Capítulo 38

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Capítulo 38

Verónica bajó con paso veloz para observar a la rubia con más detalle y sus ojos exaltados descubrieron que su cabeza estaba hecha pedazos debajo del semblante con el que murió, cubierta por la maraña rubia no se podía ver la deformación del cráneo, pero su cabello ya se parecía al de la ojiverde mientras se llenaba de sangre.

Alexeil con voz profunda habló a sus subordinados para mantener la fiesta dentro del recinto, ordenando también desactivar las cámaras — ¿He hecho esto? — Estaba entrando en razón. Sus labios temblaron cuando tocó la sangre del suelo y sus huellas estaban en un rojo vivo, las lágrimas se derramaban por sus mejillas. —Debemos llevarla a un hospital ¿No? —. Miró casi suplicando la ayuda de su padre que con un semblante inexpresivo, casi espeluznante trato de retirarle el cuerpo del regazo.

—Está muerta, Veronica—Anunció—Hay un motivo por el cual deje en claro que debias mantenerte alejada de todo esto.

Alexeil sacó su teléfono del traje blanco y no tardó en comunicarse con su chofer.

Llevó a Jane brazos, no dijo nada la pelirroja porque llevará a la rubia; lo que quedaba del desgonzado cuerpo, caminando en dirección al bosque que se formaba bajo una colina oscura, detrás venía Verónica con los tacones hundidos en la yerba y la cabeza hecha pedazos que intentaban mantener la cordura. Un auto estaba en la zona con las luces encendidas y abrieron el maletero donde ya se encontraba un plástico recubriendo el espacio estrecho donde dobló el cuerpo de la muerta para meterlo. Los guantes blancos los tenía rojos igual que su camisa y casi todo el traje hecho un desastre.

—Metete al auto— Cerró el maletero y ella se quedó abrumada sosteniendo los papeles que eran de Jane, arrugandose en sus manos —¡Que te metas al puto auto! —Perdió la compostura.

—¡No me grites! —soltó ella desesperada mientras peleaban por encima del capot. —Además... la sangre—tartamudeo—La sangre aún está en el suelo y yo—Las lágrimas salían de forma descontrolada—Debo limpiarla.

—Entra al auto —. Bajo su voz al comprender que estaba en estado de Shock.

Sin saber cómo sus pies se movieron de una forma instantánea sin desear provocar un incidente. El auto se movió por otra ruta mucho más aledaña y que no era tomada de forma habitual. Un camino sin carretera que echaba tierra con el movimiento del auto.

—¿A dónde vamos? —susurro. Los hombres de su padre se limitaba a mirar una que otra vez por el retrovisor.

Ella le tomó una mano para comprobar su estado y luego, habló suave.

—¿Qué? —La respiración bajo ese vestido era apretada, se le estaba aplastando el pecho al adentrarse más en aquel maltrecho camino hasta que algo fue reconocible, la subida por la parte de atrás de la colina que daba a la mansión.

Había otra entrada de la que ella no tenía idea. El auto fue al interior de aquella entrada que se abrió bajo la luz tintineante del rojo vivo. Una puerta abierta a un sótano, parecía un enclaustrado lugar que le causaba con cada paso metálico que daba acercarla más a la muerte o al horror. Ni siquiera se dio cuenta de que su padre llevaba el cuerpo en sus propios brazos cuando una luz se encendió y ahora el frío era insoportable, su piel se erizo por aquella bruma que se formaba bajo sus pies. Había canaletas que llevaban consigo el agua de lluvia. Unas cortinas de plástico resistente estaban frente a sus ojos, sin miedo las atravesó su padre, lo siguió más por el miedo de estar sola en aquel lugar que por propio deseo. El olor era terrible, tanto que le dieron ganas de vomitar. Entonces, abrió sus ojos casi saliéndose de las cuencas cuando descubrió el motivo del terrible hedor.

VerónicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora