Capítulo 10

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SALDO CUENTAS PENDIENTES Y MI MEJOR AMIGA CANTA COMO GATO EN MEDIO DE LA NOCHE

 
 
Percy

Había recuperado a mi madre, vencido a Ares, devuelto el yelmo de la oscuridad, distorsionado la niebla de manera que pudiera hacerle una jugarreta a Gabe el Apestoso, aparentando ser una víctima para que me dieran dinero y estaba de camino a devolver el rayo maestro y darle fin de una buena vez por todas a la profecía. Pero no estaba para nada feliz. Los ojos aún me escocían por las lágrimas.

Chele había sido mi única amiga junto a Grover en el Campamento Mestizo. Siempre me ha apoyado en mis momentos difíciles, me ha acompañado en mis locuras y sabe cuándo y cómo debe hacerme entrar en razón cuando la pierdo. Y ella se había sacrificado por nosotros.
 

Ahora entiendo cómo fue que Chele se sintió cuando me tiré al río Mississippi desde el Gateway Arch...
 

Me bajé del taxi delante del Empire State Building y de repente apareció una luz cegadora. Cerré los ojos como acto reflejo. Cuando los volví a abrir, no podía creer lo que veía.

Ahí estaba Chele con su característico par de coletas bajas, sus ojos azul eléctrico mirando a todos lados con sorpresa, su nariz respingona, su boca abriéndose y cerrándose como la de un pez... Solté una risa incrédula y me lancé a darle un abrazo. Quería, necesitaba, debía, comprobar que ella era real y sí que lo era.

—¡Estás viva!

—No, qué va, Percy. Me morí. Fíjate que hasta se me ven los huesos—Comentó ella con sarcasmo antes de devolverme el abrazo—Menos mal que lograste conseguir el yelmo porque si no... Ayayay... La guagüita de mamá... Nunca hubiera salido viva del Hades. Te lo aseguro.

—Yo también me alegro de volver a verte, fierecilla—Me separé de ella para dejarla respirar.

—Bueno—Chele miró el Empire State con un brillo travieso en sus ojos y empezó a caminar hacia la entrada—🎶Vaaaaaaamos... Come on! Vamos todos allá... ¡Vamos a la hora de una nueva maniobra!🎶

Me reí de ella y la seguí. Debíamos de parecer unos niños de la calle, vestidos con prendas ajadas y con el rostro arañado. Hacía por lo menos veinticuatro horas que ninguno de los dos dormía. Nos acercamos al guardia del mostrador y le dije:

—Quiero ir al piso seiscientos.

—Kasual... El pan de todos los días—Murmuró Chele en español, pero no le pude entender muy bien, pues ella solo me había enseñado cosas como «hola», «mamá», «adiós», «estoy bien» y «chúpame la pirila», sea lo que sea que signifique lo último.

El guardia leía un grueso libro con un mago en la portada. La fantasía no era lo mío, pero el libro debía de ser bueno, porque le costó lo suyo levantar la mirada.

—Ese piso no existe, chaval.

—Necesito una audiencia con Zeus.

—¿Una audiencia con quién?—Me dedicó una sonrisa vacía.

—Ya me ha oído.

Estaba a punto de decidir que aquel tipo no era más que un mortal normal y corriente, y que mejor me largaba antes de que llamara a los loqueros, cuando dijo:

—Sin cita no hay audiencia, chaval. El señor Zeus no ve a nadie que no se haya anunciado.

—A ver, tarado—Chele decidió tomar cartas en el asunto y, como ella es la que sabe negociar y lucir intimidante, la dejé hacerlo—Te me dejas de leer a “Harry Potter” y nos miras atento a los ojos si no quieres que te los pulverice de un rayo, más precisamente el rayo maestro—Ante esa amenaza, sus ojos azules empezaron a brillar como si emanaran chispas y pude oír un trueno a lo lejos.

Chele y los dioses del Olimpo (Percy Jackson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora