Capítulo 26

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El mayordomo terminó de informarle a Verónica que estaba  tras el escritorio de su padre, sentada con las piernas cruzadas, perfectamente arreglada y leía los expedientes de su madre. La muerte de su padre y suspiró con la idea de que era verdad, era cierto que lo mató Alexeil.

No hablaba con su padre. Quería tiempo para relamer sus heridas, para calmar su corazón que deseaba odiarlo, pero terminaba aún más enamorado de él.

Era la última semana de otoño y algo había cambiado en la casa, ahora todos la veían como la señora Arkadievich ¿Fue por lo que le había dicho hace un mes a Rose?

En la práctica de porristas, ya se podía sentir algo del viento invernal, pronto solo entrenarian en el gimnasio, para no morir de congelamiento. Era más fácil mirar a sus antiguas amigas, e Irina a veces le daba un leve saludo con la mano, cordial.

Estaba estirando cuando la entrenadora se fue por unas bandas. La italiana que estaba en las gradas, detrás de ella, habló — Pronto regresará el rey ¿No es así? —La pelirroja llevó su pecho a sus piernas y lo pegó—¿Tienes idea sobre el plan de tu padre? Roja.

—No lo sé. Me da igual— La cara de amargura le llegó hasta a la castaña que era más antipática que ella.

La verdad, es que ya había sido el cumpleaños de él. En el mes de octubre y envió solamente un mensaje de texto, cortante. No la llamó para disculparse o hablar del tema. Eso le dolió a Alexeil. Siempre recibía regalos de Verónica y ella se esforzaba en darle felicidad infinita el día de su nacimiento. Pero ella necesitaba conversar del tema, al menos pelear con él.

—¿Qué te pasa? Desde que fuiste a esa horrible choza estas así. Prefiero cuando pareces una especie de muñequita caprichosa y egoísta.

Verónica giró su rostro por encima de su hombro, aguzó la mirada, sus ojos fieros y certeros se le clavaron como dagas a la italiana.

Lo bueno de andar con Victoria, era que podían echar mierda todo el tiempo y no les afectaba. Era una relación de odio, divertida— Cállate, mafiosa pueblerina.

—Mejor ve a fingir ser una adolescente normal, Chucky.

Sonrieron —Como digas.

—Asegúrate de no verte tan estreñida cuando saltes por el aire. Si tengo que llevarte al hospital de nuevo prefiero cercenarme el brazo.

Camino mostrándole su dedo medio y la italiana que bufo con una sonrisa. Estaba por abrir su libro cuando vio a lo lejos a un alto, sofisticado, enfurecido muchacho que caminaba con un cigarrillo en la boca. Los anillos de sus dedos brillaron bajo la luz tenue del sol y se acercó a los futbolistas. Sus cabellos color miel brillaron, el flequillo ondulado se movió hacia delante con gracia y sutileza.

—¿Eres Ivan Kuznetsov? —Él miró al rubio, de ojos grises y rasgos delicados con una sonrisa ladeada.

—Si.

Inmediatamente un puñetazo que lo hizo rodar en el suelo, el hilo de sangre salió por la boca del muchacho y, el italiano se sacó el cigarrillo junto a la bruma de nicotina—¡No vuelvas a tocar a mi hermana!. Te gusta coger chicas y luego botarlas. Me da igual, pero mi hermana está por fuera de tu liga.

—¿Qué te pasa? Si me acuesto con tu hermana no es tu puto problema— Se levantó para darle un puño y siguió, en linea recta, con velocidad Víctor esquivó el golpe, agachándose y posicionándose detrás de Ivan para darle una patada y empujarlo de nuevo. Hacerlo tragarse la hierba húmeda del campo. Al chico cargado de esteroides que trataba de levantarse.

—No me importa con que hermanas te acuestes, pero la mía no ¡¿capisci?! —Le dio una patada en la cara que levantó su cabeza enviándola hacia atrás, dejándole la vista al cielo. Los compañeros iban en dirección al rubio para detenerlo y devolverle la paliza. Al final era su amigo y compañero. El tipo bien vestido, un bully.

VerónicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora