Capítulo 8

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PROBAMOS LAS CAMAS DE AGUA MÁS LETALES DE LA HISTORIA Y LLEGAMOS AL HADES
¡¡¡¡YEEEEEEEEEEIIIIII!!!!


Chele

-🎶Y se marchó y a su barco lo llamó "Libertad"🎶-Canturreé mientras veía a Percy desaparecer en las aguas del Pacífico a la par que la rubia le gritaba que era un impertinente (Qué insulto más bueno, rubia. Nótese el sarcasmo).

-Celeste, no ayudas-Annabeth se volteó en mi dirección fulminándome con la mirada-¿Sabes cuánta contaminación...

-Por supuesto que lo sé, rubia. Pero por algo sesos de alga es hijo de Poseidón-Me encogí de hombros restándole importancia y me senté en la arena.

La rubia refunfuñaba sobre el caso perdido y lo fastidioso que era Percy mientras yo revisaba la mochila que me había llevado del «Hotel Casino Loto». Aparte de la tarjeta LotusCash, había logrado llevarme unos cuantos libros en griego antiguo, mucha ropa, variados paquetes de chocolates y lo más importante de todo: gominolas. Sin embargo, no me sentía del todo feliz con ello.

Antes no había podido detenerme a pensar al respecto porque o nos atacaba un monstruo o nos metíamos en trampas divinas o simplemente me la pasaba hablando con mis amigos sobre profecías y sueños mestizos. Pero, ahora mismo que no había rastro de Percy y que Grover y Annabeth estaban sumidos en una conversación ahí extraña, no podía seguir rehuyendo de ello. Estaba triste y un poco molesta porque mi padre no me hubiera reconocido aún.

No tenía ni repajolera idea de quién era el maldito: ¿Ares, el fortachón? ¿Hermes, el comodín de todos los oficios y un tío bastante rápido? ¿Apolo, el arquero? (El tiro con arco se me daba de las mil maravillas) ¿Zeus, el todopoderoso y padre de Thalía? ¿Hades... del que no sé absolutamente nadita de nada?

Y también había una pregunta rondando por mi cabeza: ¿Mi mamá lo sabía?

Afortunadamente para mis sensibles sentimientos, Percy no tardó en regresar a la superficie completamente seco. Nos contó todo lo que habló con la dama del río, quien resultó ser una nereida. Por último nos enseñó las perlas, solo cuatro.

-No hay regalo sin precio-Annabeth sacudió su cabeza y miró las perlas con desaprobación.

-Éstas son gratis-Objetó Percy.

-Entiendo a la rubia-Intervine yo antes de que esos dos empezaran con las pullas-«No existen los almuerzos gratis». Ese es un antiguo dicho griego. Ya viste cómo nos fue en el Casino Loto. Sin embargo, también está el dicho: «A caballo regalado no se le mira el dentado». Si es un regalo de tu padre, yo creo que deberán ser útiles en nuestra misión, así como Anaklusmos-Le sonreí de manera tranquilizadora y Percy correspondió mi sonrisa.













































Con algunas monedas que quedaban en la mochila de Percy (la que le dio Ares) subimos a un autobús hasta West Hollywood. Mi amigo le enseñó al conductor la dirección del inframundo que había sacado del «Emporio de gnomos de jardín de la tía Eme». Pero el señor jamás había oído hablar de los estudios de grabación El Otro Barrio.

-Me recuerdas a alguien que he visto en la televisión. ¿Eres un niño actor o algo así?-El conductor miró de arriba a abajo a Percy.

-Bueno, actúo como doble en escenas peligrosas... para un montón de niños actores-Tuve que hacer unos esfuerzos hercúleos por aguantarme la risa y no cagarla ante la respuesta de mi amigo.

Chele y los dioses del Olimpo (Percy Jackson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora