Capítulo 37

827 77 7
                                    

Cuando pienso en esos momentos decisivos que nos llevan a lugares incorregibles no puedo dejar de creer que en ese instante, esa noche cambiaría mi destino para el resto de mi vida. Nunca tuve la sangre en mis manos hasta darme cuenta de que me escurría entre los dedos y que todos mis demonios solo en ese fragmento de espacio y tiempo estaban adentrándose en mi. Tampoco sabía que eso me encantaría.

Los ojos de ella fueron a Alexeil y Jane que estaban juntos en aquella mesa sosteniendo sus copas. Sus labios se apretaron y sus manos se agarraban de la silla con una fuerza impresionante. Tenía tanto dolor que apretó sus ojos para no ver lo que vería a continuación. Ella le beso los labios para mostrar lo enamorados que estaban y él tuvo que corresponderle mientras al otro lado se estaba pudriendo en esa silla, se mordió el labio reventandoselo. Casi podía sentir las luces apagándose a su alrededor y lo peor estaba a punto de comenzar. Era su turno de brindar por los futuros novios.

La mano de Victoria era apenas un consuelo. La pelirroja mordió su lengua, se fue levantando de forma lenta y con cuidado puso la mano sobre la mesa sin poder mirarlo, controlando su tristeza, su ira y su desenfreno. La impulsividad le estaba tocando una vena que parecía a punto de estallar. Las lágrimas le corrieron por la cara, pero esbozó una sonrisa tan clara y tan dulce que parecía estarle partiendo el mundo y aun así lucía fabulosa.

Levantó su copa al compás — Mi padre ha estado solo durante mucho tiempo... —Todos estaban atentos. Suspiró limpiándose las lágrimas de sus ojos verdes que ahora estaban enrojecidos —Lloro de alegría porque al final has encontrado con quien compartir el resto de tus días— Soltó. Trago saliva una vez más y al relamerse  la sangre de los labios prosiguió — Una vez me dijiste que solo tenias miedo a una cosa... y eso era perderme, pero estoy feliz de no ser ahora esa única cosa que causaría que Alexeil Arkadievich se sintiera solo y triste. Me alegra que puedas encontrar la felicidad, cuando tenga que irme para hacer mi propia vida. Papá, eres muy afortunado. Tienes todo lo que querías y eso... te lo mereces. Tu y ella merecen el mundo entero — No dejaron de mirarse ni un solo segundo — Hay amores que no se pueden olvidar, yo creo que este es uno de esos ¡Vivan los novios!

Alzó su copa con una sonrisa radiante y se la bebió de un trago mientras todos repetían al unísono su aclamación final. Perdiéndose entre la multitud de la servidumbre e invitados con cara de decepción. Suspiró. Subió las escaleras y se metió al primer baño que encontró para vomitar todo lo que había estado comiendo de forma ansiosa, aferrada al inodoro lloraba desconsolada y el rimel ya le llegaba hasta la barbilla formando lágrimas negras en cuestion de segundos. se tapó la boca haciendo un grito sordo mientras golpeaba el suelo con su otra mano cerrada en un puño, se dejó caer en el piso y chilló. No sabía qué hacer y por la ira se bajó la manga del vestido para morderse el brazo tan fuerte que la sangre no paró de brotar hasta que se satisfizo.

El ruido de la puerta la sacó de sus adentros, de su reflexión crítica y la culpa que tenía por haberse entregado a su padre, se estaba arrepintiendo de una forma violenta y lo peor, no podía gritarle —Veronica...—Victoria habló con cuidado intentando abrir la puerta —Déjame entrar— La chica se levantó temblorosa de la baldosa.

—¡Vete! — su voz era ronca por como tenía tapada la nariz de tanto llorar, sus respiraciones entrecortadas y el corazón estallando.

—Sé por lo que pasas...por favor —Ella con gran esfuerzo jaló la perilla para dejarla entrar sin levantar y volviendo a dejarse caer. El dolor era un peso terrible—¡Veronica! — La vio con la cara roja y el cabello hecho una maraña horrible con la ropa llena de sangre. La tomó como pudo y le limpió el brazo. Otra cara se asomó por la puerta: era Víctor con un vino en la mano y una sonrisa que se extinguió en cuanto vio la escena.

VerónicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora