Capítulo 59

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LEO PRESENCIA CÓMO LA PELOTITA SUFRE LA CÓLERA DE CELESTE Y PERCY ESCUCHA VOCES


Chele

-Oh, diosa, acepta mi ofrenda-Volvió a arrojar el dracma-Muéstrame dónde se encuentra Percy Jackson.

El aire tililó generando una neblina y... No mostró ninguna imagen. Era simplemente niebla. No podía distinguir absolutamente nada; ni una calle, ni un edificio, ni una casa, ni una señal de tráfico, ni un avión, ni peces... Nada.

Gruñó frustrada al borde de las lágrimas. Celeste podría ser una semidiosa súper fuerte e invencible, pero era demasiado empática. Se volvía una magdalena con cualquier escena triste de película Disney y siempre estaba eufórica cuando se sentía alegre. Era una montaña rusa de emociones fuertes.

Agitó bruscamente su mano sobre la niebla y pateó una roca. Esta se agrietó y se derrumbó en varios pedazos. Algunas náyades curiosas emergieron del lago. Celeste las miró fijamente.

-¿Tienen alguna noticia, chicas?

Las náyades intercambiaron una mirada y negaron con la cabeza, apenadas.

-No pasa nada. Muchas gracias de todos modos-Se las arregló para que su voz no se quebrara.

Se alejó del lago, caminando en el bosque mientras se limpiaba las lágrimas. Había regresado al campamento después de haber estado buscando por casi otros tres días más en los que no descansaba de enfrentarse contra monstruos. Se había encontrado con Nico y él le había sugerido regresar para recuperar fuerzas.

Se sentó en su mesa y pidió unos tamales con extra de salsa de Tabasco. No era que le gustara comer esa abominación culinaria. Sin embargo, si iba a quemar comida, prefería hacerse la tonta y quemar la que sabía mal.

De repente, un gran destello casi dejó ciego a medio campamento. Celeste cerró los ojos y, cuando los volvió a abrir, vio a Jason pisando su "ofrenda". No tan lejos, en la mesa de Afrodita, Piper había aparecido con un pie en la pizza de Drew. Y Leo se había bajado de su mesa corriendo hacia el brasero de bronce que tenía más a mano y vomitó en él, lo que probablemente no fue un gran holocausto para los dioses.

-¡Están vivos! ¡Genial! ¡Ahora suelta chisme, raza!-Celeste se subió a su mesa para quedar cara a cara con Jason, quien aún estaba un poco sorprendido por el viaje.

-¿Jason?-Quirón avanzó trotando.

Los tres mosqueteros contaron su historia y respondieron a un millón de preguntas de los otros campistas, pero al final Quirón vio lo cansados que estaban y les mandó que se acostaran. Celeste quería colarse en la cabaña de Zeus para sacarle más respuestas a Jason. Pero el viejo poni decrépito (Nah. Mentira. Amaba a Quirón como si fuera su segundo padre) le había dicho que amarrar con cinta adhesiva a una silla y meterle chiles a la boca no era un método de interrogatorio aceptable y le aconsejó que descansara esa noche, ya que se notaba que había estado casi una semana sin dormir.

De puro milagro había caído redondo sin ningún sueño mestizo ni mensajes en clave de diosas secuestra-novios. No soñó con la ciudad grecorromana ni con el glaciar ni el trirreme griego volador. Tampoco esa reciente pesadilla que tuvo donde sentía que se ahogaba bajo el agua, incapaz de nadar a la superficie.

Sentía que sus extremidades pesaban toneladas (más de las que ella era capaz de cargar) y que estaban encadenadas al fondo. Frente a ella estaba Percy en las mismas. Ambos forcejeaban contra sus ataduras, tratando de llegar al otro. Y entonces la llave de su padre, Heracles, flotaba delante de sus narices como si se burlara de Celeste. El brillo de la gema verdemar inundó su campo de visión, casi dejándola ciega y terminando con el sueño.

Chele y los dioses del Olimpo (Percy Jackson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora