Capitulo 7

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Alexeil se subió al Mercedes negro, Esperaba con tan solo diez años que su madre tomará la pequeña mano del niño para decirle con ese gesto que todo estaría bien, pero Angieskra no se atrevía a mirarlo bajo su galerita y gafas oscuras. Estaba intranquila porque ni si quiera lo quería ahí — ¡Lárgate! — Ella abrió la puerta del lado de su hijo y le indicó que se fuera.

—Mamá...— La mujer se quitó las gafas oscuras enojada.

Yo ya no soy tu madre — Ella derramó lágrimas y la boca le temblaba — No quiero verte ni un día más...como tu padre estas muerto para mí.

Por favor, Mamá — El niño murmuró asustado.

¡Debiste ser tú! — Golpeó el espaldar de la silla de adelante con los puños de sus manos — ¡Maldita sea! ¡Debiste ser tú el que debería estar en ese ataúd y no tu padre! — Lo empujó fuera del auto y cerró la puerta asegurándola desde su asiento.

Arranca — le ordenó al chofer y él estaba dudoso — ¡Arranca, puto idiota!

El pequeño niño se quedó sentado en la sala de velación, esperando que alguien se percatara de que lo habían abandonado allí.

El feltro de su padre seguía allí y por primera vez desde todo lo ocurrido lloró desconsolado.

Alexeil pensó que era su culpa, que todo fue porque ese día se comportó como un tonto caprichoso.

Entonces le cumpliría el sueño a su madre de buscar la muerte esa noche y el pequeño caminó afuera entre la lluvia que se deslizaba a cantaros, tan solo con una sombrilla y los zapatos se le llenaron de barro mientras se movía en la oscuridad.

Caminó, tal vez para buscar una respuesta. Ni si quiera él a sus diez años lo sabía.

No deseaba ser el heredero de Arkádievich. Solo quería volver a ver a su padre y único amigo.

Entonces recordó lo que le dijo antes de morir — No tengas miedo, el miedo es para quienes no quieren ser libres. Eres mi único hijo. ¿Cuidarás a tú mamá?

Si...

Promételo.

El niño asintió y entonces los hombres lo subieron a la fuerza en el auto para que se lo llevaran a un lugar seguro.

Se limpió las lágrimas con sus manos y sintió mucho frio, pero se aferraba a aquella sombrilla con su alma, era lo único que le daba consuelo.

Se recostó en un árbol escuchando el bosque y esperó, tal vez un milagro. Cerró sus ojos con fe de despertar de su pesadilla.

Al abrirlos estaba recostado sobre la yerba y el sol le daba directamente en la cara, era tan intenso y estaba tan triste que se quedó allí dejando que le quemara su piel.

Pero con su mano seguía aferrándose a la sombrilla, a ese maldito objeto inútil.

Cuando la abuela lo encontró, lo llevó a su casa y escuchó desde el otro lado de la habitación un golpe. Con sus manos abrió la puerta y la abuela se encontraba dándole una bofetada a Angieskra y tirando sus cosas —¡Lo dejaste tirado! ¡Eres una basura de madre!

Por favor, señorito... No debes ver esas cosas.

La nana de Alexeil lo condujó de nuevo a su cama y lo arropó — ¿Mi madre no me ama?

Ella sonrió y negó de inmediato — Tú madre solo esta dolida...

La chica tenía un cabello color miel y unos ojos verdes bastante llamativos, ella se encargaba de cuidarlo desde hace un largo tiempo. Confiaba en ella — Anne ¿Te quedaras conmigo toda la vida?

VerónicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora