Quinto año: Furioso

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Jueves 13 de mayo de 1976

Desde el beso, Sirius y Elio parecían tropezar, una y otra y otra vez, hasta el punto en que ya no eran las coincidencias las que los unían, sino su propia búsqueda. Cada vez terminaba igual con la espalda de Sirius presionada contra una pared y los brazos de Elio inmovilizados a ambos lados de su cabeza mientras sus labios se enredaban, inseparables.

Y Elio besaba muy, muy bien. Al menos, Sirius lo asumió, considerando que había sido el primer chico, además de James, al que había besado.

Era tan gentil, demasiado gentil, como si tuviera un hambre que temiera desatar. A Sirius no le importaba, en todo caso, le gustaba que lo cuidaran. Le gustaba que le preguntaran "¿Estás bien?" o "Dime y me detendré". Las chicas nunca le habían dado esas opciones.

Le gustaban los toques suaves y delicados y las palabras melosas que pasaban entre ellos. Le gustaba sentirse sin aliento por el mero hecho de estar cerca de él, sin siquiera salir, solo besar y hablar. Sirius divagaba y Elio escuchaba, jugando con su cabello negro y murmurando a veces.

No sabía cómo llamarlo, qué estaba pasando entre ellos, pero le gustaba. Era tonto, frágil y bueno. Cuando Sirius regresaba a su dormitorio a altas horas de la noche, con moretones en su cuello y mejillas enrojecidas, James le echaba un vistazo antes de sonreír con complicidad.

Sirius también sonreiría porque tenía un secreto. Algo que nadie sospecharía. Algo que nadie podría quitarle.

Deja que James crea lo que quiera, deja que las chicas miren en el Salón y rumoreen sobre qué perra afortunada consiguió conseguirlo con Black porque al otro lado de la habitación estaba sentado un chico rubio, bebiendo una taza de té para ocultar su sonrisa boba.

Podía cargar con el orgullo silencioso de que sus labios habían dejado esas marcas, de que se había arrodillado por Sirius Black, de que mientras ambos fingían en público, sus fachadas se derrumbarían entre sí, solos.

Las semanas pasaron rápidamente en redacciones, ensayos y prácticas de Quidditch donde el agudo silbato de James, que Peter nunca debería haberle regalado, dejó a Sirius sordo.

Cuando la práctica terminaba y él era el último que quedaba en el vestuario, un dedo repentino se enganchaba debajo de la cintura y una mano lo empujaba contra los casilleros. Los labios de Elio encontraron los suyos, suaves por un humectante, aún hinchados por su último encuentro. Sabía a pepinos y lluvia.

-Te extrañé- decía Elio, separándose unos segundos para que pudieran recuperar el aliento. Su cabello estaría despeinado por la práctica de Quidditch con los Slytherin, el cuerpo brillaba con el sudor y los labios con una pequeña sonrisa tonta.

La boca de Sirius se agrandaba, aturdida y eufórica, luego su mano agarraba la camiseta y lo tiraba hacía él.

***

El día de la luna llena, Remus estaba tranquilo. Más silencioso que de costumbre. Se distraía con los libros, leyendo sus pensamientos, evitando las comidas pesadas, rascándose bajo la manga del brazo. Cuando sacaba la mano, la piel pelada estaría debajo de las uñas.

-¿Él está bien?- Sirius se inclinó hacia James, susurrando. Estaban en Pociones y Remus estaba al lado de Peter, sentado en la mesa frente a ellos. De nuevo, le picaba bajo la manga.

James apretó los labios, sacudiendo la cabeza con molestia. -Se ha molestado así, no creo que haya dejado atrás el ataque del mes pasado. Ya sabes, Moony lo guarda todo-. Miró a Sirius a los ojos, con intención, suplicando. -Intenta quedarte hoy, ¿no? Está menos alterado cuando estamos juntos.

See The Rainbows In My Eyes [Traducción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora