Capítulo 23

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La vida sin Alexeil era más lenta de lo normal. Porque se descubría a sí misma mirando el reloj. Esa mañana entró al instituto con una cara amarga, como siempre perfectamente organizada y con su traje de porrista. Pero destrozada.

Irina la miró de reojo y continuó hablando con Eric. 

Se tocó el cuello, insegura. En esos días sus notas bajaron por estar con su padre la mayor parte del tiempo. Ahora tenía problemas y como no estaba; Se metió de lleno en los estudios.

Una italiana, bellísima, se acercó—Sangrona. Tenemos que hablar.

—No estoy de humor, Victoria— Exhaló. Ya tenía suficiente con el resto de personas como para preocuparse por una más. En ese instante solo quería terminar su educación básica.

—No me importa. Mi padre y el tuyo tienen un acuerdo— Se sentó al lado de ella en la mesa compartida de química— Escuche que te están investigando. Bueno, eso no es de mi interés. El caso es… yo estaré protegiéndote aquí.

—¿Cómo? No, no te necesito— Bufó.

—Claro que sí. Te odio, pero mi padre hizo un trato con el tuyo y en él está incluida tu protección mientras regresa. Así que tendremos que aguantarnos.

Verónica giró toda su cabeza para leer su expresión con la mayor claridad posible. No sabía si era algún tipo de broma.
No, no lo era. La castaña la seguía y andaba con ella como si nada. Era una especie de amiga obligada —¿Si sabes que no me debes seguir todo el tiempo?

—Nunca se sabe y ¿Tienes a alguien mejor? Nadie te quiere.

—Gracias.

Estaban sentadas en una de las mesas exteriores de madera.

Con los codos sobre la tabla de madera jugando con un yogurt griego a moverlo en un baiben. Victoria leía el silencio de los inocentes. 
—No te preocupes. Lo bueno de ser nemesis es que no hay ninguna mierda horrible que hayas dicho sobre mí, de la que no esté enterada.

Verónica arqueo una ceja y asintió levemente. Era extraño hacer de compañera con ella y se encontró mirando a su antigua amiga, Nina. Cerca de otra de sus enemigas, Larissa.

En realidad, le importaba Nina y trató de ocultar su cara de preocupación. La chica no era buena, en verdad no era una buena influencia para su antigua amiga. Se odiaba porque le movía los intestinos la impotencia de no poder decirle nada, detestaba también la idea de fijarse demasiado en esos detalles.

—Deja de mirarla como una psicópata—La italiana cansada de verla jugar con el yogurt se lo quitó a la rusa y lo abrió. Lo extendió y se quedó con la tapita para lamerla.

—No es eso… No creo que Larissa sea una buena influencia para Nina.

Cerró su libro y lo colocó sobre la mesa con fuerza, luego de un manotón llamó la atención de la pelirroja—Ese es tu puto problema— Su dedo acusador la apunto picando el aire—Quiero decir, tienes que aprender a dejar las cosas como estan y entender que si los demás se quieren joder la vida es su problema. Tienes un método de perfección o una vara imaginaria para medir a las personas y eso me enferma de ti. 

—¿Qué tiene de malo preocuparme?

Se agarró la cara y se la estrujó con sus manos bronceadas— Verónica ¡Dios! —Suspiró— Está bien, preocuparse por las personas que te aman. Pero lo siento, en el estilo de vida que llevamos o bueno, por si no lo has notado; ella te traiciono y no es alguien que en realidad tenga una relevancia monumental sobre ti, en cambio ha colocado una cruz gigante que podría jodernos a todos. 

VerónicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora