La sangre se metía debajo del armario. Su madre dejó de gritar y su padre también. Finalmente, silencio.
Alexeil, cumplía con una minuciosa rutina. Era alguien con visión por el futuro, por lo que iba al instituto y luego al salir de lo único normal y cotidiano que había en su vida. Se encontraba en el auto cargando su arma. Cuando pasaba sus guantes sobre ella revivía a Anne una y otra vez, luego la bala penetrando el pecho hueco de la mujer y luego, recordaba como si fuera un día completamente normal como la enterraba en una colina.
Sus días terminaban a veces en casa de su madre, vigilando que no se ahorcara con el cable de la tostadora, asegurándose de que comiera tres comidas al día, al menos una. La que él preparaba y ella a veces le tiraba. Limpiaba los fines de semana y se iba a casa.
Desde cierto día algo cambió en su rutina. Ni siquiera sabía cómo se vio envuelto en una situación de ese tipo. La vecina de enfrente, Alice. Salió corriendo a la casa de Angieskra. Toco la puerta desesperada —¡Por favor, abre. Ayúdenme!
El chico se levantó y la dejó entrar—Lo siento... ¿Podrías ayudarme? —Tenía las manos llenas de sangre, los dedos le temblaban y su panza de embarazada estaba a punto de reventarle.
—Tienes que ir a un hospital—Estaba por llevarla el muchacho, cuando se negó rotundamente.
—No, no, no. No tengo seguro y no creemos en los hospitales— soltó un alarido. Estaba dando a luz —¡Ayúdame!
Él sabía disparar un arma, sabía ser un delincuente, un mafioso y tener el control. Sus habilidades eran inimaginables, pero ayudar a parir a una mujer. Eso le aterraba, lo sobrepasaba. Su madre apareció y eso lo tranquilizó un poco porque al final, ella era mujer. Ella sabría qué hacer—¡Qué mierda! —Abrió los ojos al ver como su vecina se retorcía en las escaleras al lado de la entrada. —¡Llama a una ambulancia!
—¡NO!—La embarazada le gritó agarrándose de la madera con una fuerza impresionante—Odio los hospitales. No voy a ir allí.
—Entonces ayúdame a subirla a la habitación—Incluso ebria, era capaz de ordenar y Alexeil con toda su fuerza y ya cubierto de sangre, la levantó. Impresionante para un chico tan joven.
La recostó en la cama. Su madre llegó corriendo con toallas de cocina, tijeras y un cuenco con agua —¿Qué es todo eso? —le preguntó Alexeil.
—¡Cállate! —Lo dejo en el piso. La mujer se aferraba a las sabanas y el chico por primera vez estaba desconcertado—Sostenla. Acomódate detrás de ella ¡Rápido!
Lo hizo, pasó sus manos por los costados y la abrazó desde atrás. Su madre sin perder la vista de ella, arrodillada frente a la cama levantó su botella de Ron y se la bebió. Eso era demasiado para ella —¡Puja! —La mujer lo hizo —Sostenlo...
—¡Puja!
Pasó un largo rato, cuando de unos tirones, la cabeza salió y la madre de Alexeil le ayudó con los hombros. Al hacerlo él mandó su cuerpo hacia delante mirando horrorizado lo que acababa de salir de la vagina de esa mujer—Que carajos es...—Pasmado e incrédulo.
Alice se rió con dolor al ver su expresión —Es una niña—dijo emocionada. El llanto inundó la habitación. Angieskra corto como pudo el cordón, imitando el procedimiento de su parto, tratando. Limpio a la beba con una pequeña maraña pelirroja sobre su cabeza. La cubrió en mantas y se la dio.
Él se movió y agregó esa situación como una de las más extrañas de toda su vida. Era hermoso ver a esa mujer con su recién nacida. La estaba amamantando. Era raro, raro, pero interesante —Hola...yo soy tu mamá—murmuró la pelirroja con una amplia sonrisa.
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Verónica
RomanceEran sus sentimientos prohibidos, tan inevitables; que los alentaron a probar los sabores agridulces de la profanación. Alexeil Arkádievich, sintió a su hija aferrarse, ella lloraba -te amo papá - y evitando que alguien la descubriera, él recubrió e...