Capítulo 36

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CONTRATAMOS A UN NUEVO GUÍA

 
 

Percy

Unas horas más tarde, la balsa me depositó en la playa del Campamento Mestizo. No tengo la menor idea de cómo llegué allí. En algún punto, el agua del lago se convirtió en agua marina. Las costas tan familiares de Long Island se dibujaron en el horizonte y un par de tiburones blancos salieron a la superficie y amistosamente me empujaron hasta la playa.

Cuando toqué tierra, el campamento parecía desierto. Era media tarde, pero en el campo de tiro al arco no había nadie. El muro de escalada seguía rugiendo y arrojando lava para nadie. En el pabellón, nada. Las cabañas, vacías… Entonces reparé en una columna de humo que se elevaba del anfiteatro. Demasiado temprano para una fogata. Y no creía que estuvieran asando malvaviscos.

Corrí hacia allá. Aún no había llegado, cuando oí que Quirón hacía un anuncio. Al comprender lo que decía, me detuve en seco.

—… aceptar que ha muerto—Expuso—Después de un silencio tan largo, no es probable que nuestras plegarias sean atendidas. Le he pedido a su mejor amiga que haga los honores finales.

Llegué a la parte trasera del anfiteatro. Nadie reparó en mí. Todos me daban la espalda y miraban a Chele, que tomó un largo sudario de seda verde con un tridente bordado y le prendió fuego. Estaban quemando mi sudario.

Chele volvió su rostro hacia la audiencia. Tenía los ojos inyectados de sangre y con ojeras. Además de que tenía una expresión estoica que muy pocas veces veía en ella. Acertó a decir:

—Fue un muy buen amigo y compañero de armas. El mejor que he tenido—Su voz sonaba forzada como si se obligara a sí misma para que no se le quebrara ni temblara—Leal, fuerte, valiente, buen confidente, con un sentido del humor único...—Sonrió de lado con añoranza y tristeza por unos segundos—Él...—Entonces me vio. Sus ojos soltaron chispas, literalmente, y resonó un trueno bastante cerca—¡¡Está aquí!! ¡¡Está aquí el jodío hijo de la remolacha!!—Chilló antes de correr a máxima velocidad y abalanzarse sobre mí para darme un abrazo constrictor.

Todas las cabezas se volvieron hacia nosotros. La gente sofocó un grito.

—¡Percy!—Exclamó Beckendorf con una gran sonrisa.

Un montón de chavales nos rodearon y empezaron a darme palmadas en la espalda mientras Chele me revisaba todo el cuerpo en búsqueda de alguna herida o algo así. También oí varias maldiciones procedentes de los chicos de la cabaña de Ares; Clarisse se limitó a poner los ojos en blanco, como si no pudiese creer que yo hubiera tenido la cara dura de sobrevivir. Quirón se acercó a medio galope y todos le abrieron paso.

—Bueno—Dijo con un suspiro de alivio—Creo que nunca me había alegrado tanto al ver regresar a un campista. Pero tienes que contarme…

—¿¡Dónde madres has estado todo este tiempo, Perseus Jackson!? ¡Y más te vale decirme la verdad! Dioses... ¡Le tuve que decir a Sally que habías muerto!—Lo interrumpió Chele y me volvió a dar otro abrazo como para asegurarse de que yo seguía aquí.

—Lo siento. Me perdí—Le atiné a decir.

—¿Que te perdiste dices? ¿Dos jodidas semanas? ¿Me ves cara de estúpida, Perseus Jackson? ¿Eh? ¿Eh? ¡¡Más te vale haberte perdido, pero bien perdido, porque, si no, tendremos que hacerte un segundo, último y definitivo funeral!! ¡¡Eres un... un... un...!! ¡¡Eres una mala persona!! ¡¡Creía que me quedaría como Rose sin su Jack!!—Chele se separó de mí y empezó a golpearme el brazo, no con su súper fuerza divina, pero sí muy fuertemente.

Chele y los dioses del Olimpo (Percy Jackson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora