¿Alguna vez amó a alguien como a él? Sentía que era lo único que necesitaba en el mundo. Porque en algún instante pensó en perder su virginidad y solo se le ocurría un solo hombre al que dejaría hacerle lo que quisiera y era él, su padre.
Avergonzada de decir eso, lo oculto como todas las cosas incorrectas que alguna vez pensó. Cuando no estaban juntos suspiraba por olvidarse de ese desagradable sentimiento de deseo que la perseguía en sus sueños de cama.
En sus anhelos nocturnos.
Ahora, era real. Por fin sería suyo, completamente e irrevocablemente suyo. Iba a enraizar en su interior.
Lo amaba, en ese momento entendió que nunca fue otro para ella. Que se le entregaría las veces que quisiera.
Verónica comenzó a llorar y él la miró desconcertado-¿por qué lloras? Si no quieres está bien.
Él era perfecto, se enamoró de él toda su vida y no le importaba más. No necesitaba otra cosa en el mundo mientras lo tuviera se sentía invencible.
-Quiero que lo hagas. Estoy tan feliz que moriré.
Alexeil limpió sus lágrimas con la boca-Te haré feliz toda la vida ¿Me bañaras en tus lágrimas?
-Cállate y bésame.
Le dolían los labios por las mordeduras que se había propinado ella misma; Por lo que con cuidado el introducía su lengua en la boca de ella. El sabor a sangre, era un líquido dulce y metalizado que lentamente se desvanecía entre más dejaban que jugará la saliva borboteante.
Con la yema de sus dedos, sus amplias manos tocaron las medias negras, deslizándose por las correas de sus tirantes bajo su falda y oprimiendo sus caderas, jalándola para que estuviera más cerca de él. La pelirroja soltó un dulce sonido cuando liberó las pinzas que se dispararon causándole un leve choque, un pellizco suave.
Ella un poco temerosa lo tocó sobre la camisa y fue a los botones de él. Dejó caer el saco en el piso y Alexeil de un tirón se quitó la corbata. Le dio besos en la frente donde comenzaba el cabello rojizo, en la sien, en la punta de la nariz y ella sonrió -Eres hermosa-le susurró con voz sedosa en el oído.
Sus manos retiraron el moño maltrecho y hábilmente desabrocho los botones de la camisa amarillo mostaza. La bajo por los hombros de ella oprimiendo sus clavículas visibles.
Ella trataba de quitarle la parte superior también, pero sus manos temblorosas no se lo permitían. Estaba avergonzada cuando era visible su sostén que levantaban sus senos en una curva gloriosa.
Las piernas las enrollo alrededor de él y levantó las caderas de ella para tenerla completamente pegada, aferrada como parte de su ser. Sintió un pequeño bulto debajo del pantalón de su padre, que la oprimía entre sus nalgas.
Alexeil se bajo su camisa revelando los músculos trabajados en una medida justa; no tan grandes, ni tampoco a penas visibles. Agarró la mano delicada de ella y la puso sobre su pecho, en su corazón. Verónica la deslizó por su cuerpo, sus mejillas se ruborizan porque nunca había tocado a un hombre de esta forma. Se detuvo en el tatuaje que había en su costado y lo analizo. Tal vez no se había fijado en este pero era el símbolo de un dragón: Cada escama, cada detalle era perfectamente realizado y lo entendió, era el símbolo familiar: un dragón con cola de serpiente, cuatro patas y unas preciosas alas detalladas que estaba rodeado por un ondas de constelaciones.
Lo miró y él con una sonrisa le beso las comisuras de su boca, la sentó sobre sus rodillas y acariciándole la cara, poniendo su dedo pulgar en la boca de ella, buscó sus ojos para mirarla fijamente a su virginal tesoro. Que pronto iba a pervertir. Le acarició desde la parte alta de su cabeza hasta la nuca. Le desabrocho el sostén color verde olivo de un pellizco y los pechos se revelaron. Unas preciosas aureolas y pezones pequeños color rosa. La arqueo un poco sosteniéndose en su brazo y con la otra mano tomó el seno entre sus dedos, lo apretó y llevó su boca al que estaba libre; lo lamió y mordisqueó un poco y ella gimió más claro. Verónica se llevó la mano a la boca y miró hacia otro lado por el bochorno.
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Verónica
RomanceEran sus sentimientos prohibidos, tan inevitables; que los alentaron a probar los sabores agridulces de la profanación. Alexeil Arkádievich, sintió a su hija aferrarse, ella lloraba -te amo papá - y evitando que alguien la descubriera, él recubrió e...