Capítulo 27

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Victor subió a su habitación. Su hermana no había entrado allí desde hace muchos años y la imagen mental de ella aun seguía intacta. Para su sorpresa una luz roja y vibrante se mantenía encendida. La única luz blanca era la del baño.

—¡Lárgate! —Le dijo mientras ella se esforzaba porque no le cerrará la puerta en la cara.

—¡No!

No quería hacerle daño así que finalmente la dejó entrar. —¡Haz lo que desees! — Soltó la puerta. La pobre chica estaba jadeando por usar toda su fuerza y él apenas usando un poco de la suya ponía una gran resistencia.

Tenía tanto enojo que solo tomó una pequeña mochila y fue a sacar de su armario lo primero que se le cruzaba por delante.

Victor era multifacético, podía utilizar desde jeans, sudaderas de todo tipo, kimonos con estampados extravagantes hasta trajes hechos a la medida o prendas básicas y todos le quedaban bastante bien. Si el escogía una habitación no miraba el baño o el espacio donde iría su cama u objetos indispensables en un dormitorio. Él se fijaba en el armario y entre más grande, mejor. Por supuesto, cuando salían de viaje, no era para nada práctico. Odiaba los uniformes y las telas incómodas, eso sí. Pero podía ver a su hermana con la ropa de escuela todos los días y aún se relamía los labios queriendo estamparle un beso.

—No puedes irte— ella jaló la mochila, arrancándola de sus manos antes de que reaccionara.

—Victoria. Dame la mochila— le pidió con voz calmada, pero unos tonos por arriba de lo normal —Quiero irme. Por favor, no puedes retenerme.

La chica retrocedió para que él no intentará adelantarse. Se pegó a la puerta del closet con el objeto detrás.

—No te vayas, No lo hagas...— hablo bajito—Eres mi hermano.

—Y tu eres la mujer que amo—se picó la nariz con su dedo índice y pulgar—Mira... sé que no podemos estar juntos. No me hagas esto. No quiero ver a la mujer que deseo todos los putos días y no poder tenerla.

Ella empezó a llorar —No me hagas esto... no podemos.

—Lo sé— Quería abrazarla, consolarla, besarla y decirle que todo estaría bien. No era así, Nunca sería así— Es lo mejor.

—¡No! — Soltó la mochila deportiva y se empezó a desabotonar la blusa con las manos temblorosas.

—¿Qué estás haciendo?

—Esto es lo que quieres. Ganaste, ganaste... Voy a darte mi cuerpo, pero no te vayas—Susurraba y tartamudeaba. Ya se podía ver el brasier de encaje. La detuvo.

—No es lo que quiero.... Solo no debo ser más egoísta—Ladeo su cabeza y le dedicó una sonrisa melancólica—Hermana. Déjame ir...

Esa palabra, le entró a la castaña tan duro por los oídos que fue consciente de su respiración y de la realidad. Apretó su mandíbula porque nunca sintió lo doloroso que podía ser. Pensaba que algo horrible para decirle a ella eran sus verdades, sus errores o los insultos que lanzó Ivan cuando la corto o la primera vez con ese tipo. Sin embargo, esta situación era peor. Prefirió morir en ese mismo instante antes que renunciar a él. Antes de escucharlo decir esa palabra que los distanciaba aún más.

Acto seguido, se dio cuenta. Entendió que jamás se le subió la desesperación y la ansiedad por las nubes tanto como en ese momento. De una forma efervescente, veloz e impulsiva se lanzó sobre él envolviendo con sus brazos el cuello precioso y después de años fue la primera vez que tomó la decisión de besarlo totalmente segura de hacer lo que tanto ansió. Las piernas de Victoria subieron hasta estar totalmente agarrada. Victor por el sorpresivo acto perdió el equilibrio colisionando con ella en la puerta y su mano extendida dio un golpe en esta misma para evitar que en la pérdida del sentido que ella se golpeara la espalda. Sus manos agarraron las nalgas bajo la falda —Te juro que si me estas jodiendo...— Soltó advirtiendo, por las innumerables veces que era burlado por la castaña.

VerónicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora