NADIE CONSIGUE EL VELLOCINO DE ORO
(¿ENTIENDEN? PORQUE YO SOY NADIE Y NADIE ES NADIE Y... AHM... ¿SABEN QUÉ? MEJOR OLVÍDENLO)
Chele
Debo de admitirlo: aquel cíclope me dio un zurrazo tal que casi me dejó inválida de por vida. Apenas podía entender lo que pasaba a mi alrededor o las conversaciones que tenían Grover, Clarisse, Annabeth y Percy que de seguro (y apostaría lo que fuera) se trataban de discusiones en su gran mayoría, así que tampoco me perdía de mucho. Me limitaba a estar tiesa, cubierta por el Vellocino de Oro (del cual dudaba que funcionara porque seguía sintiéndome como la mierda), mientras Tyson me llevaba a sus espaldas.
—Si no salimos vivos, Tyson... Quiero que sepas que te quiero casi tanto como el hermano menor que nunca tuve—Le comenté mientras escapábamos de “Polifemo Piedras Voladoras de las Mercedes”.
—Yo también te quiero, Chele.
En un momento estábamos zambulléndonos en el agua y en el otro iba agarrada del cuello de un hermoso hipocampo que nadaba a trocha y mocha con tal de alejarnos del King Kong de un solo ojo. Me hubiera gustado observar mejor al caballito de mar y acariciarlo para verificar si era real. Pero solo duré lo suficiente como para decir:
—¡Ja! ¡Estamos súper mamadísimos! ¡Lo hemos conseguido! ¡En tu cara, Hitler!
Yyyyyyyyy... Al segundo siguiente me desplomé sobre el lomo del hipocampo y me morí. Sentí cómo alguien acomodaba mejor mi mantita dorada hecha de vellón. Y un momento después creí oír la voz de Percy en mi oído:
—Eres genial.
Sonreí con un cálido y acogedor sentimiento en mi pecho y dejé que me cubriera el manto de Morfeo.
Solo me desperté cuando los hipocampos empezaron a actuar extraños, como si estuvieran encabritados o algo así. Desperté a Percy y él nos hizo nadar hasta la orilla. Agradecimos a los caballitos de mar por la ayuda mientras que Tyson se deshacía en llanto por tener que despedirse de un tal “Rainbow”.
Recorrimos los muelles donde se alineaban los cruceros, abriéndonos paso entre un montón de gente que llegaba de vacaciones. Los taxistas hablaban a gritos en español e intentaban colarse en la fila para recoger clientes. Si alguien se fijó en nosotros, seis chavales empapados hasta las trancas y con pinta de verse como la mierda aplastada, masticada por algún animal soanormal y escupida de regreso, nadie dio muestras de ello.
Gracias, niebla.
Ahora que estábamos de nuevo entre mortales, el único ojo de Tyson no se distinguía bien gracias a la niebla. Grover había vuelto a ponerse su gorra y sus zapatillas. E incluso el vellocino se había transformado y ya no era una piel de cordero, sino una chaqueta de instituto roja y dorada, con una Omega resplandeciente bordada sobre el bolsillo, que, seamos sinceros, me sentaba de las mil maravillas.
Percy corrió al expendedor de periódicos más cercano y comprobó la fecha del Miami Herald. Soltó una maldición no muy creativa en mi opinión.
—¡Dieciocho de junio! ¡Hemos estado diez días fuera del campamento!
—¡No es posible!—Exclamó Clarisse.
—El tiempo transcurre de otro modo en los lugares monstruosos...—Susurré meditabunda, pero al menos no sentía que me estaban cosiendo los órganos internos con una aguja ardiente.
ESTÁS LEYENDO
Chele y los dioses del Olimpo (Percy Jackson)
RastgeleDISCLAIMER: Aunque no creo que sea necesario... Pero, bueno. Evidentemente el mundo y muchos de los personajes que se presentan en la historia no son míos sino del tío Rick. WARNING: Tiene spoilers de absolutamente todos los libros en los que aparec...