capitulo 11

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La noche en la que se celebraría la fiesta de Eric, una pelirroja salió de su habitación con un vestido largo : azul de lentejuelas, mangas largas, escote cuadrado, pegado a su cuerpo y abriéndose desde su muslo derecho; dejando ver las hermosas piernas de la pelirroja.

— Papi...— entró al despacho de él. Con unos tacones satinados; color magenta, se escuchó el roce del tacón sobre el suelo y él la miró perdido en su caminar, su cabello moviéndose en un balanceo suave, su rostro maquillado y aquel labial carmín que vibraba en ella. La apariencia había cambiado, ahora parecía una cereza madura y dominante, ya no quedaba ningún rastro de la niñez — ¿Hay algo malo?

Él estaba reclinado en su escritorio — ¿Cuándo te volviste tan bonita? — Besó el dorso de su mano. Ella levantó sus hombros, sonrió arrugando su nariz y pegando su barbilla a su hombro.

Las manos de Verónica fueron a las solapas de él.

Colocó un mechón de su hija detrás de su oreja y le acarició la mejilla.

— ¿No es demasiado? — sonrió con picardía.

Levantó la barbilla de la chica para buscar su mirada — No — Beso la punta de su nariz y la acercó a él posicionando sus manos sobre su espalda baja — Por favor mantente alejada de los chicos.

— ¿Eso te incluye? — Tomó con ambas manos el rostro de Alexeil — Porque si es así no podría prometerte nada.

Verónica se acercó a su mejilla y la beso muy lentamente — Ya me voy, papi. — El perfume de ella aún se percibía en su ausencia. Las cadera de la chica se contoneaba muy lentamente y sus nalgas subían y bajaban suavemente.

Alexeil hecho su cabeza hacia atrás cerrando sus ojos tratando de atraparla en su mente, porque su ausencia era devastadora.

*

La tarde en la que Zennit salió repentinamente para su rutina de belleza, una pelirroja fue hasta el final del pasillo para meterse en la habitación de la mujer.

Cumpliendo su promesa de sacarla a patadas de la casa comenzó a hurgar entre las cosas y a decir verdad, no veía absolutamente nada comprometedor. Ninguna pista que le diera a Verónica un indicio sobre lo que la rubia traía entre las manos.

Al pelear con ella en el campo de fútbol, no le reveló que sabía sobre la corta conversación que tuvo por teléfono el día que bajó por unas golosinas. Permanecerá así, hasta que ella descubriera que quería de su padre.

¿Ella era una oficial de policía? ¿Alguna persona que buscaba venganza? o ella en realidad solo buscaba quitarle todo a su padre.

La chica analizó cada prenda de ropa, bolso, compartimiento y objetos. Verónica abrió un cajón donde solo observó algunos juguetes sexuales y lo cerró asqueada. Ella se sentó en la cama de la mujer y busco en ella alguna abertura o irregularidad sin ningún éxito.

Sin embargo, cuando pensó que debía rendirse porque no encontraba nada más que cosas inservibles se dejó caer desde la cama hasta el piso de madera.

La pelirroja se tumbó en el suelo, escuchó un sonido hueco al poner la mano en una de las tablas y rápidamente se aproximó para dar pequeños golpecitos entre la madera, comparando un lado del otro. Con la ayuda del atizador de la chimenea logró levantar la tablita y al hacerlo sin perder el tiempo metió la mano, rebuscando en el agujero.

Sus dedos tocaron una caja que jalo muy lentamente. Era una caja verde oscura y levantó la tapita para ver una gran variedad de objetos. Un arma pequeña con seis balas, un permiso de conducir bastante viejo en donde se podía leer un nombre totalmente diferente. Jane Dickens. veintiocho años, estado: Arkansas, municipio de little texas.

VerónicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora