Levantó su falda pañuelo, corrió sobre el césped con sus taconcillos de muñeca.
Su padre caminaba tranquilamente con Patrick: el mayordomo. Sosteniendo una sombrilla negra sobre Alexeil e inevitablemente sin saberlo cargaba un aura misteriosa. Odiaba la luz brillante: no soportaba por mucho tiempo los rayos del sol debido a una enfermedad en la piel, pero solo por Verónica abandonaba la oscura mansión para tomar largos paseos junto a ella. Tan guapo como siempre.
Lo abrazó y sumergió su cabeza en aquel pecho amplio, buscando olisquear el perfume de su padre, le encantaba aquel aroma dulce y embriagador. Besó la cien de la muchacha, sus nudillos y acarició su melena rojiza que caía en bucles bajo sus hombros.
Los dedos fríos, finos y alargados de su padre removían las hojas de sauce del cabello de Verónica – De nuevo pierdes el tiempo para jugar con Belial –. Ella levantó su mirada y se encontró con los ojos de su padre, únicos e irrepetibles por poseer una heterocromia que, a simple vista era imperceptible, pero para ella quien siempre los detallaba eran totalmente diferentes: el derecho de un color gris que en la mitad se azulaba y el izquierdo totalmente de color azul; ambos cristalinos. Como si fuera poco el cabello castaño era peinado hacia atrás otorgándole una apariencia fresca, el marco de su rostro solo lo hacía ver más masculino y cautivador.
La prometida de su padre sacó a la pelirroja de sus largas observaciones. Ella lo tomó del brazo y recostó su cabeza sobre el hombro de su padre — ¡Por dios! No salgas en un día como este. Deberías considerar más a tu padre.
Le acarició la mejilla a Verónica fingiendo preocupación. Desde siempre era asi de atrevida, extendiendo su mano a su antojo ¡Como te atreves! — ¡Que niña tan ordinaria! Cuando te conocí pensé que serias la mitad de bonita que tu padre, con ese mal genio - ¡Ordinaria! Esa perra melancólica acaba de decirme "ordinaria".
Luego besó atrevidamente el pómulo derecho de su padre, arruinando por completo el buen humor de Verónica ¡Le mostrare como se ve una niña ordinaria!
Una sonrisa maliciosa se dibujó en el rostro de la chica —Zennit — la rubia atendió al llamado — Pronto serás de la familia. ¿No quisieras conocer a Belial? mi mascota.
Tocó con su dedo pulgar la punta de la nariz de Verónica —¿Es como tú? Otra pequeña ratoncita "ordinaria" — la última palabra la pronuncio muy lentamente para hervirle los nervios a la pelirroja.
Con los ojos de la mujer sobre los suyos no se percató del movimiento que hizo con su mano y Belial, un tigre blanco de ciento setenta y tres kilos se abalanzo sobre la bruja.
El felino la derrumbó por completo en el suelo y empezó a rasguñarle la piel, intentando mordisquearla en el cuello, arruinándole los cabellos rubios y el vestido a la petulante — ¡Ahh! ¡MALDITA MALCRIADA!
Verónica se río a carcajadas.
— Belial... —Demando el padre. Inmediatamente el animal le dio un lengüetazo en la cara a Zennit; un sentimiento áspero por los pelillos de su lengua, basto con eso para enrojecer la piel de la perra.
Se recostó manso, detrás de la chica — Verónica —Ella enmarco las cejas, su padre nunca –¡NUNCA! – le había reclamado por ninguna de sus travesuras. No entendía porque la miraba enojado; fue Zennit quien interrumpió una tarde maravillosa en compañía su padre.
La chica apretó los labios, los dientes y con furia pisoteó con su pie derecho el suelo. Escapando rápidamente de allí.
Si un humano normal y no una loca hubiera recibido aquel ataque probablemente estaría muerto, pero como la perra era una bruja resistente de nueve vidas aun respiraba y por si fuera poco mascullaba enojada.
ESTÁS LEYENDO
Verónica
RomanceEran sus sentimientos prohibidos, tan inevitables; que los alentaron a probar los sabores agridulces de la profanación. Alexeil Arkádievich, sintió a su hija aferrarse, ella lloraba -te amo papá - y evitando que alguien la descubriera, él recubrió e...