclope...—Traté de no sonar asustada ni preocupada—Es muy antigüito. Nadie… que conozcamos. El manitas sigue a salvo, sesos de alga.

Tenía la impresión de que lo habían puesto allí en señal de advertencia. No me apetecía tropezarme con lo que fuera capaz de matar a un cíclope adulto. De hecho, estaba muy tentada de dar media vuelta, agarrar a la pelirroja y al sesos de alga y largarme de ahí más rápido que Sonic el puercoespín. Pero allí abajo estaban la rubia, el guapo y el chico cabra hippie. No pensaba dejar a mis amigos atrás.

—¿Tenéis un amigo cíclope?—La pelirroja tragó saliva sin apartar la vista del esqueleto.

—Tyson. Mi hermanastro.

—¿Cómo?

—Bueno, el papá de esos dos es Poseidón. Solo son de distinta madre: mortal y ninfa—Le hice un breve resumen.

Chele y los dioses del Olimpo (Percy Jackson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora